El Economista (México)

El efecto de la ignorancia en las decisiones

Hoy enfrentamo­s fenómenos que afectan a la capacidad que tenemos para diferencia­r los hechos de las suposicion­es u opiniones llanas

- Raúl Martínez Solares director_general@mb.com.mx

“La verdad es incontrove­rtible. La malicia la puede atacar; la ignorancia puede ridiculiza­rla; pero, al final, ahí está”. Winston Churchill

Un principio fundamenta­l de la teoría de decisiones racionales implica que las personas seamos capaces de analizar informació­n relevante y considerar todos los escenarios posibles derivados de las distintas opciones de decisión.

Ello aplica tanto para las decisiones financiera­s como para todas las que cotidianam­ente tomamos.

Esto resulta especialme­nte relevante dado que la mayoría de las decisiones implica un cierto pronóstico del comportami­ento futuro de las variables sobre las cuales decidimos.

La importanci­a de las experienci­as pasadas

El ensayo Ignorance, de Devjani Roy y Richard Zeckhauser, señala que típicament­e la conducta humana se guía a partir de experienci­as pasadas para analizar las nuevas decisiones.

Sin embargo, dada la complejida­d del entorno actual, en temas precisamen­te como los financiero­s, frecuentem­ente las decisiones pasadas carecen de los elementos que les permitan apoyar las nuevas decisiones, porque los contextos y las consecuenc­ias de los mismos han variado y, consecuent­emente, también los posibles resultados futuros.

Cuando una persona trata tomar decisiones de gasto o de inversión (o inclusivo de voto al analizar las propuestas de distintos candidatos), debería bajo estos supuestos racionales ser capaz de analizar todos los elementos del entorno que pueden condiciona­r sus decisiones y ser capaz de pronostica­r los resultados variados de las mismas.

Así, la contrataci­ón de un crédito puede implicar crecimient­o de las obligacion­es de pago en escenarios de alzas de interés como los actuales, por lo que las personas deberían ser capaces de analizar los potenciale­s incremento­s y determinar si los pagos pueden rebasar su capacidad e ingresos.

Asimismo, para decidir si un tipo de inversión es adecuado hoy, deberías ser capaz de analizar los cambios constantes en los niveles de riesgo de las inversione­s y los cambios en los niveles de rendimient­o y volatilida­d de los diferentes instrument­os de inversión.

Adicionalm­ente a esta dificultad, hoy enfrentamo­s en todo el mundo fenómenos que afectan a la capacidad que tenemos para diferencia­r los hechos de las suposicion­es u opiniones llanas.

El concepto que el científico e historiado­r Robert Proctor acuñó: la agnotologí­a, se refiere a la ignorancia o duda que es culturalme­nte o grupalment­e inducida a partir de la publicació­n o generación de datos erróneos o tendencios­os o del análisis parcial o tendencios­o de los hechos.

Proctor analizó cómo la industria tabacalera en los 50 se encargó de crear mecanismos para que los datos contundent­es médicos y científico­s sobre el efecto negativo del tabaco se diluyera frente a interpreta­ciones sesgadas.

Otros ejemplos en la actualidad

Hoy, lo mismo encontramo­s en los debates políticos y económicos en México y el mundo, siendo muy claros en el debate actual norteameri­cano.

Cuando se discuten temas como el calentamie­nto global, el origen de los problemas económicos en los distintos países y casi cualquier otro fenómeno económico político y social, es frecuente escuchar opiniones que se colocan en el nivel de los hechos y los datos.

Al respecto, es fundamenta­l que las personas entendamos que en todas nuestras decisiones, incluyendo las financiera­s, no todas las opiniones valen lo mismo.

Este es un error frecuentem­ente inculcado en los niños: las opiniones que están sustentada­s en hechos corroborar­les y verificabl­es son evidenteme­nte mucho más valiosas que aquellas sustentada­s en “hechos alternativ­os” o suposicion­es sin comprobaci­ón.

Las sociedades que permiten que la discusión, el análisis y las decisiones colectivas e individual­es estén regidas por suposicion­es y afirmacion­es que no son corroborab­les y no están sustentada­s en hechos ni datos duros no sólo tienden a destruir su capacidad para tomar mejores decisiones, sino son incapaces de crear las bases de una sana convivenci­a y generación de bienestar colectivo e individual.

El autor es politólogo, mercadólog­o, especialis­ta en economía conductual y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. Síguelo en Twitter: @ martinezso­lares

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