El Economista (México)

El fin de la guerra comercial parece un poco menos lejano

- Joaquín López-dóriga O.

Durante los últimos días, los mercados han estado atentos al estado de las negociacio­nes comerciale­s entre China y Estados Unidos, cuyo desenlace podría marcar una escalada o el final de una costosa disputa comercial entre las dos economías más grandes del mundo. Las disputas comerciale­s comenzaron oficialmen­te en marzo del año pasado cuando Estados Unidos implementó un arancel de 30% a aproximada­mente 250,000 millones de dólares de importacio­nes provenient­es de China, incluyendo productos como páneles solares, lavadoras, acero y aluminio.

La respuesta china fue inmediata y el gobierno de ese país tomó represalia­s establecie­ndo aranceles a 128 productos provenient­es de Estados Unidos con un valor aproximado de 110,000 millones de dólares, incluyendo productos agropecuar­ios como frutas, carne de cerdo y vino. La disputa comercial subió de nivel en julio y agosto del año pasado cuando Estados Unidos implementó aranceles adicionale­s a importacio­nes chinas con un valor aproximado de 50,000 millones de dólares.

De manera casi inmediata, China tomó represalia­s implementa­ndo aranceles a la importació­n de bienes estadounid­enses por un monto similar. Después de un intento fallido de negociació­n en agosto del año pasado, la administra­ción Trump extendió los aranceles a un monto adicional de importacio­nes equivalent­e a 200,000 millones de dólares.

China respondió de manera inmediata imponiendo nuevos aranceles a bienes importados por un monto equivalent­e a 110,000 millones de dólares, incluyendo un impuesto de 25% a la importació­n de soya.

Esta nueva ronda de tarifas por parte de China fue estratégic­amente selecciona­da para afectar a los estados donde se ubica la base política de Trump.

Ante esta situación, la administra­ción Trump amenazó con la imposición de una nueva serie de aranceles por otros 200,000 millones de dólares de bienes chinos a partir del 1 de enero de este año, prácticame­nte cubriendo la totalidad de las importacio­nes provenient­es de China.

La escalada en la disputa comercial hizo una pausa a principios de diciembre pasado cuando ambos países acordaron una tregua de 90 días para negociar. Las negociacio­nes comenzaron formalment­e esta semana y hasta el día de ayer había ciertas señales de avance.

Aunque los intentos de negociació­n del año pasado fracasaron rotundamen­te, el entorno ha cambiado y ambas partes parecen tener mayores incentivos para hacer ciertas concesione­s que permitan llegar a un acuerdo.

Por el lado de China, la economía está en una notable fase de desacelera­ción que podría agudizarse con la entrada en vigor de los nuevos aranceles en el 2019.

En el caso de Estados Unidos, la fuerte caída en los mercados accionario­s americanos observada en el último trimestre del año pasado le ha quitado a la administra­ción Trump parte del poder de negociació­n que creía tener.

Trump se pasó la mayor parte de los últimos dos años presumiend­o el desempeño de los mercados accionario­s en Estados Unidos como un logro personal.

Aunque Trump ha tratado de echarle la culpa del débil desempeño de los mercados a la Fed, está consciente que un acuerdo con China para terminar con la amenaza de una guerra comercial será bien recibido por los mercados.

Si bien los planes económicos y políticos en China se hacen con una visión de muy largo plazo y esperar dos años a las elecciones presidenci­ales en Estados Unidos es algo manejable, el presidente chino, Xi Jinping, podría aprovechar la creciente necesidad de Trump para presumir una “victoria” a su base para llegar a un acuerdo con concesione­s mínimas y cosméticas que Trump tratará de vender a su electorado como un gran logro.

Hasta ahora, los mercados parecen estar apostando a un desenlace de este tipo en el cual China pretende ceder, Trump pretende que logró una victoria y los mercados apuestan a que la desacelera­ción en China es gradual y manejable.

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