El Economista (México)

El juego y las formas de Alejandro Zambra

“Zambra es un escritor de las formas”

- Luis Frías luis.enrique.frias@gmail.com

“LOS LIBROS dicen que no a la literatura. Algunos. Otros, la mayoría, dicen que sí. Obedecen al mercado o al espíritu santo o a los gobiernos. O a la plácida idea de una generación. O a la aún más plácida idea de una tradición. Yo prefiero los libros que dicen que no. A veces, incluso, prefiero los libros que no saben lo que dicen”.

Es la postura del escritor chileno avecindado en México Alejandro Zambra y se puede encontrar en su más reciente libro, No leer (Anagrama, 2018). Aunque tal cosa proviene de unas palabras que retoma de la brasileña Clarice Lispector, él la asume propia. Sus libros son la mejor prueba. Zambra, sobre todo, juega con las formas literarias. Allí, en entrar a ellas, moldearlas de otro modo y al cabo presentarl­as como él las ve, veo el centro de su obra.

Este libro podría parecer una mera selección de artículos. Lo peor: ni siquiera se trata de una primera edición (ya había salido en el 2010 y en el 2012). Si fuera otro tipo de autor/a, esta edición así sería eso, un empastado de artículos pasados con objeto de sacar algún dinero. Pero en alguien como Zambra, en quien la composició­n y la descomposi­ción de las formas son la base de la literatura, esta colección de textos resulta interesant­ísima. Parecen hacer zoom in en las partes, esquinas, trucos, que componen sus libros. Por qué le gusta la brevedad, por qué usa formas de las vanguardia­s, por qué a veces parece tan uruguayo: qué lo llevó a escribir algo como Bonsái, de dónde pudo provenir Facsímil, cuánto de Mario Levrero hay en él.

Dividido en tres partes, la primera se diría de invención varia. Ahí está por ejemplo una “crítica literaria” a un poemario escrito por Karol Wojtila; hace pensar en el Borges que escribía reseñas de libros que no existían. Puro juego. Burla que además critica.

En la segunda parte, de textos sobre poesía, en cambio, hay aproximaci­ones con gran conscienci­a política. Destacaría la entrada sobre el poeta chileno Raúl Zurita, que demuestra su verdaderam­ente grande atención (la de Zambra y la de Zurita) en la dictadura chilena.

La última parte podría ser de una vanidad imperdonab­le. Su presencia, sin embargo, creo que se justifica porque el libro termina siendo un retrato de Zambra a través de sus artículos. De modo que, si de por sí resulta ser una colección de textos de interés principalm­ente para sus seguidores, la última parte, que va de las anécdotas personales que rodearon la escritura de Bonsái, Formas de volver a casa y La vida privada de los árboles, tiene toda la lógica: es de un morbo encantador.

La verdad, la colección no es una reimpresió­n de ediciones pasadas. Contiene textos recientes, y varios otros cambios que actualizan el libro muy bien. Presenta de forma renovada a un Zambra de gran registro: con profundas y múltiples vetas, lo que podría resultar paradójico tomando en cuenta sus libros tan, tan breves. Pero más bien esta colección en general hace pensar que, en efecto, Zambra es un escritor de las formas. “Escritor es el que borra: cortar, podar, encontrar una forma que ya estaba ahí”, dice Zambra de no sé quién, pero sus seguidores lo leemos como si hablara de sí mismo.

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Foto: especial

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