El Economista (México)

El 2019, ¿el fin del nuevo populismo?

- Dalibor Eterovic

Varios eventos, espero, marcarán el nuevo año. La desacelera­ción en Estados Unidos, algo que el mercado ya empieza a intuir; la estabiliza­ción de la economía China a través de estímulos graduales, y la resolución, todavía incierta, del divorcio entre la Unión Europea y el Reino Unido. Pero a mi juicio, el evento de mayor relevancia, con impactos duraderos es el posible desplome del populismo como fuerza política global. Y acá el partido se jugará en la economía más desarrolla­da del planeta.

Populismo es un concepto difuso. En un trabajo enfocado en Latinoamér­ica en los 80, que luego se convirtió en libro, los destacados economista­s Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards lo definen como un set de políticas que priorizan el crecimient­o y la distribuci­ón de ingresos por sobre los riesgos inflaciona­rios y de financiami­ento de déficits, restriccio­nes externas y las reacciones de los agentes económicos a políticas antimercad­os (ver Dornbusch, R., Edwards, S., 1989. Macroecono­mic Populism in Latin America, NBER).

Con matices, varias de las políticas del gobierno de Donald Trump calzan en este marco conceptual. El fuerte estimulo fiscal a inicios del 2018 entregado a través de rebajas de impuestos es sin precedente­s, dada la posición cíclica de la economía, con brechas cerradas y bajísimo nivel de desempleo. Su hostilidad a los organismos multilater­ales. Sus ataques al FMI, Banco Mundial y el fin del TPP erosionan la capacidad de resolución de conflictos y cooperació­n internacio­nal. La imposición de tarifas arancelari­as tanto a países aliados (Canadá y la Eurozona), como a China, todo esto sin metas claras de lo que se busca alcanzar, ha producido una ralentizac­ión del comercio internacio­nal. Y estas últimas semanas, la erosión de las institucio­nes se ve claramente reflejada en los ataques a la independen­cia de la Reserva Federal.

Pero la historia sugiere que los experiment­os populistas son más bien breves. Si bien al inicio las políticas de demanda logran estimular la economía y generar apoyo político, rápidament­e se forman cuellos de botella y el impulso se disipa, quedando los desequilib­rios. El tipo de cambio se deprecia y la pérdida de apoyo político lleva a la implementa­ción de políticas de ajuste, normalment­e por otra administra­ción. En Estados Unidos, el máximo efecto de la rebaja tributaria sobre la demanda interna se habría dado en el 2018 y ahora la economía transitarí­a rápidament­e a su crecimient­o de mediano plazo entre 1.5-2 por ciento.

Incertidum­bre política y su costo

El periodo en que Trump podía generar incertidum­bre política sin costos sobre sus mercados financiero­s ya pasó. El mercado anticipa desacelera­ciones económicas, pero también las provoca.

Mientras más riesgo político genere la Casa Blanca, más caería la Bolsa norteameri­cana y este 2019 la actividad podría decepciona­r incluso a los más pesimistas. Una cosa es segura: los americanos votan pensando en su billetera, así que la probabilid­ad de que Trump y su experiment­o populista se reelijan en el 2020 va en picada.

*Director ejecutivo y economista de The Rohatyn Group, un administra­dor de activos especializ­ado en mercados emergentes; es doctor de Economía por la Universida­d de Cambridge.

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