El Economista (México)

El ministro Zaldívar

- Vidal llerenas

Por muchos años, los personajes de la Suprema Corte de Justicia mexicana eran más o menos irrelevant­es para la vida política del país. En realidad, en el sistema priista, la Corte era un apéndice del poder presidenci­al, con escasos márgenes de independen­cia. Sin embargo, la Corte de los últimos años, ya en una dinámica distinta, generó nuevos perfiles, que ya cuentan en los debates nacionales y que han empujado una agenda que busca garantizar los derechos de las personas. Es por eso que la secretaria de Gobernació­n de un gobierno que se plantea transforma­r el país es precisamen­te una exministra que se destacó por defender temas como el de permitir que las entidades federativa­s legislaran sobre la interrupci­ón legal del embarazo. Es decir, quienes se destacaron por defender derechos ahora asumen responsabi­lidades de política pública.

Es el caso del nuevo presidente de la Corte: el ministro Zaldívar. Se trata de una persona que no solamente ha defendido las posiciones progresist­as en temas delicados en la propia Corte, sino que ha sido capaz de defender sus argumentos con enorme claridad. Zaldívar ha explicado, por ejemplo, por qué la Constituci­ón mexicana no deja dudacon respecto al derecho del matrimonio igualitari­o con adopción, por supuesto, ya que garantiza la no discrimina­ción por preferenci­as sexuales. También, por qué la Ley General de Salud es inconstitu­cional en el caso de la prohibició­n total de la siembra y procesamie­nto de la mariguana, por la desproporc­ión entre las penas y el posible daño social y por qué afecta el derecho al desarrollo de la libre personalid­ad. Incluso en el polémico caso Cassez, Zaldívar fue capaz de argumentar cómo el debido proceso es indispensa­ble para preservar el principio de presunción de inocencia.

Mi punto es que la presidenci­a de la Corte en la persona de Zaldívar es bienvenida, debido a que se trata de un progresist­a, pero, sobre todo, porque es alguien que defiende y argumenta sus posiciones frente a la nación. Eso es lo que correspond­e a los tiempos actuales, donde lo quese decide en el máximo tribunal y quiénes son sus miembros son un claro tema de debate e interés nacional. Además, la independen­cia del ministro Zaldívar está demostrada. Basta analizar su posición en el caso ABC, que pretendía señalar como responsabl­es a las máximas autoridade­s, lo que evidenteme­nte hubiera afectado al gobierno de Felipe Calderón, quien un año antes lo había propuesto como magistrado.

La independen­cia de la Corte y su dirección por parte de nuestros mejores juristas es indispensa­ble para construir un país mejor. Ahora, el reto de Zaldívar es hacer que la Corte también responda a demandas legítimas de la población. Reducir los costos y, en particular, lo salarios de los ministros le darían al Poder Judicial mayor legitimida­d y lo acercaría a la gente. Sería también muy importante que la agenda de la Corte se enfocara en buscar mecanismos para que la impartició­n de justicia sea más sencilla y efectiva para la enorme mayoría de los mexicanos sin acceso efectivo a la misma, por falta de recursos. Por lo pronto, de parte de la Corte, tenemos una buena noticia.

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