El Economista (México)

La lucha contra el huachicol

No es imposible que algunos huachicole­ros se encuentren incluso riendo ante el cierre de los ductos. Irremisibl­emente, las válvulas deben volver a abrirse.

- Bruno donatello

Un proverbio anglosajón habla del atolondrad­o individuo que al deshacerse del agua sucia de la bañera arroja también al desagüe al niño recién bañado. La metáfora se aplica con bastante precisión a la lucha contra los huachicole­ros —delincuent­es que se roban los combustibl­es de Pemex para revenderlo­s en el mercado negro— que ha emprendido la actual administra­ción autodenomi­nada de la cuarta transforma­ción. Y en esta problemáti­ca, el papel del niño arrojado al desagüe lo están jugando los consumidor­es amenazados con el desabasto de gasolinas. Según los diarios de hoy, ya el pánico llegó hasta la Ciudad de México.

Pero el punto a destacar es la falta de claridad que parece marcar la estrategia de combate que se ha elegido. Claramente, la clave de esa estrategia no puede descansar en el cierre de los ductos para que los huachicole­ros no los puedan ordeñar. Ese enfoque es miope en la medida en que, irremisibl­emente, pronto tendrán que volverse a abrir las válvulas de flujo. La clave, para que pueda ser verdaderam­ente exitosa, tiene que ser otra: desmembrar las bandas del huachicol y meter a la cárcel a las cabecillas y a sus cómplices.

El enfrentami­ento del actual gobierno contra los huachicole­ros empezó bien cuando el propio presidente López Obrador reconoció desde el poder algo que ya era un secreto a voces: que en el robo de gasolinas y combustibl­es que sufría Pemex estaban involucrad­os agentes dentro de la entidad. Sin embargo, AMLO nos metió en una gran desilusión cuando extendió el perdón a priori a todos los altos funcionari­os de esa muy saqueada empresa estatal. ¿Y si algunos de ellos no son inocentes en este caso escandalos­o y abusivo, cómo se debe proceder?

Tengo para mí que no puede haber un combate efectivo en contra de la corrupción y del delito cuando subsiste la impunidad. No es imposible que algunos huachicole­ros, escondidos en sus madriguera­s, se encuentren incluso riendo ante el cierre de los ductos. Para una verdadera solución del problema se requiere que los primeros sean aprehendid­os y castigados para que el escarmient­o empiece a surtir efectos benéficos. No se ve, ni puede pensarse, en otra forma de proceder que no sea ésa. Así que, señor presidente López Obrador, quedamos a la espera de tan venturoso momento que de llegar aplaudirem­os de todo corazón.

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