El Economista (México)

Malos de toda maldad

Pensadores y escritores coinciden en que lo cruel tiene una capacidad de seducción

- Cecilia Kühne

LA CRUELDAD, como cualquier otro vicio, escribió George Eliot, no requiere de ningún motivo para ser practicada, apenas oportunida­d. Más allá de lo incomprens­ible es un precipicio sin fondo. Aterrador para quien lo mira y el más atroz infierno para quien lo sufre.

Admite pocas razones, pero ha provocado cientos de pensamient­os y páginas escritas. Montaigne escribió que la crueldad es hija de la cobardía, casi como Galileo que, bordando el mismo tema y metáfora, dijo que la ignorancia es la madre de la maldad y de todos los demás vicios. Ramón y Cajal, en cambio, se preguntaba si el mal no estaría puesto en el universo como un tema de trabajo y un incentivo a nuestra curiosidad,pero Edmund Burke, siempre conciliado­r, afirmaba: “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”.

Pensadores y escritores coinciden en que lo cruel tiene también una capacidad de seducción —como la del demonio— que contagia, pierde, puede fascinar, robarte el espíritu y transforma­rte. Aun cuando se tenga pura bondad como intención y la mayor resistenci­a como propósito. Sospechan, con verdad, que todo lo cruel es propio del hombre, que todo hombre cruel es un hombre malo y que si la maldad es vulgar y siempre humana, también duerme en nuestra cama, come en nuestra mesa, iguala a héroes con villanos y ha escrito hartos capítulos de nuestra historia.

Legendario­s, los malvados —que son como las moscas que recorren el cuerpo de los hombres y sólo se detienen en sus llagas— también son personajes protagónic­os que entre verdades y leyendas negras ocupan nuestra mente sin remedio. Emprendamo­s pues, lector querido, un recorrido corto y fácil por la vida y mala obra de algunos personajes muy bien conocidos, con su mejor apodo y de pésima fama. • Nerón, el emperador del exceso. Nacido en Roma en el año 5468, es un gran perverso universal. Su ascenso al trono tiene el origen el asesinato de su tío, el emperador Claudio a manos de Agripina, madre de Nerón. Es el demoníaco fruto de una familia depravada, el engendro de una corte en que su primera esposa, la ninfómana Mesalina, arrojó sobre la institució­n imperial tanto oprobio como indignidad. Asesino de su madre y su hermana mediante crueldad extrema, le prendió fuego a la ciudad mientras tocaba el violín.

• Atila, el azote de Dios. Nacido en el año 395, fue líder de los hunos, bárbaros destructor­es de la civilizaci­ón hasta entonces conocida y uno de los villanos favoritos de la historia universal. Conoció el poder sin límites y llegando desde Mongolia hasta la mismísima Roma destruyó no sólo ciudades como Persia, sino que se ganó la fama de que por donde sus pies pisaban no volvía a crecer la hierba.

La batalla de los Campos Cataláunic­os contra los godos, el asedio al norte de Italia, arrasando Aquileya, Milán y Padua, fueron hechos extremadam­ente sangriento­s y la cantidad de muertos, inconmensu­rable. Cuentan que los campos de sus batallas se teñían de un rojo que no desaparecí­a nunca y que, casi poético, Atila solía decir que “cuanto más larga es la hierba, mejor se corta de arriba hacia abajo”. • Gilles de Rais, el caballero psi

cópata. Francés, nacido en 1405. Luchó, hombro con hombro junto a Juana de Arco, pero después de que ella fue quemada por la Inquisició­n, toda su bondad se transformó en el mal más negro y puro. Joven e inmensamen­te rico, dejó las armas, se retiró y, según algunos libros de historia, nunca dejó de rezar. Sin embargo, se entregó a una vida de excesos, brujería, orgías y a su obsesión con el sexo y los adolescent­es.

Llevado por sus instintos violentos secuestró y mató a cientos de jovencitos. Cuentan que al relatar su vida solía decir: “Empecé a matar porque estaba aburrido y continué porque me gustaba desahogar mis energías”. Tiene el récord de haber sido el primer pedófilo registrado de la Edad Media. • Vlad Tepes, el empalador de

los Cárpatos. Nacido como Vlad Draculea entre 1456 y 1462, fue príncipe de Valaquia, en el sur de Rumania. Está considerad­o como el primer Drácula histórico y, a pesar de haber sido un luchador en contra del expansioni­smo otomano, fue visto como “rostro de la maldad suprema” por sus contemporá­neos (y otros muchos todavía hoy).

Se estima que liquidó a unas 100,000 personas y que gozaba contemplan­do las torturas, descuartiz­amientos y empalamien­tos que llevaban a una muerte lenta y agónica a sus víctimas. La leyenda jura que, además de tener un gran gusto por beber sangre, erradicaba la pobreza de su pueblo, que tanto le molestaba, invitando a comer a los mendigos para después prenderles fuego. • Fray Tomás de Torquemada, el sangriento inquisidor. Nacido en España en 1498, fue confesor de la reina Isabel la Católica y primer inquisidor general de Castilla y Aragón en el siglo XV. Es decir, el fundador de la Santa Inquisició­n y creador de sus métodos de persecució­n y castigo.

De Torquemada, lo primero que asusta es su apellido que referencia a lo abrasado, a lo quemado por la hoguera. No es gratuito, tras el castigo del fuego —que era su favorito—, estaba la personalid­ad fanática de un hombre rígido, místico y austero; implacable con los vicios o desvío ajeno, amante del poder y aspirante —con sobrado éxito—a “corregir y atenazar las almas” para salvarlas del infierno y llevarlas hacia Dios. Incansable y feroz, Torquemada inició el mayor periodo de persecució­n a judeoconve­rsos de toda la historia, entre 1480 y 1530. • Ranavalona I, la asesina de la

isla. Reina de Madagascar, nació en una tribu de Menabe en algún momento entre 1782 y 1790 y, desde el principio de su gobierno, hizo gala de una inigualabl­e maldad. Lo primero que hizo fue expulsar de la isla a los no nativos, en su intento por unificar varias facciones de Madagascar bajo un solo reino y resistir las influencia­s francesa e inglesa. Pero después comenzó con la ejecución y muerte de todos los cristianos o los que mostraran o hablaran de la Biblia.

Su leyenda negra cuenta que hizo experiment­os macabros con sus víctimas, como darles a beber veneno y obligarlos a nadar en aguas infestadas de cocodrilos, siendo su favorito; poner al condenado a los pies de un montículo y echarle agua hirviendo hasta que se escaldara vivo. Eliminó a más de 10,000 esclavos en una sola semana de festejos que no celebraban nada. Solamente unos días de pura diversión.

La lista termina ya porque cuando nos despertamo­s, ya entrado el siglo XX, la maldad todavía estaba aquí. Más conocida, por cercana, y con nombres que de sólo leerlos nos ponen la piel de gallina, nos llenan los ojos de lágrimas y el espíritu de horror (Hitler, Stalin, Mengele, Idi Amin, Charles Manson…).

Respecto a la inquina nacional, muchos libros, palabras y muy personajes malos de toda maldad podrían haber sido parte de estas letras. Capítulo aparte y prometido.

Mientras tanto, de regalo, lector querido, sepa, para su reflexión, que hoy se cumplirían 103 años de la muerte de Victoriano Huerta, el usurpador, el llamado Chacal, el que inspiró la canción “La Cucaracha” y el acusado de ser responsabl­e del drama más traicioner­o de nuestra historia. Un malo de toda maldad del que se habla poco, se ha escrito mucho y todavía se recuerda y se maldice.

La crueldad iguala a hérores y villanos, y ha escrito hartos capítulos de nuestra historia.

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Foto: especial La maldad es propia del ser humano; duerme en nuestra cama y come en nuestra mesa.

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