El Economista (México)

Big data, big models y big analysts

- Alvaro Ortiz* *Analista de BBVA Research.

No hemos tenido que esperar mucho para ver cómo el big data inunda nuestras vidas. Hacemos una simple búsqueda en Internet para realizar un viaje, escuchar una canción o comprar un libro y, casi por arte de magia, recibimos sugerencia­s, no sólo sobre lo que buscamos sino también sobre alternativ­as similares.

El mundo de los negocios ha sido de nuevo pionero, pero ya se está extendiend­o a otros ámbitos, como el análisis económico. Lo hará además de manera revolucion­aria pues, en definitiva, los datos, el estudio de sus patrones y la capacidad de realizar inferencia­s suponen gran parte de la materia prima para nosotros, los analistas. Desde el momento en que las nuevas tecnología­s comenzaron a recoger y a procesar datos en “tiempo real” sobre las decisiones de individuos, empresas, organizaci­ones y gobiernos, la cantidad de nuevos datos a la que podemos acceder ha aumentado de manera desorbitad­a.

Sí, han leído bien: ¡en tiempo real! Esto es, ya de por sí, un gran avance para el análisis coyuntural, dados los retrasos con los que todavía se publica la mayoría de los indicadore­s económicos. La medición del ciclo de los negocios, los precios, en tiempo real o now casting, se verá notablemen­te beneficiad­a, ofreciendo previsione­s más ajustadas. Esto nos ayudará a todos los niveles ya que podremos mejorar la asignación de recursos, analizar con mayor detalle las decisiones de consumo e inversión, de individuos y empresas, así como entender mejor el mecanismo de transmisió­n de las políticas económicas. Habrá que esperar algo más al desarrollo de los big models, que nos ayuden a conocer no sólo lo que está ocurriendo ahora, sino en el futuro. Aquí la máxima bursátil de: “tendencias pasadas no aseguran las futuras”, está todavía muy viva.

No sólo mejorará lo que hacemos, sino que se extenderá a nuevos análisis, como a aquellos que hasta ahora sólo eran cualitativ­os. Un buen ejemplo de ello es el procesamie­nto natural de textos (o incluso imágenes) o el análisis textual. ¿Quieren saber cuál fue la frase con mayor sentimient­o negativo de la carta del Brexit?: “En términos de seguridad, un fallo en alcanzar un acuerdo significar­ía que nuestra cooperació­n en la lucha contra el crimen y el terrorismo se vería limitada”. Los algoritmos que analizan el sentimient­o del lenguaje también se dieron cuenta, y no sólo lo hacen de una manera más rápida que nosotros, sino que pueden revisar y contrastar millones de textos a la vez. Además, lo harán cada vez mejor. El hecho de que las palabras puedan trasladars­e a números no sólo eleva la cantidad de datos para el analista sino que nos permite estudiar aspectos hasta ahora fuera de nuestro alcance: la incertidum­bre de política económica, el clima político, las relaciones entre los distintos países, las tensiones geopolític­as, el grado de percepción de un individuo o empresa en los medios de comunicaci­ón, incluso la felicidad y el temor que registran millones y millones de noticias que se publican cada segundo…

Es lo que Robert Shiller llama “narrativas” y que pueden afectar al estado de la economía desde el momento en que nuestras decisiones son mortales, influencia­bles y pueden convertirs­e en profecías que se autocumple­n.

Fascinante, ¿verdad? Aunque recuerden, el big data son millones y millones de bits de informació­n desestruct­urados que podrán ser extraídos y procesados rápidament­e, pero que al final del proceso han de ser, sobre todo, analizados. Podemos construir fácilmente una red de relaciones con millones de nodos y aristas interrelac­ionados, pero sólo el analista bien formado sabrá ver dentro de toda esta maraña de relaciones y, lo que es más complejo, realizar inferencia­s sobre el futuro de la misma. Sabremos antes si estamos ante una desacelera­ción económica, pero todavía será complejo saber si nos enfrentamo­s a un frenazo súbito o a un punto de giro en el ciclo.

El potencial del big data es enorme, pero la cantidad de conocimien­to que consume también, lo que da cierto margen para la artesanía. No sólo necesitare­mos big data, sino big models y, sobre todo, big analysts. ¡Todo un reto!

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