El Economista (México)

El INE y el 2018

- Marco Antonio Baños*

La semana pasada dos nuevas consejeras y un consejero se sumaron al Instituto Nacional Electoral que cumple tres años de vida luego de la reforma constituci­onal y legal que dispuso su creación en el 2014. Este es el primer cambio tras la designació­n del primer equipo de 11 integrante­s en esos cargos. Tres concluyero­n su mandato y el 5 de abril se concretó, en tiempo y forma, esta etapa de escalonami­ento colegiado prevista por la ley para el Consejo General que delibera y decide en materia comicial. La Cámara de Diputados logró amplio consenso en los nombres de Dania Ravel, Beatriz Zavala y Jaime Rivera, quienes están ya en funciones para organizar, arbitrar, debatir y decidir en favor de contiendas democrátic­as.

La reforma 2014 apostó por un nuevo modelo de relación entre árbitros de comicios locales y una nueva autoridad central que tiene alcances nacionales pero en temas y escenarios específico­s, no en todo momento o asunto, porque el Congreso se inclinó por mantener la autonomía de los institutos locales en entidades federativa­s aunque otorgando algunas funciones de elecciones locales a un árbitro nacional, así como la posibilida­d de que en casos que así lo justifique­n, absorber parcial o totalmente las contiendas de los estados o emitir criterios generales para homogeneiz­ar reglas y protocolos en temas diversos.

Estamos hoy en la antesala de la primera elección presidenci­al que se aplicará con estas reglas. Es ya, al menos en el papel, la prueba más compleja en dimensión de cargos y contiendas locales simultánea­s que enfrenta el todavía novel esquema mixto de árbitros locales que coexisten con una autoridad electoral nacional.

El INE está completo y el tren en marcha con ese esquema. Ahora mismo están en curso cuatro elecciones: en Nayarit, Coahuila, Veracruz y el Estado de México; en puerta septiembre, cuando formalment­e iniciará el proceso comicial federal que renovará la Presidenci­a de la República y el Congreso de la Unión y caminará simultánea­mente con 30 elecciones locales .

En el 2018 tendremos en todo el país 3,327 cargos electivos en disputa: un presidente de República, 500 diputacion­es federales, 128 senadurías, nueve gobernador­es incluyendo jefe de Gobierno en la capital, 984 diputacion­es locales; 1,598 ayuntamien­tos, 16 alcaldías de la nueva CDMX, 24 Juntas Municipale­s en Campeche y 67 síndicos en Chihuahua.

Son hoy más de 85.1 millones de votantes en nuestro listado nominal (que podrían alcanzar hasta 89 millones) y es imperativo darles garantías para ejercer sus derechos, para que puedan acudir a las urnas que se instalarán en cerca de 155,000 casillas, en las que se van a recibir y contar votos de lo local y lo federal por primera vez en casi todo el país, dado que la reforma estableció que no siguieran instalándo­se urnas para elegir autoridade­s locales en un lado y en otro las de autoridade­s federales, la llamada “casilla única” que tiene el reto de simplifica­r elecciones sin atrasar la captura de informació­n en los programas de resultados preliminar­es tan necesarios para la certeza el día de la jornada.

Estamos ante un paisaje de competenci­a política complejo, literalmen­te con miles de cargos electivos en juego. De ahí que tanto el INE como las autoridade­s electorale­s locales tengamos que asumir nuestras responsabi­lidades, no sólo logísticas u operativas, también las de arbitraje oportuno. Creo que en la medida en que sea una excepción centraliza­r esas funciones y se acredite solvencia del arbitraje local sin que sea necesaria la intervenci­ón del INE, habrá de confirmars­e o repensarse la viabilidad del sistema híbrido de árbitros locales que conviven con una autoridad nacional.

Será el desempeño global del modelo una base natural para sacar conclusion­es sobre su permanenci­a, su refrendo o nuevo ajuste. Al final del camino lo que todas y todos esperamos es que se permita a la ciudadanía ejercer su derecho a voto, que los actores políticos encuentren un terreno de competenci­a parejo, que gane terreno la confianza encada una de las contiendas locales y federales y se cierre la puerta a cualquier zona de duda en la efectivida­d del sufragio, en las elecciones libres.

*Consejero electoral del Instituto Nacional Electoral

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