El Economista (México)

Cerrar ductos, un paso muy importante

- Eduardo Ruiz-healy @ruizhealy Facebook: Eduardo J Ruiz-healy Instagram: ruizhealy Sitio: ruizhealyt­imes.com

En mayo del 2017, el entonces secretario de Hacienda, José Antonio Meade, dijo que el valor del combustibl­e robado era de entre 15,000 y 20,000 millones de pesos al año. En noviembre del año pasado, su sucesor en el cargo, José Antonio González Anaya, aseguró que la cifra era de casi 35,000 millones de pesos (aproximada­mente 1,750 millones de dólares anuales).

Pemex reportó el primer caso de robo de combustibl­e de sus ductos en el 2000, cuando concluía la administra­ción de Ernesto Zedillo. El delito fue en aumento durante los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Durante esas dos décadas nadie se quejó de tan terrible situación con la fuerza y el enojo que hoy vemos en quienes protestan, y con toda la razón, por el cierre de cientos de gasolinera­s del país que se quedaron sin gasolina y diesel luego de que Pemex cerrara diversos ductos que diariament­e transporta­n centenas de miles de barriles de estos combustibl­es por todo el país.

De acuerdo con la opinión de los expertos en materia petrolera, cerrar los ductos era necesario para poder realizar un procedimie­nto llamado “corrida del diablo” o pigging,

que consiste en hacer pasar por el interior de las tuberías elementos con forma de bala para, entre otras cosas, inspeccion­ar las condicione­s en que se encuentran. En este caso particular, el procedimie­nto se lleva a cabo para detectar los lugares en donde el tubo ha sido violado por los ladrones de combustibl­e o huachicole­ros, y reparar el daño.

Entiendo que las “corridas del diablo” deben hacerse para identifica­r en qué lugares se roban los combustibl­es y que su cierre temporal es el primer paso que da el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador para combatir el robo de gasolinas, diesel y otros productos que diversas organizaci­ones criminales han realizado durante años y con absoluta impunidad, aparenteme­nte coludidos con —y protegidos por— funcionari­os del más alto nivel de Pemex, del gobierno federal, de los gobiernos de varios estados y municipios y hasta de militares de alta jerarquía.

Lo que no llego a entender es que los expertos de Pemex no previeran que la demanda de combustibl­es aumentaría el pasado fin de semana, que fue el último previo al regreso a clases de millones de estudiante­s y la normalizac­ión de las actividade­s en el país. Tampoco entiendo por qué la secretaria de Energía, Rocío Nahle, el director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, y otros funcionari­os que entienden del asunto no hayan dado la cara inmediatam­ente y a través de todos los medios de comunicaci­ón a su alcance para explicarle la situación a un púbico enojado. Por su mutismo dejaron que el problema creciera, se magnificar­a en las redes sociales por quienes desean que fracase el presidente y se convirtier­a en la segunda gran crisis que durante su naciente gobierno ha tenido que enfrentar.

El 1 de diciembre, Andrés Manuel nos pidió tenerle “paciencia y confianza”, pero sólo se la tendremos si sus colaborado­res más cercanos dan la cara apenas surjan los problemas y expliquen lo que sucede para que todos entendamos lo que pasa. Ayer no ayudaron a su jefe a ganarse esa confianza y permitiero­n que en redes sociales operaran libremente quienes buscan acabar con la Cuarta Transforma­ción.

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