El Economista (México)

Fin al financiami­ento público a partidos políticos

- Eduardo Revilla @erevillamx

De nueva cuenta enfrentamo­s una temporada de procesos electorale­s en algunos estados de la República y, dentro de un año, estaremos inmersos en las campañas presidenci­ales. Sin embargo, desde ahora podemos advertir que todos los partidos políticos y los aparatos de poder no habrán de cumplir con los mandatos de austeridad, transparen­cia y legalidad derivados de la más reciente reforma electoral o de cualquiera de sus regulacion­es antecesora­s.

Veremos compra de votos a clases desprotegi­das, “pase de charola” a actuales y futuros concesiona­rios o contratist­as, gastos de campaña en evidente exceso a los topes autorizado­s, usos no permitidos de los medios de comunicaci­ón, contaminac­ión ambiental, visual y auditiva, denuncias, señalamien­tos, desconocim­iento de resultados y, al final, nada. Absolutame­nte, nada. Plena impunidad. A lo más, una nueva reforma electoral a cambio de una fiscal o de un pacto para nuevas reformas estructura­les, incluidos los nocivos acuerdos de no agresión que fomentan y toleran la espiral de corrupción e impunidad de todos los niveles de gobierno. Pero nada que pase de ahí. Nadie en la cárcel.

Hemos invertido cientos de miles de millones de pesos en generar un aparato electoral que, simplement­e, no logra concretar un sistema de normalidad democrátic­a. Lo hemos repetido en múltiples ocasiones, pero debemos insistir cuantas veces sea necesario: los contribuye­ntes no deben subsidiar ni un solo centavo de las campañas políticas. Recordemos algunas cifras:

Para este año, en el que no habrá procesos electorale­s federales, el creciente presupuest­o asignado a nuestro aparato electoral nacional, constituid­o por el Instituto Nacional Electoral (INE), el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la Fiscalía Especializ­ada para la Atención de los Delitos Electorale­s, suma poco más de 18,000 millones de pesos, a lo que habría que restar los 1,070 millones que reintegró el INE por la cancelació­n del inútil megaproyec­to inmobiliar­io. De ese gran total, se le asignaron 4,138 millones de pesos a los partidos políticos, cuyas bancadas en el Congreso también reciben millonaria­s participac­iones con cargo al presupuest­o del poder Legislativ­o. Según la propia Cámara de Diputados, 96% del presupuest­o electoral cubre gasto corriente. Increíble.

Adicionalm­ente, y gracias al impuesto en especie con el que el gobierno sancionó permanente­mente a la industria de la radio y la televisión por cubrir los acontecimi­entos del 2 de octubre del 68, los partidos políticos pueden usar los tiempos fiscales (y una porción de los tiempos de estado) para inundar los espacios de radiodifus­ión con miles de spots vacuos e insultante­s. Según la estimación de la Ley de Ingresos, este impuesto de radio y televisión importa un monto de 2,740 millones de pesos.

No debe hacerse eco de quienes proponen la reducción de los apoyos presupuest­ales a los partidos políticos. Sería una trampa. En realidad, debe desaparece­r cualquier tipo de transferen­cia de recursos públicos a la partidocra­cia. Los partidos y sus candidatos deben financiar sus campañas con cargo a donaciones de sus militantes y simpatizan­tes. No existe razón alguna por la que los contribuye­ntes deban sufragar gastos a favor de partidos o candidatos por los que no habrán de sufragar en las urnas.

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