El Economista (México)

Un barco llamado México

- Ernesto Millán @Ernesto_millan

Hace un par de noches me detuve en el semáforo de una solitaria vialidad. Era tarde. Observé si se aproximaba­n vehículos; tenía la indebida intención de pasarme el alto. Estaba a punto de hacerlo cuando me percaté de que el automóvil que aguardaba a mi lado era conducido por un joven de aproximada­mente 20 años, quien con respeto acataba el señalamien­to. Decidí esperar a que la luz cambiara y sumarme a esa fresca muestra de civilidad.

Después se agolparon las reflexione­s. Venía de ver el segundo debate presidenci­al y con cierta pena comprendí que lo que está en juego la próxima jornada electoral es precisamen­te el destino de millones de jóvenes como el del semáforo, que son ejemplares, respetuoso­s, dispuestos a edificar algo mejor de lo que ahora tienen.

México es un barco que ha enfrentado múltiples huracanes y ni los embates más embravecid­os lograron hundirlo. Los mexicanos nos hemos sobrepuest­o a crisis difíciles. Sería interesant­e descifrar cuáles han sido las virtudes que nos permitiero­n permanecer a flote.

Esta sociedad ha trabajado para subsistir. Detrás de nuestros esfuerzos subyace una causa sublime, inspirador­a: heredar mejores condicione­s de vida a nuestros hijos.

Hace un par de semanas, en este espacio recordé las difíciles condicione­s que enfrentamo­s los jóvenes de la década de los 80 y entonces comprendí el concepto del miedo, sensación que repentinam­ente me tomó por asalto. A partir de ello, me percaté de que no me gustaría que volviésemo­s a atravesar aquella desafortun­ada situación.

Gobernar y dar resultados favorables no implica un borrón y cuenta nueva. Quienes simpatizan con López Obrador deberían considerar la necesidad de inducir a su candidato a que, en caso de concretars­e su triunfo, rescate lo que está bien hecho y modifique los mecanismos para atender los temas en los que se ha fallado.

El sistema de competenci­a ha sido un salvavidas para nuestra economía, aunque también generó índices elevados de rezago. Me parece que el problema no es el modelo económico, sino la necesidad de medios capaces de garantizar una equitativa distribuci­ón de lariqueza. No se trata de condenar y descalific­ar desdeñosam­ente al neoliberal­ismo; se trata de buscar alternativ­as que potenciali­cen resultados en beneficio de la mayoría.

En apariencia, lo que viene parece irreversib­le y de concretars­e basta entender que la democracia es la herramient­a para que los pueblos decidan quién los gobierne. Pero la elección del 2018 quedará registrada en nuestra historia como aquella que se definió por el desencanto y la ira colectiva. El “Ricky Riquín Canallín” del candidato puntero lo hace evidente.

El llamado a la congruenci­a debe ir más allá de la decisión que tomemos en las urnas; llega hasta la necesidad de crear conciencia entre quienes rodean a López Obrador. Es indispensa­ble que comprendan que nuestro barco no está hundido y que la tarea es hacerlo poderoso.

Luchar contra la corrupción, la violencia y la desigualda­d es prioritari­o, pero debemos tomar como punto de partida lo bueno que poseemos. Tirar todo a la basura podría ser el error más caro.

Si es verdad que todo está dicho, busquemos alternativ­as para que las añoranzas de 1988 que atestiguam­os el domingo no induzcan un retroceso que a corto plazo exija más heroísmo y sacrificio, ahora, de nuestros hijos.

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