Alimentos en tiempo de contingencia
Con la falta de distribución de gasolina en varios estados, los impactos en la entrega de alimentos son una de las inquietudes que se ponen sobre la mesa.
La situación con la gasolina en México y el cierre del gobierno de Estados Unidos son dos situaciones de contingencia que orientan la reflexión sobre el impacto en los modos de producción y distribución de los alimentos perecederos. Con la falta de distribución de gasolina en varios estados del país, los impactos en la entrega de alimentos son una de las inquietudes que se ponen sobre la mesa. El punto con esta cuestión es que el impacto con indicadores económicos reales será muy difícil de medir con indicadores numéricos, porque todo se trata de reacciones en cadena. El tema es la percepción de las personas, quienes —incluso en algunos casos, además de la gasolina— empiezan a consumir alimentos de reserva en caso de que en algún momento pudieran quedar fuera de su alcance.
Otro ejemplo de cómo el impacto de todo esto puede ser perceptual es la coyuntura que se vive con el país vecino. En el cierre del gobierno, miles de burócratas estadounidenses están parados por una medida de presión política de su presidente. Uno de los afectados en el plan alimentario es el mercado de las carnes. Los rastros en EU son inspeccionados por empleados del gobierno que regulan el cumplimiento de las medidas sanitarias del manejo de la carne. Con el cierre del gobierno, se han parado también estos inspectores gubernamentales y los consumidores se preguntan si la carne que consumen es lo suficientemente segura. Algunos distribuidores han contratado inspectores particulares con medidas de higiene aún más estrictas, previniendo cualquier tipo de demanda por parte de los consumidores por haber ingerido carne en mal estado.
De ambos ejemplos aún no se tienen cifras exactas, ni datos objetivos, por ejemplo, sobre el aumento del precio de los alimentos como consecuencia de las coyunturas que viven ambos países. Sin embargo, es interesante observar estos hechos como parte de los fenómenos que se dan en situaciones extraordinarias —porque tanto lo de la gasolina como lo del gobierno no son situaciones periódicas— en las que el comportamiento de masas ante la contingencia puede resultar imprevisible.
La sociología del riesgo explica cómo las personas —ante una situación inesperada, que sale del esquema de lo ordinario— podrían percibir un riesgo, por lo tanto, una amenaza al mantenimiento del statu quo. Bajo estas circunstancias, conductas imprevisibles también pueden suscitarse: desde abastecerse de alimentos bajo el temor de que en un punto se hagan inseguros (ya sea por el acceso a ellos o por su contenido), hasta socialmente permitir que conductas fuera de la norma se consideren dentro de la norma. Por ejemplo, que en la fila de carros en espera para cargar combustible las personas que, en otra situación no lo harían, participen de dinámicas comunitarias que involucran a desconocidos en bailes, cantos o ambas cuestiones, como ha circulado en redes.
La comunicación al respecto de ambos sucesos tiene además en común que ha sido poco clara y asertiva, más allá de las buenas o malas intenciones de las medidas que en este espacio no se debatirán. La comunicación y la asertividad en la comunicación, nos dice la psicología social, es un poderoso medio con el que un riesgo puede ser advertido de una manera mucho más grave de lo que representa, o ser, incluso, subestimado.