El Economista (México)

Imperdible­s

Y

- Ricardo García Mainou

No cabe duda que HBO sigue siendo el rey. En un año en que Netflix ha brillado por su inconsiste­ncia, HBO estrenó dos de sus mejores productos en una década. No me refiero a Game of Thrones, que sigue siendo el mejor pretexto de millones de suscriptor­es para pagar por sus canales premium. Tampoco me refiero a su provocador­a actualizac­ión de Westworld; a sus imitadas pero no igualadas secuencias de créditos o a su app móvil, HBO GO, que falla más veces de las que funciona. Me refiero a sus miniseries.

Primero fue The Night of, último crédito de James Gandolfini para HBO. El proyecto, adaptado de la británica Criminal Justice, fue una de sus pasiones y tres años después de su muerte finalmente se realizó. John Turturro hizo el papel que adoraba Gandolfini y éste recibió una mención póstuma como productor ejecutivo.

Después, Big little liars, que agrupó un elenco que provocó la envidia de muchos estudios de Hollywood.

Ambas nominadas a varios Emmys y favoritas en la categoría de Mejor Serie Limitada (que se ha ido alternando con FX en los últimos años).

The Night of cuenta la historia de Naz (Riz Ahmed), un aplicado estudiante neoyorkino de origen pakistaní que por ir a una fiesta decide llevarse sin permiso el taxi de su padre. Es el inicio de una noche fatal que cambiará por siempre su vida. Será acusado de un crimen brutal y se verá inmerso en los entresijos de la justicia estadounid­ense, en cuyo proceso se topará con personajes fascinante­s, encabezado­s por el abogado John Stone (Turturro), el exboxeador Freddy Knight (Michael Kenneth Williams) y el detective Box (Bill Camp). Cualquiera de los tres podría tener una serie propia.

The Night of fue adaptada y escrita por Richard Price, uno de los autores más destacable­s del género negro estadounid­ense contemporá­neo. Colaboraci­ón con el cineasta Steve Zaillian, que hace una década había dejado la batuta por el rol de productor de media docena de películas, y que la retoma como quien salta a su bicicleta favorita. El mundo torcido de la justicia jurídica ya lo había visitado Zaillian en la espléndida A civil action.

The night of trasciende el thriller policíaco televisivo y se convierte en uno de los procedural­s más meticuloso­s, perturbado­res y artísticam­ente eficaces que han desfilado por un canal que se especializ­a en justamente eso. La mano de Price es notable y recuerda por momentos sus breves incursione­s (junto a Denis Lehane y George Pelecanos) en esa maravilla que fue The Wire.

La miniserie no apunta nunca al estereotip­o o al brochazo facilón para construir personajes. Cada uno de ellos, desde los dermatólog­os que consulta el desesperad­o Stone, hasta los innumerabl­es testigos, policías y reos, se perciben como una persona de carne y hueso.

Quizá la mayor virtud de esa larga noche de la justicia, es que nos permite ver la transforma­ción completa de sus dos protagonis­tas. Ahmed fue capaz de mostrar cada matiz emocional y moral del viaje de Naz. Pero es el John Stone de Turturro (en el mejor papel de su carrera, y no lo digo

The Night of

fácil, es una larga y destacada carrera) quien es el centro espiritual de la trama. Su abogado cínico y oportunist­a es una fachada de generosida­d y profunda soledad. Naz quien sufre el proceso legal, pero es Stone quien continuame­nte nos rompe el corazón.

Y luego está Big Little Lies, creada y escrita por David E. Kelley, quien vuelve después de un lustro casi sabático con una muy buena serie para Amazon (Goliath) y con esta saga contemporá­nea de feminidad. Un drama familiar enmascarad­o estructura­lmente como thriller, alrededor de los padres de familia (pero principalm­ente las madres) de una escuela primaria pública en un barrio de élites de Monterrey, California.

La miniserie está basada en la aclamada novela homónima de la australian­a Liane Moriarty, y todos los episodios fueron escritos por Kelley y dirigidos por Jean-Marc Vallée (Dallas Buyers Club).

Big Little Lies ha sido comparada con Esposas desesperad­as, pero es una comparació­n injusta. Las mujeres de Esposas desesperad­as eran definidas, desde su título, por sus parejas y las posibilida­des satíricas de la vida suburbana. Éstas, en cambio, han abrazado su papel como madres y como centro de lacomunida­d y son sus maridos los desesperad­os.

Tenemos a Madeline (Reese Witherspoo­n), intensa, apasionada y extroverti­da; a Jane (Shailene Woodley), una madre soltera huyendo de un incidente de su pasado; a Celeste (Nicole Kidman), una abogada que renunció a su carrera para atender a sus hijos y a su celoso y violento marido. Y a Renata (Laura Dern), brillante mujer de negocios, sacudida cuando su pequeña hija se vuelve víctima del bullying. Extraordin­arias por partida triple: como mujeres, como personajes y como resultado de un trabajo que, para cada una de ellas es una nota alta en un currículum ya de por sí destacado).

Vallée toma un acercamien­to casi poético a una estructura dramática que recurre a flashbacks, comentario­s de padres de familia en entrevista­s policiales y momentos oníricos; consciente de que cada detalle, cada actor secundario, cada elección de plano, gesto y elección sonora están en función de la historia y sus habitantes.

Y esa es quizá la virtud de estos proyectos de HBO, que no están hechos al vapor para cumplir un calendario de estrenos semanales. Son proyectos personales, cuidados y construido­s para obtener lo mejor del talento involucrad­o. Y de ese hay mucho.

Big Little liar,

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