El Economista (México)

Ipstori, una apuesta para cautivar desde la brevedad

• Cada vez más plumas reconocida­s se acercan a este proyecto por aplicación, encauzado para conectar con públicos en formación

- Ricardo Quiroga ricardo.quiroga@eleconomis­ta.mx

Contar historias. Condensar breves relatos capaces de generar grandes emociones. Promover la lectura y romper con el estigma de lo inaccesibl­e de las letras. Impulsar a nuevos escritores, facilitar la difusión de sus historias. Cerrar, pues, las brechas entre la creación literaria y el público. Todo eso, en uno, tres, cinco o siete minutos. No parece ser un trabajo fácil, pero debe lucir como tal, al menos, fácil de digerir.

Ese es el cometido del proyecto Ipstori, una aplicación por medio de la cual todo interesado o curioso por las pequeñas-grandes historias puede encontrar un catálogo de 522 narracione­s cortas y 46 series de hasta 30 capítulos, por escrito o bien, narradas por actores profesiona­les. No hay día que no se suba una nueva narración a la plataforma.

Las historias y series están divididas en nueve categorías a manera de géneros con títulos como “Hace tiempo”, para el género histórico; “LGBTQ+”, en el caso de los temas de diversidad; “¡No mames, güey!”, para las historias de misterio; “De(s) amores”, para las románticas; “¡Qué trip!”, en el caso de la ciencia ficción; “Universos paralelos”, para las narracione­s fantástica­s; “Así, tal cual”, en el caso de la crónica; “Jorni”, para los relatos eróticos, o simplement­e “Jajajaja”, para las narracione­s humorístic­as.

Formar nuevos públicos

El proyecto fue echado a andar en octubre pasado por la escritora Ruth Reséndiz Beltrán y su socio Pablo Barbachano, quienes, desde la gestación del proyecto, tenían claridad sobre el cometido del proyecto y sus dos pilares: formar públicos y generar un espacio para nuevos autores.

“¿Por qué formar públicos? Porque si tú nada más haces campañas de lectura o distribuye­s libros y el público al que te diriges no tiene el hábito de la lectura, aunque le regales los libros, no los va a leer. Y justamente como nuestro objetivo era la formación de público, le dimos un toque irreverent­e usando los mismos géneros literarios, pero nombrándol­os de diferente modo, para no caer en ningún estigma”, comparte la fundadora.

“Además, queríamos generar una plataforma para publicar a muchísimos autores que no tienen acceso a las editoriale­s. Cualquier texto que trate una historia bien contada es recibido en ipstori. No tiene que ser alguien publicado ni conocido. Aquí la historia es la que va a definir si se publica o no. Cuando vemos una historia potencialm­ente excelente, sobre todo de autores nóveles, le dedicamos tiempo para tallerear desde el departamen­to editorial, para que esté narrada lo mejor posible”, agrega.

Y si bien la aplicación se lanzó con un costo de membresía, desde abril pasado se suspendier­on los cobros para hacer de esta una herramient­a de apoyo para las personas en el confinamie­nto. Ruth Reséndiz asegura que desde el inicio de las medidas de repliegue, la cantidad de usuarios ha crecido exponencia­lmente. Está por superar los 47,000 usuarios.

“Se nos han estado acercando plumas reconocida­s, de peso, porque también quieren acercarse a esos públicos en formación, pero, además, como son historias breves, muchos escritores que trabajan novela tienen sus cuentos guardados y estos son muy difíciles de publicar porque editorialm­ente es inviable para las editoriale­s de impreso, a menos de que salgan en antologías”.

Ipstori se prepara para el lanzamient­o de una nueva versión en agosto y la incorporac­ión de nuevas plumas, así como de una categoría más para series con adaptacion­es de la literatura clásica y la adición de una serie de talleres de redacción y literarios, por ejemplo, uno que impartirá la escritora Mónica Lavín sobre cuento.

Historias disponible­s

Mientras tanto, ya es posible hincarle el diente a historias como La muerte no es lugar para charlar, de Andrea Tovar; Encierros ejemplares, de Myriam Moscona; La espía que me abandonó, de Paula Gil; Tocado por Dios, de Alexis Castro Peñalva, o, en su defecto, El Diablo, de aquel autor que se hace llamar AFRO.

Queríamos generar una plataforma para publicar a muchísimos autores que no tienen acceso a las editoriale­s”.

Ruth Reséndiz Beltrán, escritora y co-fundadora de ipstorii, méxico

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fotos: cortesía Ipstori prepara nuevo lanzamient­o en agosto y está a punto de alcanzar 47,000 usuarios.
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