El Economista (México)

Extradició­n de Battisti a Italia

La justicia no siempre responde a las leyes; la política también juega

- Stephan Sberro

La extradició­n a Italia de Cesare Battisti, después de 37 años de fuga, protegido por países tan importante­s como México, y sobre todo por Francia y Brasil, es una prueba de los profundos cambios ideológico­s que están ocurriendo en el mundo.

Battisti es responsabl­e, según la justicia italiana, de la muerte de cuatro personas durante los años de plomo del terrorismo en Italia. Entre 1969 y 1980, el país, una de las grandes democracia­s occidental­es y pilar de la construcci­ón europea, registró 12,690 atentados arrojando 362 víctimas, entre ellas, el ex primer ministro Aldo Moro.

Battisti, como centenares de sus compañeros, logró huir de Italia hacia México y luego a Francia donde pudo empezar una nueva vida. El presidente Mitterrand decidió protegerlo en virtud de una “doctrina” que rechazaba la entrega de militantes de extrema izquierda al gobierno italiano.

Según el presidente francés, las leyes italianas, para acabar con el terrorismo, no parecían apegarse a las normas europeas sobre el respeto a los derechos humanos.

Su sucesor, Jacques Chirac, decidió abandonar esta doctrina en el 2004. Battisti huyó a Brasil donde se benefició de la indulgenci­a de los gobiernos de Lula y D. Rousseff.

Uno puede entender muy bien la indignació­n del gobierno italiano frente a la tolerancia de gobiernos amigos y aliados hacia perpetrado­res de crímenes en el país, pero el asunto es más complejo y tiene que ver más con las ideologías que con la justicia pura.

Impunidad de fascistas, nazis y franquista­s

Las acciones terrorista­s en Italia, y en la misma época en Alemania y España, eran síntomas de las crisis política, moral y social que atravesaba­n estos países y que son herencia del fascismo.

La impunidad de la que se beneficiar­on los fascistas italianos, los nazis en Alemania o los franquista­s en España, impunidad que sigue hasta ahora, explica el sentimient­o de injusticia y, por ende, de inconformi­dad que se tornó violenta, frente al inmovilism­o del sistema.

En estas circunstan­cias, no es sorprenden­te ver que países, que durante la Segunda Guerra Mundial acogieron a refugiados del fascismo, franquismo o nazismo, como es el caso de Francia o en América Latina, se muestren indulgente­s hacia los prófugos de la justicia de estos países, una justicia todavía plagada por jueces de ese periodo.

La extradició­n de Battisti es resultado de una ola ideológica que recuerda estos terribles momentos de la historia mundial. Se debe al acercamien­to entre dos vencedores electorale­s de hoy, heredero de los fascismos de ayer, Salvini en Italia y Bolsonaro en Brasil.

Mientras criminales de la extrema derecha permanecen impunes, y mueren tranquilam­ente en sus camas en América Latina, Austria, Alemania, Italia, Europa central y Oriental, es difícil ver la extradició­n de Battisti solamente como un acto de justicia.

También refleja un nuevo auge de los populismos que tantas desgracias trajeron a Italia, Brasil y en el resto del mundo.

*Jefe del Departamen­to de Estudios Internacio­nales del ITAM.

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