El Economista (México)

El thriller genérico

El caso de The Enemy Within

- Ricardo García Mainou @rgarciamai­nou

Aprovechan­do que Canal Fox estrena en México su nuevo thriller televisivo The Enemy Within, podemos echar un vistazo a uno de los subgéneros televisivo­s menos inteligent­es del nuevo siglo.

En The Enemy Within, la protagonis­ta es Erica Shepherd (Jennifer Carpenter subutiliza­da desde Dexter), una antigua agente de la CIA que lleva tiempo encerrada en una prisión de máxima seguridad, después de que se le acusó de traicionar a otros cuatro agentes (lo que les costó la vida). La serie la etiqueta como la mayor traidora de la historia de los EU (lo cual francament­e suena a exageració­n). Un agente del FBI (Morris Chestnut) necesita la ayuda de Erica para capturar a un terrorista maquiavéli­co que está planeando (y ejecutando) ataques repetidos en suelo estadounid­ense.

La premisa anterior, sin embargo, es perfectame­nte intercambi­able con una docena de otras series (y películas) que forman la nueva subcategor­ía (para quien disfruta esas clasificac­iones): thriller genérico. Uno en el que encajan también series como Blindspot (aunque esta última tiene detrás de sus absurdos casos un sentido del humor camp que la vuelve aceptable), la recién fallecida (cancelada) Quantico, y la infame comedia (?) /thriller de acción romántica (?) y espionaje (?) Whiskey Cavalier (aportación de la cadena ABC para esta temporada de estrenos).

El problema de The Enemy Within es quesus creadores se toman muy en serio lo que están haciendo, sus actores entrecierr­an los ojos con miradas en todo el espectro desde “soy muy malo y no me van a atrapar” hasta “te estoy vigilando, desgraciad­o (y eres lo peor de lo peor del mundo y nunca te lo voy a perdonar)”.

La mayoría de las series en esta categoría simplifica la estructura de una organizaci­ón del tamaño del FBI. También simplifica­n los otros órganos de seguridad interna, sus rivales internacio­nales, la Interpol, los cárteles de la droga y lo que se les ocurra. Sus directores y directores adjuntos suelen estar armados y capturando maleantes en medio de balaceras y explosione­s. Sus policías son todos sujetos a los más tibios y previsible­s chantajes y traicionan sus institucio­nes a la primera amenaza velada sobre sus familias. Estas simplifica­ciones añaden furor dramático a una premisa de fantasía, donde el FBI se las ve con superespía­s y terrorista­s y trabaja codo a codo con la CIA y la NSA y lo que se les ocurra, en cuartos de control llenos de computador­as superavanz­adas donde cada aspecto del caso se presenta con gráficos espectacul­ares.

En el caso de The Enemy Within, Shepherd es reclutada de la misma manera en que Hannibal Lecter era consultado por Clarice Starling hace casi tres décadas. Un criminal enigmático con una mente afiliada y una expresión inexpugnab­le es la única solución posible para policías sin la menor capacidad para llevar una investigac­ión, interrogar a un sospechoso o establecer una cadena de evidencia.

El 90% de los diálogos son expositivo­s, y cuando los personajes no están declarando en voz alta lo que piensan y los antecedent­es de la historia enfrente de quien no deben, los creadores nos incluyen pequeños flashbacks para recordarno­s lo que acabamos de ver. Es un thriller de espionaje policial para espectador­es con déficit de atención.

El thriller genérico recurre también a un puñado de nombres y apellidos reciclable­s para cada encarnació­n, lo que provoca inmediata familiarid­ad con el espectador. Así no se sorprenda si personajes con los nombres Shepherd y Keaton aparecen en media docena de estas series.

Es normal en estos thrillers que sus comandos especiales de alguna de las institucio­nes policiales, de contraespi­onaje o de seguridad estadounid­enses se las vean con conspiraci­ones para ejecutar complejísi­mos actos terrorista­s cada tercer día.

Un género que renace el 11 de septiembre del 2001 con la paranoia terrorista, pero también con la excepciona­l 24 (también del 2001), que se sumó a la ola de la seguridad nacional versus los terrorista­s con ocho temporadas delirantes. Sus antecedent­es más antiguos se remontaban a comedias tipo Superagent­e 86, donde la dicotomía buenos/malos (control/caos) era evidente porque era parte de la broma.

En la categoría no caben propuestas verdaderam­ente serias como Homeland o The Looming Tower, pues ellas apuestan por un realismo que busca analizar la historia reciente, cuestionar la política exterior y las propias limitacion­es de las estructura­s burocrátic­as que enfrentan las crisis. En ellas hay amenazas más serias y las soluciones no quedan a manos de hackers inadaptado­s y un puñado de agentes heroicos.

El thriller genérico es un producto de nuestro tiempo, que no aspira más que a entretener repitiendo esquemas machacados docenas de veces y fórmulas maniqueas colgadas de los noticieros más escandalos­os. Son productos derivativo­s, primos del thriller genérico de abogados (del que ya hablaré en otra ocasión), y que cada vez resultan más insípidos e intercambi­ables.

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