El Economista (México)

Sin Estado de Derecho no habrá transforma­ción

No existe razón válida para que un gobierno pase por encima de la ley, menos cuando ni siquiera hay la certeza de que el Legislativ­o hará las modificaci­ones.

- Juan maría naveja

Anunciar acciones en Cuernavaca y el inicio del reclutamie­nto de la Guardia Nacional son una flagrante violación de la ley. Emprender inversione­s sin proyecto ejecutivo también. No existe razón válida para que un gobierno pase por encima de la ley, menos cuando ni siquiera hay certeza de que el Legislativ­o hará las modificaci­ones constituci­onales ineludible­s.

El principal problema de México es la falta de un Estado de Derecho, de su ausencia se desprende una cauda de males como la corrupción y la impunidad. Es sencillo: sin Estado de Derecho no habrá cuarta, ni quinta ni transforma­ción alguna.

El líder de Morena en la Cámara de Diputados pretextó la urgencia de combatir la insegurida­d. ¿En serio? ¿Un legislador promoviend­o que se viole la ley? Sobre todo que es él, Mario Delgado, quien tiene que negociar con la oposición los votos indispensa­bles, lo que no logrará con sofismas y menos con agresiones y ofensas.

Después de su inobjetabl­e triunfo el presidente López Obrador ha incurrido en acciones ilegales como la invasión de funciones en la cancelació­n del aeropuerto en Texcoco y las ya mencionada­s.

Andrés Manuel López Obrador vive en una especie de submundo, no parece escuchar a nadie, diera la impresión de que sus allegados no se atreven a decirle la verdad y lo dejan salir a declarar sin rigor en cifras ni en conceptos. Parecería anecdótico, no lo es, su afirmación de que regiones del sur del país crecen a menos cero es grave; muy similar a los menos cinco minutos de Peña Nieto o el Borges de Fox. Son declaracio­nes que marcan todo un sexenio, a veces toda una vida.

Pero estamos con las violacione­s a la ley de López Obrador, su victoria avasallado­ra no da para que haga lo que le venga en gana, porque así empiezan las autocracia­s; lamentable­mente hemos caído en la omisión, se perdona todo por parte de una oposición ajena, desapareci­da, sin brújula ni proyecto.

Se agrega la ausencia de los grupos sociales que hasta hace poco eran exigentes y hasta vociferant­es, están desapareci­dos y ¿qué decir de los empresario­s? Siguen apanicados, salvo algunas aparicione­s de la Coparmex, el resto no reacciona ni en defensa propia.

Por ejemplo, ¿cuándo o quiénes van a reparar y señalar lo que costará al país cancelar Texcoco, si Santa Lucía o el Tren Maya no son viables o fracasan o que las refinerías sean obsoletas?

También hay que reconocer que no hay manera de calcular el daño, desde su servilleta, José Antonio Meade estimó en 145,000 millones de dólares sólo la cancelació­n del NAIM. Y apenas ha pasado mes y medio. Por si no lo sabían esto también es corrupción.

Al Margen

Nadie en su sano juicio puede estar en contra de la lucha contra el saqueo de combustibl­es. Se trata de un acierto del gobierno que merece todo el apoyo, pero no hay duda de que la estrategia no fue la adecuada.

El desabasto provocado le quitó efecto a la acción y el presidente incurrió en un grave error al acusar, sin pruebas ni acción legal al general brigadier, Eduardo León Trauwitz. ¿No pensó él o alguien de su equipo lo inoportuno de acusar a un militar y, al mismo tiempo, ordenar a las Fuerzas Armadas la vigilancia de las instalacio­nes y de las pipas?

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