La aprobación se gana con dificultad y se pierde fácilmente
El presidente Andrés Manuel López Obrador ganó la elección presidencial del 1 de julio pasado al obtener 53.19% de los votos emitidos. Por él votaron 30 millones 113,483 mexicanos que concluyeron que con él al frente del país se acabarían muchos de los grandes problemas nacionales.
Después del 1 de julio, como presidente electo nos sorprendió a muchos por el tono moderado de sus palabras y su aparente deseo de reconciliar a los mexicanos que quedamos muy divididos después del largo y violento periodo electoral.
Suactitud serena y conciliadora contribuyó a que más mexicanos lo vieran con buenos ojos. Varias encuestas realizadas a fines del 2018 indicaron que su nivel de aprobación era mayor aun al porcentaje de votos que obtuvo meses antes y que iba de 55.6% a 67.2 por ciento.
El 29 de octubre, luego de una dizque consulta popular organizada por Morena, Andrés Manuel anunció que apenas llegara al poder, cancelaría la construcción de lo que iba a ser el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). El efecto que tuvo su decisión se reflejó en varias encuestas.
Una, realizada en noviembre por el diario El Universal, muestra que la aprobación de AMLO cayó a 55.6%, después de haber llegado a 64.6% en una encuesta llevadaa cabo en agosto por el mismo periódico.
Otra encuesta, efectuada por GEA-ISA del 3 al 5 de diciembre, señala que 57% de las personas aprobaba su labor realizada como presidente de la República. Este porcentaje resultó menor que 67% de quienes opinaron que sería buena su labor como presidente, de acuerdo con la encuesta llevada a cabo en septiembre por dicha encuestadora.
De los resultados de ambas encuestas, podría inferirse que cancelar el NAIM le costó al presidente de 9 a 10 puntos porcentuales en su nivel de aprobación, pero no le restó seguidores entre su base electoral compuesta, en gran medida, por quienes no suelen viajar en avión.
A diferencia de los servicios que prestan aerolíneas y aeropuertos a una minoría de consumidores, la gasolina y el diesel son productos básicos de los que depende la economía del país. Su falta o escasez afectan directa o indirectamente a todos los mexicanos, incluidos los que constituyen la base electoral del presidente y de Morena.
Durante esta semana, hemos visto cerrar cientos de gasolineras en muchas ciudades, lo que ha afectado al transporte de personas y mercancías, trastornado la vida de millones, y causado caos vial en las zonas aledañas a las gasolineras. Esta situación ha provocado la ira de lopezobradoristas y antilopezobradoristas por igual.
Además, las explicaciones que han dado el presidente y algunos de sus más cercanos colaboradores no han bastado para apaciguar la ira que originó lo que puede ser una excelente pero aparentemente mal ejecutada estrategia para combatir el robo de combustibles que se efectúa en los ductos de Pemex.
Si cancelar el NAIM le costó al presidente unos 10 puntos porcentuales en su nivel de aprobación, habrá que ver cuánto afecta a su imagen y popularidad el desabasto de combustibles que estamos experimentando a pesar de que “sí hay abasto”.
AMLO y su equipo aparentemente olvidaron que la popularidad y los altos niveles de aprobación se ganan con gran dificultad y se pierden fácilmente en un santiamén.