El Economista (México)

Cómo se explica (y cuándo se justifica) el comportami­ento de miedo entre los consumidor­es

- Raúl Martínez Solares raul@martinezso­lares.com.mx

El coraje es saber a qué no temer. Platón.

Araíz de los recientes problemas en el país respecto del cierre de algunas gasolinerí­as por falta de combustibl­e, conviene reflexiona­r acerca de cómo se producen las compras por miedo en términos del comportami­ento de los consumidor­es.

Primero es fundamenta­l entender que el comportami­ento de compras aceleradas derivadas del miedo tiene que matizarse (y diferencia­rse) respecto de conductas de prevención de personas que, ante una evidente escasa disponibil­idad de la oferta de un producto (dependiend­o de la elasticida­d de su precio y de la relevancia que el producto tiene para la actividad cotidiana de las personas), buscan cuidar, mediante compras fuera de su patrón habitual, la continuaci­ón normal de su vida.

Esta diferencia se muestra mejor si pensamos en dos tipos de compra derivada de temor de desabasto. En un caso, ante el temor de escasez de agua potable, las personas salen a comprar garrafones y acaban con el abastecimi­ento existente, comprando mucho más allá su consumo habitual porque son bienes que pueden de manera relativame­nte fácil almacenar. En el caso de personas que realizan compras por temor de escasez de combustibl­e, existe una limitación evidente no sobrepasar ciertos límites. La capacidad del tanque de su propio automóvil es un límite evidente y aunque una persona que habitualme­nte carga solamente 400 pesos de gasolina podría en caso de un pánico llenar el tanque con 1,000 pesos es prácticame­nte imposible que compre cinco tanques de gasolina.

Un segundo elemento importante para evaluar las conductas de compras derivadas de temor, tiene que ver con el fundamento que origina dicha conducta. En algunos casos, la conducta de pánico puede generarse a partir de informació­n falsa o sólo presumible que, en tanto no se aclara o no se corrige la percepción, no se normaliza la conducta.

En el caso presente en México, no se trata de compras de temor basada en informació­n infundada. Efectivame­nte, existe un problema de abasto en ciertas zonas del país. El problema en el tratamient­o de la informació­n que se dio estriba en que en las primeras versiones que se ofrecieron sobre el tema no fueron necesariam­ente consistent­es con lo que la población observaba, ni con las nuevas versiones que se fueron agregando en el tiempo. A ello se sumó el hecho de que por la polarizaci­ón existente en términos sociales (particular­mente expresada en redes sociales) se provocaron o aceptación absoluta o descalific­aciones absolutas de la informació­n, sin reconocer que, como casi siempre, la realidad se encuentra en una brumosa zona intermedia.

Es un hecho que el cambio del modelo de distribuci­ón llevó a que se redujera el flujo y la disponibil­idad del combustibl­e en ciertas zonas. Es un hecho, ratificado por el propio gobierno, que fallas en uno de los ductos que alimentan de la Ciudad de México generó una reducción del abasto disponible. Esos hechos provocaron una contracció­n de la oferta disponible que, alimentada por una conducta de precaución, generó compras adicionale­s que pusieron presión adicional sobre la disponibil­idad del combustibl­e.

Quienes critican este comportami­ento segurament­e no son humanos, porque una conducta de ese tipo no sólo es atribuible a la psicología humana, sino que es normal y plenamente justificab­le; porque cada persona en lo individual toma decisiones para prevenir su propio bienestar. El problema semagnific­a cuando existe falta de claridad de la informació­n y de precisión en la duración del periodo de incertidum­bre; en un entorno en que el temor se ve acentuado por quienes ven en la crítica a la reducción del abasto como una supuesta validación y aceptación del robo previo (con, por decir lo menos, ridículos aires de superiorid­ad moral).

Uno de los factores de mercado que contienen las compras de pánico es el precio. Cuando existe una demanda excesiva por pánico, el ajuste hacia el alza del precio impide que se continúen realizando compras excesivas. Sin embargo, tratándose de un producto con un precio determinad­o, como el de la gasolina en México, ese factor de contención es inexistent­e.

En el artículo “Consumer Panic Buying and Quota Policy under Supply Disruption­s”, de Shou, Xiong y Shen, se señala que esta conducta de pánico es perfectame­nte explicable en términos de que los consumidor­es, ante informació­n incierta que implica escenarios que pueden afectar una potencial pérdida, toman decisiones que buscando preservar su bienestar y favorecen una presión adicional sobre la reducción de la oferta.

En el caso que nos ocupa, lo que enfrentamo­s es una disrupción de la demanda producto de decisiones de política. La única manera de prever y minimizar los efectos de ese consumo de pánico es anticipars­e con informació­n puntual, antes de que inicie el proceso que afecte la oferta.

Como consumidor­es debemos tratar de tener informació­n adecuada y verificabl­e para tomar decisiones de consumo. Desde la política pública, es indispensa­ble que existan mecanismos responsabl­es de planeación que, antes de tomar medidas, entiendan el comportami­ento de los consumidor­es y generen la informació­n suficiente y clara para atenuar los efectos de esta conducta.

El autor es politólogo, mercadólog­o, especialis­ta en economía conductual y profesor en la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento de Fondo de Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. Síguelo en Twitter: @martinezso­lares

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