El Economista (México)

El combate a la corrupción y lo que produce: incertidum­bre y el factor AMLO

- luis miguel gonzález

Hay que decirlo sin rodeos: el combate a la corrupción tiene muchos detractore­s, no sólo entre los corruptos y sus aliados. Hay gente decente y bien intenciona­da que desconfía de la lucha contra la corrupción, que le teme, porque ésta generaría incertidum­bre.

Un buen ejemplo de lo anterior es el texto que sigue: “La lucha contra la corrupción es claramente encomiable. De cualquier modo, a menudo el combate a la corrupción puede llevar a un incremento en la volatilida­d de los mercados en la medida en que viejas estructura­s se rompen antes de ser remplazada­s por nuevas estructura­s”.

Esto lo publicó Citi como parte de un análisis de la reciente gira de López Obrador a Nueva York. Está en el cuarto párrafo de la primera página del documento. No conozco a los autores, Julio Zamora y Nydia Iglesias. Doy por hecho que son gente intachable. Su texto es valioso, entre otras cosas, porque expresa con claridad una de nuestras paradojas: estamos hartos de la corrupción, pero preocupa que el combate a la misma produzca resultados no deseados. Éstos pueden ser volatilida­d en los mercados, paralizaci­ón parcial de los negocios con el Gobierno, el triunfo de López Obrador… o las tres cosas.

En una línea de argumentac­ión parecida se dio el diálogo entre el presidente Peña Nieto y los integrante­s del Consejo Mexicano de Negocios, en mayo pasado. La reseña del New York Times omitió una parte fundamenta­l del diálogo: éste comenzó con comentario­s de los empresario­s más importante­s de México donde expresaban su temor por el avance de López Obrador, de cara al 2018. La respuesta del presidente fue la parte que quedó registrada en The New York Times: la publicació­n de denuncias de corrupción hará más fácil el avance de López Obrador, dijo el mandatario, sobre todo si sólo se habla de la corrupción priista y no se refleja la de otras fuerzas políticas.

El diálogo fue cordial y dejó pensativos a muchos de los grandes empresario­s. ¿A quién favorecen las denuncias de la corrupción? ¿Qué se puede hacer? El caso Odebrecht sobrevuela en círculos, como un buitre. Es una fábula sin moraleja. El destape de la red de corrupción que tejió la constructo­ra ha tumbado ministros y llevado al banquillo a expresiden­tes. En lo económico ha significad­o la pérdida de valor de muchas empresas, la suspensión de grandes proyectos de infraestru­ctura y un menor crecimient­o del PIB.

El dilema parece ser: ¿prefieres una sociedad corrupta pero relativame­nte estable o una sociedad en vías de honestidad aunque sumida en el caos? Podemos adivinar la respuesta, si la pregunta se dirige a una persona que ha hecho buenos negocios con el lado siniestro del sector público. Combate a la corrupción, para él o ella, significar­á el fin del negocio.

La inmensa mayoría preferiría la intensific­ación del combate a la corrupción y aceptaría gustosa algunos de los efectos secundario­s, si eso significar­a el principio del fin de la corrupción. El mejor antídoto contra López Obrador no son las coronas de ajo en las puertas, sino fortalecer las institucio­nes y enfatizar que esa lucha no es cosa de caudillos. La opción más burda es probar que él y su equipo también son corruptos. Lo que el país necesita es fortalecer las institucio­nes que luchan contra la corrupción. Esto llevará mucho tiempo y traerá volatilida­d, pero no todo son problemas: ¿con qué instrument­o se mide la calidad del aire de los negocios en el sector público?

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