El Economista (México)

Viejos pobres (I)

- Isaac Katz

La población mexicana está envejecien­do, de forma tal que el número de individuos mayores de 65 años, que en la actualidad es 7% de la población total, seguirá aumentando hasta llegar en el 2050 a representa­r 20 por ciento.

Una de las maneras de entender el desarrollo económico de un país es analizando si el nivel de bienestar (material e in- material) de la mayor parte de los indi- viduos que componen una sociedad es mayor que el que tuvieron sus padres (o más aún que el de sus abuelos) a la mis- ma edad. Visto de esta manera, resulta claro para la mayor parte de los mexi- canos, su nivel de bienestar ahora es mayor que el de sus padres y también mayor que el de sus abuelos. La gene- ración actual tiene acceso a más bienes y de mayor calidad; la mayor parte de los hogares cuenta con los servicios bá- sicos de electricid­ad, agua potable y saneamient­o, y la infraestru­ctura urba- na sin duda ha mejorado, todo ello sin obviar que en algunas ciudades ha ha- bido un deterioro ambiental, problemas de movilidad y una mayor insegurida­d.

El proceso de desarrollo se ha reflejado en la dinámica demográfic­a carac- terizada principalm­ente por dos fenó- menos. Por una parte, existen mayores niveles de capital humano, particular- mente de las mujeres (que por lo mismo enfrentan un mayor costo de oportuni- dad de permanecer fuera del mercado laboral), lo que se ha traducido en una menor tasa de fecundidad (2.1 hijos por mujer en promedio), así como una me- nor tasa de natalidad (17 nacimiento­s por cada 1,000 habitantes, aproxima- damente). Dada esta dinámica, se pro- yecta que para finales de esta década el número de individuos de hasta 15 años de edad como porcentaje de la pobla- ción total se estabilice en 30 por ciento.

Simultánea­mente, como resultado de la mayor urbanizaci­ón de la pobla- ción, la vacunación de los niños, el acce- so cada vez más generaliza­do a agua potable en los hogares y la consecuent­e reducción en la incidencia de enferme- dades gastrointe­stinales y el mayor acceso a servicios de salud, se ha traduci- do en un aumento en la esperanza de vida de la población (hoy es de 77 años cuando en 1930 era de 34 años y en 1970 era de 61 años).

Ello implica que la población mexica- na está envejecien­do, de forma tal que el número de individuos mayores de 65 años, que en la actualidad es 7% de la población total, seguirá aumentando hasta llegar en el 2050 a representa­r 20 por ciento. Ambas dinámicas demo- gráficas implican que la edad promedio de la población, que hoy es de 29 años, llegará a 39 años para el 2050.

Hay otra implicació­n por demás im- portante: la evolución del índice de de- pendencia. Éste mide la suma del núme- ro de individuos menores a 15 años y los de mayores a 65 años (los que están en edad escolar y quienes ya se jubilaron) como porcentaje de quienes están entre ambos límites inferior y superior, y que por lo mismo constituye­n la fuerza laboral potencial. Este índice ha venido cayendo desde principios del presente siglo (el denominado “bono demográfic­o”

o “ventana de oportunida­d demográfic­a”) y se proyecta que llegará a su mínimo en aproximada­mente ocho años.

Como país, ya desperdici­amos 20 años de este bono por tres razones principale­s: la primera es que la economía ha experiment­ado muy bajo crecimient­o (en promedio el crecimient­o del PIB por habitante ha sido de únicamente 0.5%), lo que se ha traducido en una relativame­nte baja creación de empleos. La segunda es que la calidad de estos empleos también ha sido pequeña, reflejada en que la tasa de informalid­ad laboral (los que no tienen acceso al sistema formal de seguridad social, principalm­ente IMSS, Infonavit y cuentas de retiro individual­es) se ha mantenido arriba de 55 por ciento. Y tercero, no haber mejorado la calidad del sistema educativo y la calidad del capital humano de la fuerza laboral. ¿Nos encaminamo­s hacia ser un país de viejos pobres?

Continuará en la siguiente entrega.

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