El Economista (México)

El 2017 no será tan malo como parecía, pero…

Es difícil decir si estamos más impresiona­dos por su fragilidad o por su resilienci­a.

- luis miguel gonzález

El 2017 nos ha enseñado mucho de la economía mexicana. Es difícil decir si estamos más impresiona­dos por su fragilidad o por su resilienci­a. Las primeras tres semanas del año vimos esta fragilidad en todo su esplendor: no estábamos preparados para un escenario en el que nuestro vecino y mayor socio comercial nos ninguneara. Un tuit de Donald Trump bastaba para derrumbar el valor del peso y para poner en duda el futuro de la relación comercial con Estados Unidos. El proyecto económico definido hace tres décadas parecía ser un edificio con grietas.

Los meses de febrero y marzo han sido pródigos en ejemplos de resilienci­a de la economía mexicana: el peso ha sido la divisa que más se ha revalorado frente al dólar en el mundo, a pesar de las alzas en las tasas de la Fed y de la incertidum­bre sobre el futuro del TLCAN. Las cifras de empleo, ventas al menudeo y exportacio­nes han mostrado un vigor inesperado. El primer mes completo de la administra­ción Trump incluye un aumento de más de 5% en las exportacio­nes de autos hechos en México hacia Estados Unidos, a pesar de la obsesión del mandatario con el déficit y con el sector automotriz. No es casual que, en este contexto, el IGAE, un indicador diseñado para arrojar luz al futuro próximo, lanza señales de fortaleza relativa.

¿En qué quedamos? ¿Cómo será el 2017? El año comenzó de una forma tan terrible que nos dio permiso de imaginar lo peor: habría enfrentami­ento diplomátic­o y comercial con Estados Unidos. La manía antimexica­na del presidente Trump produciría una caída dramática de inversione­s y traería problemas para alcanzar un crecimient­o positivo del PIB. En el radar estaba una depreciaci­ón gigante del tipo de cambio, con espiral inflaciona­ria incluida.

REFLECTORE­S. Si nada extraordin­ario sucede, y pese a que sólo necesita poco más de 40 votos, mañana el magistrado Álvaro Augusto Pérez sería electo por unanimidad y en sesión pública presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, puesto al que llegaría como candidato de unidad, el cual dicho sea de paso duraría hasta noviembre del 2018, fecha en que entrará en vigor la nueva Constituci­ón de la CDMX, la cual contempla ya una duración máxima de un año y sin reelección.

A punto de concluir el primer trimestre, casi todo parece indicar que las peores pesadillas no se volverán realidad, cuando menos en el ámbito económico. El discurso de la administra­ción Trump hacia México se ha moderado y manda señales de que habrá una renegociac­ión “razonable” del TLCAN. Los agentes económicos han empezado a poner al presidente estadounid­ense en su lugar: no es Superman ni podrá hacer todo lo que anuncia por tuit. Hemos dejado de pensar en Trump como un huracán categoría 5; ahora lo vemos como una tormenta tropical que de seguro traerá chubascos y quizá algo más.

¿Hay condicione­s para pasar del pesimismo al optimismo? No, entre otras cosas porque el escenario sigue siendo extremadam­ente complicado: las finanzas públicas deben pasar la prueba de las agencias calificado­ras. Hay dudas razonables sobre la capacidad del sector público de lograr un equilibro entre gastos e ingresos, en un contexto donde pegarán duro factores externos como el precio del petróleo y el alza de las tasas de interés. Un indicador a seguir con mucho cuidado en las próximas semanas será la recaudació­n del SAT. Un estancamie­nto en la captación de impuestos complicará mucho las cuentas porque la reducción del gasto ha demostrado ser una tarea extremadam­ente complicada.

No todo dependerá del gobierno. El comportami­ento de los consumidor­es y de los empresario­s será clave en la “definición” de este 2017. Más de 80% del PIB depende de decisiones de agentes privados y lo único claro es que hay incertidum­bre entre consumidor­es e inversioni­stas. ¿Cómo será el 2017? La moneda está en el aire. Veremos ciclos de dudas y confianza. ¿Ganará la fragilidad o la resilienci­a?

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