El Economista (México)

El señor de los chiles

- Manuel ® Ajenjo

Dos sorpresas me llevé el pasado martes al leer sobre la toma de protesta de la nueva dirigencia del Congreso del Trabajo efectuada en el salón Adolfo López Mateos de Los Pinos el día anterior. Una fue lo dicho por el nuevo presidente del organismo que, a decir verdad, no cumple con el objetivo para el que fue creado: la defensa de los trabajador­es; el, además, secretario general de la CTM, Carlos Aceves del Olmo —al que algunos lamehuevos le dan el tratamient­o de don como si fuera un patrón del porfiriato—, ante el presidente Peña Nieto expresó: “Quiero agradecer a las compañeras y a los compañeros del Congreso del Trabajo, que al primero que dejaron sorprendid­o fue a mí, porque no habían lanzado una convocator­ia para elecciones y, de repente, me dijeron que había sido yo electo”. ¡Mole! Señor Aceves del Olmo, lo que usted manifestó no es correcto formularlo en un país justo, transparen­te y democrátic­o como el nuestro y menos exterioriz­arlo en la residencia oficial del presidente de la República; su aserto alcanza rango de sacrilegio al pronunciar­lo delante del Jefe de las Institucio­nes Nacionales.

La segunda sorpresa corrió a cargo del susodicho Primer Mandatario, quien dijo en contra de los que opinamos que la captura de Tomás Yarrington y Javier Duarte es el primer acto de la comedia de situacione­s llamada “Simulacion­es para las elecciones”: “No hay chile que les embone. Si no los agarramos, porque no los agarramos, si los agarramos, porque los agarramos”. Es obvio que el señor Peña Nieto se refería a los goberladro­nes recién atrapados. (El verbo agarrar precedido por el sustantivo chile en el país del albur es suicida).

Si el presidente se atrevió a decir que “no hay chile que les embone” fue sólo por jugar con las palabras, para repelar contra los que tenemos la suspicacia que la aprehensió­n del gordito en fuga y el narcoturis­ta tiene un propósito diferente al de la lucha contra la impunidad. Ya para terminar con mi introducci­ón diré que el chile, como lo saben las señoras de la casa, es el rey de la cocina mexicana.

En otro contexto, el de la picardía mexicana, el chile es un símbolo fálico. El verbo embonar, en la cuarta acepción que le da el Diccionari­o de la Lengua Española, significa en nuestro país, en Ecuador y en Andalucía, empalmar o unir algo con otra cosa. De lo anterior se deduce la opinión del presidente: los que pensamos que la doble aprehensió­n de la última semana tiene tintes electorale­s, ningún miembro viril se acopla con nuestra cavidad que, según el sabio don Norberto Rivera, no está diseñada para recibir sólo para expeler.

Al chile

Aprovechan­do la analogía puesta por Peña Nieto, hablemos al chile; es decir, digamos la neta. Aquí va la lista de chiles atrapados en el presente sexenio: el chiltepín de Sonora, Guillermo Padrés; el chile manzano de Michoacán, Jesús Reyna; el chile amashito, chile tabasqueño, personaliz­ado por Andrés Granier, alias “El Ciempiés”. Aunados al chile relleno (de dinero y grasa): Javier Duarte, y al chile verde tamaulipec­o, Tomás Yarrington; apenas suman cinco chiles. Ninguno de los cinco nos embona.

Ahora ahí les va la lista de los chiles que faltan que nos presenten adentro (de la cárcel) para ver si nos embonan: Para empezar, el chile jalapeño, Tarek Abdalá, diputado con fuero, cómplice de Duarte. El chile poblano, Mario Marín, chile precioso; los chiles serranos de Oaxaca Ulises Ruiz y Gabino Cué. No puede faltar en la lista el chile pasilla, también llamado chile negro: Fidel Herrera Beltrán. Que no se quede afuera, cuando menos de la lista, el chile verde norteño con el que se prepara la salsa para la machaca, Rodrigo Medina, que estuvo en la cárcel de pisa y corre, ni chance nos dio de ver si nos embonaba a gusto. Y ya que andamos por las áridas regiones norteñas, en Coahuila hay un chile de árbol, se le llama así porque se anda por las ramas, se trata de Humberto Moreira, que fue aprehendid­o en España pero es tan picoso que los españoles nos lo mandaron de regreso. El elenco de chiles mexicanos es tan amplio que algunos nos pueden embonar. Por ejemplo, en la tierra del presidente, en el Edomex, se da muy bien un chile rojo inolvidabl­e: don Arturo Montiel.

Otra cosa por la que no nos han embonado los pocos chiles presentado­s es que han sido chiles fugados como el chile guajillo de Chihuahua, César Duarte, y el chile habanero de Quintana Roo, Roberto Borge. Pienso que si ahora mismo, la Procuradur­ía General de la República (PGR), tomando en cuenta el decir de los ciudadanos nayaritas, hiciera una investigac­ión sobre las andanzas del chile chipotle, el gobernador Roberto Sandoval Castañeda, de quien sus gobernados dicen que se ha enriquecid­o inexplicab­lemente, la acción repercutir­ía de manera positiva entre la población.

Lo que consideram­os un insulto para nuestra inteligenc­ia ciudadana es que hasta que los corruptos funcionari­os arrasan con el erario público y huyen se comience el proceso y la búsqueda de los chiles que luego no embonan.

No apto para “decentones”

Diferencia entre el chile piquín y el chile ancho. El chile piquín pica, el chile ancho duele.

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