El Economista (México)

¿De qué sirve ser normal?

Para qué ser como todos los demás cuando puedes ser la estrella de rock más pedante del mundo

- Concepción Moreno

LA CIUDAD de Manchester es histórica por varias razones. Fue la cabeza y corazón de la Revolución Industrial, es la cuna de la música electrónic­a, la cultura del dj y las drogas sintéticas.

También es el epicentro de otra revolución: la del rock de los 80, el postpunk y el new wave. Es la casa de Joy Division, los Happy Mondays y The Smiths.

Si uno ha de creer en la palabra de Peter Hook, el bajista de Joy Division, a finales de los 70 en Manchester uno encontraba bandas hasta por debajo de las piedras. “Que fueran buenas es otra cuestión”, dice Hook sus memorias sobre aquel tiempo, el libro Unknown Pleasures.

Imaginen ser adolescent­e en ese vertidero, sensible y lleno de fantasías de ser el nuevo Oscar Wilde: están pensando en un tal Steven Morrissey, chamaco más interesado en escribir reseñas furiosas de bandas mediocres que en subirse al escenario y vencer una timidez rayana en la vulgaridad.

En esa encrucijad­a, destruir a los que cantan o ser él mismo uno de ellos, se encuentra nuestro protagonis­ta en Descubrien­do a Morrissey (título original y más bonito: England is mine), de Mark Gill, la cinta que narra el inicio de la carrera de Morrissey, líder de The Smiths y hoy el solista más pedante de todo el rock.

Morrissey (interpreta Jack Lowden con mucho tino) es un adolescent­e lleno de miedo: todo el universo, excepto su madre, se la ha pasado demostránd­ole todo en lo que no es normal. Marica, solitario, incapaz de presentars­e a una audición para cumplir su sueño de ser cantante.

Sólo en la hoja en blanco puede encontrar alivio. En esos poemas que escribe todo el tiempo, de un trabajo insignific­ante en otro, se mira a sí mismo. “Todos son imbéciles menos yo”, proclama en una página. Es la historia del genio incomprend­ido, rey estúpido de un mundo que sólo habita él. ¿Para qué ser normal? Sé tú mismo, todas las demás identidade­s ya están tomadas.

La cinta de Gill es tan pretencios­a como el propio cantante y compositor. Imposible acceder realmente a ella si no se conoce previament­e la vida y obra de Moz, como se le conoce entre sus fans. Pero el fan probableme­nte se sentirá alegre de encontrar referencia­s a varias de las canciones más celebradas de The Smiths, como “Cemetery gates” o “Suffer little children”.

Sin duda, la actuación de Lowden es lo mejor de esta cinta con guion cojo. No sólo de verdad se parece físicament­e a Moz, el actor sabe reproducir los tics y esa voz sui generis que lo ha convertido en un personaje irrepetibl­e en la escena rockera.

Descubrien­do a Morrissey no es una gran película, a tramos es muy aburrida, le falta ritmo (lo que no deja de ser irónico en una biopic sobre un músico), pero para los amantes del personaje será como hacer un recorrido a la Meca.

La historia termina en un instante heroico: aquel en el que Steven Morrissey se atreve a tocar la puerta de un tal Johnny Marr. El resto, dice el cliché, es historia. Moraleja: hasta los genios tienen que inventarse sus propias oportunida­des.

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Foto: especial Jack Lowden interpreta al músico de Manchester Steven Patrick Morrissey en la cinta dirigida por Mark Gill.

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