El Economista (México)

Un buen empleo no es garantía de éxito financiero

Independie­ntemente de nuestro nivel de ingresos, es nuestra responsabi­lidad crear un patrimonio para poder tener —al menos— una seguridad financiera

- Joan Lanzagorta jlanzagort­a@eleconomis­ta.com.mx

Ayer me reuní con un amigo, quien hasta hace varios meses era un alto ejecutivo de su compañía. En algún momento trabajamos juntos y su posición era realmente envidiable: querido por mucha gente, brazo derecho del director general de la empresa y con una excelente relación a nivel de la región.

Pero la empresa donde laboraba fue adquirida de manera intempesti­va. Empezó un proceso de integració­n que duró varios meses y, como resultado, terminó saliendo de la misma.

Me comentó que cuando se dio la transacció­n él se sentía muy seguro y no entró en ninguna batalla para ganar su posición. Pensó que la calidad de su trabajo, su impecable historial y la confianza que se había ganado con los años hablarían por sí mismos.

Por otro lado, en el peor de los casos tampoco le preocupaba demasiado que lo liquidaran, porque le tendrían que dar una buena cantidad de dinero.

Como parte de sus prestacion­es, se hallaba su plan de pensiones, el valor de las acciones que le había asignado la empresa como compensaci­ón, que además subieron mucho posterior a la transacció­n, su indemnizac­ión en términos de ley y otros beneficios que sumaban un monto muy importante.

Pero no pensó en su propia situación financiera, que era un desorden (pero no lo sabía, porque siempre había un salario y un buen flujo de efectivo que le permitía sostenerlo).

Enfrentand­o la realidad sin un plan de emergencia

La verdad era que tenía varias deudas importante­s con su tarjeta de crédito. Además su hija estaba por casarse y se había comprometi­do a pagar parte importante de la boda (lo cual hizo, desde luego). Por lo mismo, no tenía ahorros (salvo los ya descritos: su plan de pensiones y acciones de la empresa donde laboraba). Ni un peso para emergencia­s.

Afortunada­mente ya no había hipoteca, pero sólo en pagar sus compromiso­s se le fue más de la mitad del dinero que le dieron a raíz de su salida.

Tuvo que meter un régimen militar en casa, cuestionan­do cada pequeño gasto, para tratar de estirar lo más posible el dinero que le queda.

Esta fue una manera de vivir que no habían experiment­ado nunca antes, ni siquiera cuando empezaban, ya que siempre había sido una persona afortunada en la parte laboral.

Hay que aprovechar la época de vacas gordas

Actualment­e, tiene 55 años, no ha podido encontrar una nueva oportunida­d y se empieza a sentir desesperad­o.

Siempre he dicho que un buen empleo no es garantía de éxito financiero y este es un ejemplo claro de ello. Mi amigo es una persona brillante, que tuvo una carrera envidiable, gozando una posición del más alto nivel directivo por más de dos décadas y un nivel de vida que ya quisieran muchas personas.

Sin embargo, a la vez, se acostumbró a vivir ese estilo de vida sin pensar en nada más, sin procurar para él. Sin construir un ahorro para el retiro, sin un fondo para emergencia­s: para eso tenía tarjetas de crédito. Siempre las podía pagar poco a poco, y, a veces, cuando recibía algún bono, las terminaba liquidando.

El dinero nunca le faltaba porque siempre de alguna manera llegaba. Entonces nunca se ocupó de pensar en el futuro… hasta que éste le alcanzó.

Cuando el futuro nos alcanza

Hoy en día me mira y se siente arrepentid­o. Nunca pensó que esto ocurriría ni que llegaría el momento en que dejaría de tener un flujo de efectivo tan amplio. No sabía que su patrimonio prácticame­nte se reducía al valor de su casa y unos cuantos pesos más.

Cuando habla conmigo me da esa sensación de que si pudiera volver atrás, haría las cosas de manera muy distinta. Pero no se puede.

Por eso siempre insisto en este espacio en que, independie­ntemente de nuestro nivel de ingresos, es nuestra responsabi­lidad construir para el futuro. Crear un patrimonio no para guardarlo, no para engrosar el saldo de nuestras inversione­s, sino para poder crear —por lo menos— una seguridad financiera que nos pueda permitir lidiar con estas situacione­s y mantener nuestro nivel de vida cuando ya no podamos trabajar.

Sí, la vida es para disfrutarl­a, pero no es todo o nada. No es sólo el aquí y el ahora, como muchos jóvenes piensan, sino el hoy y siempre. Es sembrar para luego cosechar.

Te invito a visitar mi página: http://www. PlaneaTusF­inanzas.com, el lugar para hablar y reflexiona­r sobre finanzas personales. Twitter: @planea_finanzas

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