El Economista (México)

De guerra comercial a guerra fría

- Joaquín López-dóriga O.

Lafuerte escalada en la disputa comercial entre Estados Unidos y China, observada a partir del distanciam­iento entre las dos potencias a principios de mayo, ha venido generando una creciente confrontac­ión que para algunos expertos amenaza con convertirs­e en una nueva guerra fría.

Los asesores cercanos del presidente Trump, incluyendo a su equipo comercial, integrado por Robert Lighthizer y Peter Navarro, su equipo de seguridad nacional, encabezado por John Bolton, y la secretaría de Estado, a cargo de Mike Pompeo, han abogado por una postura cada vez más agresiva contra China, identifica­ndo al gigante asiático como la principal amenaza a la hegemonía global de Estados Unidos.

Lo que empezó como una negociació­n comercial se está convirtien­do en una disputa geopolític­a que va mucho más allá de la disminució­n del déficit comercial de Estados Unidos con China.

Como hemos comentado en diversas ocasiones en este espacio, la disputa comercial contra China tiene ciertos méritos. La entrada de China a la OMC no ha sido suficiente para emparejar el terreno de juego, ya que China mantiene barreras no arancelari­as importante­s a la inversión extranjera incluyendo la obligación de tener socios locales y de transferen­cia forzada de tecnología. Aunque China parecía estar totalmente dispuesta a incrementa­r sus compras de bienes fabricados en Estados Unidos y relajar algunas reglas para la inversión extranjera, el tema de las transferen­cias de tecnología parece haber sido uno de los puntos álgidos donde China no ha estado dispuesto a ceder lo esperado por Estados Unidos.

Esto ha llevado a una mayor agresivida­d de la postura estadounid­ense, que ha ido más allá de la implementa­ción de aranceles y se ha extendido a temas estratégic­os para China. En este sentido, Estados Unidos ha incrementa­do la presión para que sus aliados no participen en la iniciativa china de la Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative), ha vetado a la empresa estatal de telecomuni­caciones china Huawei y ha incrementa­do su presencia y actividad militar en el mar del Sur de China.

El veto a Huawei como proveedor de productos y servicios en Estados Unidos bajo el argumento de seguridad nacional es un golpe al corazón de la política industrial china. Las ramificaci­ones son ampliasymu­y interesant­es.

La evolución de Huawei que comenzó como una compañía de manufactur­a a una compañía desarrolla­dora de tecnología es el mejor ejemplo de cómo China ha sacado provecho a sus reglas de inversión extranjera para aprender y adoptar tecnología­s de terceros en condicione­s muy favorables.

El modelo económico de China para los próximos 20 años pretende la evolución de una potencia manufactur­era a una economía basada en la innovación y la tecnología. La disputa actual con Estados Unidos es, cadavez más, percibida por los dirigentes chinos como una amenaza directa a la piedra angular de su modelo de política industrial.

Para expertos como Nouriel Roubini, una guerra fría con China podría ser mucho más disruptiva para la economía global que la que Estados Unidos mantuvo con la Unión Soviética durante casi toda la segunda mitad del siglo XX.

A diferencia de la Unión Soviética, que basaba su poderío en su proeza militar e ideológica, pero sin fortaleza económica y con un modelo insostenib­le, China es la segunda economía más grande del mundo y está integrada alas cadenas productiva­s global es.

La economía mundial de la era de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética no era realmente una economía global con cadenas de producción integradas a nivel internacio­nal. Una nueva guerra fría sería un nuevo golpe a la globalizac­ión que tanto ha contribuid­o al desarrollo económico y tecnológic­o.

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