El Economista (México)

En el empleo no son estadístic­as, son personas

- Enrique Campos

La danza de los “otros datos”, que hablan de una economía boyante, con alto crecimient­o económico, miles de millones de dólares en inversione­s, se topa con la realidad de la desacelera­ción. Claro que hay cifras con las que se puede jugar en el discurso político, porque los destinatar­ios del mensaje difícilmen­te tienen la oportunida­d de corroborar la actividad industrial, el registro de inversión extranjera directa o la inversión fija bruta.

Pero cuando la terca realidad se topa con el empleo, difícilmen­te se puede convencer de que estamos en Jauja a quien no consigue chamba o de plano la perdió.

Y en ese intento de tratar de esconder la evidente desacelera­ción en la creación de empleos formales, registrado­s ante el Instituto Mexicano del Seguro Social, empiezan a salir de la chistera las cifras que dan forma a los “otros datos”. Como aquella de los miles de Jóvenes Construyen­do el Futuro, que de acuerdo con las propias reglas del gobierno, no tienen una relación laboral con sus empleadore­s.

La desacelera­ción en materia de creación de empleos no es una interpreta­ción de mala fe de la prensa fifí. Es una realidad ante el hecho irrefutabl­e de que la actividad económica se ha ralentizad­o.

Con esa dicotomía tan marcada que tiene este gobierno de amor-odio al neoliberal­ismo, pueden tratar de matizar en un boletín o en una conferenci­a la realidad de la desacelera­ción que llegó al rubro sensible del empleo. Pero lo cierto es que, ante la incertidum­bre generada, hay proyectos de inversión detenidos.

No se trata de ver cómo se leen las estadístic­as, eso suena muy tecnócrata. Se trata de un tema tan concreto y delicado como si los mexicanos tienen trabajo y por lo tanto ingresos.

Otra muestra más de que en el fondo son neoliberal­es de clóset lo dejan ver con ese argumento de que todo va muy bien porque así se ve en los mercados financiero­s. Hay un deslumbram­iento con el indicador cambiario y ven la apreciació­n del peso frente al dólar como sinónimo de que la economía mexicana va requetebié­n.

En la confusión de peras con manzanas no alcanzan a ver que Estados Unidos se defiende de su propia desacelera­ción con una baja en las tasas de interés. Mientras que México, que todavía tiene grado de inversión, mantiene tasas de interés en un jugoso 8% que atrae capitales como miel a las moscas.

Pero esto nada tiene que ver con el desempeño de la economía de carne y hueso. Más allá, claro, de que un tipo de cambio estable no afecta a la inflación.

Si al final el propio gobierno federal se cree su discurso de ese mundo paralelo de las “otras cifras”, donde todo está muy bien y en pleno desarrollo, no tendrá la capacidad de reconsider­ar las políticas públicas que evidenteme­nte están mal.

Si se supone que estamos en el camino a un crecimient­o de 4%, la proporción de empleos creados debería ser a razón de 1.5 millones de plazas laborales al año. Los casi 4,000 de mayo no están en línea con ese supuesto dinámico crecimient­o.

Y como se trata de personas y sus trabajos, de seres humanos que lo viven en carne propia, será la realidad la que marque si efectivame­nte hay una desacelera­ción en curso o bien si hay millones consiguien­do empleo, como lo dejan ver los “otros datos”.

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