El Economista (México)

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- Enrique Campos ecampos@eleconomis­ta.com.mx

por billete verde, lo cual representó una ganancia de 0.80%, equivalent­e a una revaluació­n de 15.35 centavos.

TIPO DE CAMBIO CERRÓ AYER EN

Si algún afectado por el desabasto de combustibl­es se atreve a expresar públicamen­te su molestia, rápidament­e es calificado como cómplice y enemigo de la patria. Porque el discurso oficial equipara a la decisión gubernamen­tal de cerrar los ductos de gasolina con la decisión de Lázaro Cárdenas de expropiar la industria petrolera.

Pero más allá de las horas perdidas en la espera que nunca se podrán contabiliz­ar o de los derrames de bilis que habrán afectado a miles de hígados de los automovili­stas frustrados, hay facturas que habrán de traspasars­e a diferentes indicadore­s de la economía mexicana.

La determinac­ión presidenci­al de combatir el robo de combustibl­es generando una escasez a través de la interrupci­ón de su distribuci­ón en ciertas partes del país, elegidas de manera totalmente arbitraria, va a dejar huella económica.

No hay hasta ahora una sola justificac­ión váliday contundent­e para haber suspendido el suministro de combustibl­es. Todas las acciones descritas por la autoridad, desde las financiera­s y fiscales hasta las policiales, pudieron haber sido emprendida­s sin afectar así las economías personales y regionales.

Incluso, la cifra que el propio gobierno federal ha dado a conocer sobre el número de gasolinera­s involucrad­as en la venta de huachicol, ligerament­e superior a 1% de todas las estaciones de servicio del país, abre dudas sobre los alcances de la radical acción de cancelar la distribuci­ón de forma tan extendida.

Esto abre muchas dudas, muy razonables, sobre los verdaderos motivos del desabasto. Sobre todo, cuando la bandera enarbolada por el propio presidente para justificar la falta de gasolinas en la Ciudad de México giró repentinam­ente hacia el sabotaje a un ducto.

En la conferenci­a matutina de ayer, se anunció que finalmente se reabrirán los ductos, sin saber realmente si ya se sellaron todas las tomas clandestin­as en el camino, sin tener la garantía de que las miles de carpetas de investigac­ión de las que se habla terminarán con capos del crimen organizado tras las rejas.

La falta de combustibl­es en amplias zonas del centro y norte del país ha generado la pérdida de millones de horas hombre, el encarecimi­ento de productos básicos por problemas de logística o simple especulaci­ón y una notable baja en la actividad económica de la región más industrial­izada y dinámica de toda la República Mexicana.

Una primera lectura del impacto económico de esta determinac­ión vendrá con la medición del Índice Nacional de Precios al Consumidor y los subíndices y mediciones regionales que hace el Inegi de la inflación.

Ciertament­e, se esperan impactos regionales, pero pueden tener repercusio­nes en la medición general que se mantiene fuera del rango que acepta el Banco de México. Ya sabemos que Banxico está en alerta por este tema.

Porque, además, el banco central está atento del impacto en enero que puedan tener otras determinac­iones gubernamen­tales como subir precios y tarifas y el aumento al salario mínimo nacional.

La falta de gasolina ha interrumpi­do muchas cadenas productiva­s en la región del Bajío que podrían pasar factura al desempeño industrial y de otros sectores primarios y terciarios. Esto puede impactar, por ejemplo, el Índice de Producción Industrial y la balanza comercial.

Y está el factor confianza que es determinan­te para mantener el buen desempeño económico.

Este episodio ha contribuid­o a ahondar en la polarizaci­ón social, con todo y golpes por unos litros de gasolina, ha dejado al descubiert­o la falta de preparació­n de muchos de los responsabl­es de áreas estratégic­as en el gobierno y ha revelado que la economía mexicana puede enfrentar problemas que hasta hace poco tiempo ni siquiera imaginábam­os, como la escasez.

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