Lecciones de Panamá a México
Muchos países han tomado decisiones correctas en distintos frentes y ámbitos y han operado políticas exitosas. (Incluso México). Esto no significa que en ellos todos los problemas y errores hayan sido superados o corregidos, pero sí que sus experiencias ofrecen reveladoras perspectivas para analizar problemas y desempeños propios. Tuve la suerte de visitar Panamá durante las vacaciones de fin de año, y me fue imposible evitar comparaciones e identificar lecciones para México. Obviamente Panamá, como país en vías de desarrollo, presenta múltiples distorsiones e inequidades, así como rezagos y asignaturas pendientes. Sin embargo, saltan a la vista sus cualidades y aciertos, que son numerosos, y que deben ser tomados en cuenta por visitantes más o menos interesados en las realidades de su propia nación.
En Panamá se desborda la libre empresa y una frenética ebullición capitalista. Por todas partes se transpira una intensa cultura emprendedora. Es notable la multiplicación de actividades empresariales, ante un gobierno acotado y razonablemente competente. No es casualidad que hoy en día haya superado a Chile como el país más rico de América Latina en términos de ingreso per cápita. La pobreza extrema ha sido abatida espectacularmente. Claro, ayuda mucho su posición geoestratégica (su “recurso natural”, aprovechado por medio del Canal de Panamá). Pero numerosas naciones —o regiones— gozan de ubicaciones geográficas privilegiadas y/o cuentan con recursos naturales valiosos, y, sin embargo, se mantienen sumidas en la pobreza, el atraso y el subdesarrollo. (Chiapas, en México, es un ejemplo sobresaliente de ello). El Canal de Panamá ha sido relanzado como ruta internacional estratégica, gracias a que se logró la soberanía panameña desde el año 2000, y a su reciente ampliación (obra de ingeniería sorprendente). El nuevo canal genera una renta importante que ha sido aprovechada de manera inteligente.
La libertad que se respira, y la prosperidad de Panamá lo han convertido en imán de inversiones y de inmigrantes de todo el mundo, y también, hay que decirlo, en paraíso fiscal. Circunstancia, esta última, que también ha sido aprovechada. Miles de venezolanos y cubanos han encontrado en Panamá un ambien- te propicio para radicar y emprender, y para poner a salvo su patrimonio. Hoy, Panamá es el centro financiero de América Latina (un Londres, Nueva York, o Miami latinoamericano, toda proporción guardada). Todo esto se ve y se palpa en un perfil urbano imponente, y en una infraestructura de clase mundial. Insisto, con los contrastes y problemas propios de todo país en desarrollo, y también con vicios propios de un país desarrollado, como una expansión territorial suburbana muy extendida e ineficiente, asociada a mala regulación y a gasolinas muy baratas (14 pesos mexicanos el litro), prácticamente sin impuestos.
Sin embargo, la recuperación del Centro Histórico de la ciudad de Panamá (Casco Antiguo), patrimonio mundial de la UNESCO, ha sido extraordinaria, y se le ha convertido en un gran activo turístico, pleno de vida y convivencia cívica, conectado a la ciudad moderna por medio de un espectacular parque lineal (Cinta Costera). El ambulantaje ha sido erradicado de los espacios públicos. Y, sin duda, debe destacarse el ambiente de relativa seguridad que se vive en Panamá, con apenas ocho homicidios por cada 100,000 habitantes al año (México tiene 23), a pesar de ser ruta casi obligada para el narcotráfico.
Por otro lado, Panamá se ha convertido en el hub aeroportuario latinoamericano, y construye un nuevo y gran aeropuerto adyacente al actual Tocumen. Seguramente agradece a México haber cancelado el nuevo aeropuerto en Texcoco, que hubiera representado una seria y ventajosa competencia.
Y algo de lo más trascendente. El vertiginoso desarrollo económico de Panamá ha ido de la mano de políticas eficaces de conservación de la biodiversidad, a través de un gran sistema de parques nacionales y otras áreas naturales protegidas, y de la exitosa contención y reversión de la deforestación. Las monumentales e increíblemente ricas selvas tropicales de Panamá hoy se encuentran bien representadas y a salvo, y además constituyen un impresionante gran cinturón protector de la cuenca del canal, lo que impide su sedimentación, garantiza el abastecimiento de agua para las esclusas, y ofrece un magnífico campo para la investigación científica (como la Isla Barro Colorado en el lago Gatún, a cargo del Smithsonian Institute). Esto es obvio ejemplo de desarrollo sostenible.