¿Quién pagaría los errores de la visita a Trump?
Es tan grande su ego y tan seguro estaba de que su discurso populista había permeado en amplios sectores de la sociedad que fue capaz de decir en la pre campaña presidencial que se podía parar a la mitad de la 5ta Avenida, en Nueva York, disparar a la gente y no perder un solo votante.
Esto, claro, lo dijo Donald Trump antes de que el partido Republicano eligiera candidato a la contienda presidencial del 2016. Pero esta apología de la violencia con la que Trump se mostraba tan seguro de ganar resultó ser una metáfora correcta.
No solo logró la candidatura, sino que llegó a la Casa Blanca sin mentir un segundo sobre lo peligroso de su discurso. Trump a nadie engañó. Siempre fue radical, con un discurso de odio y así se ha mantenido inmune, hasta hoy.
En México, Andrés Manuel López Obrador tiene similitudes discursivas con Trump. No habla de asesinar a nadie, pero sí tiene un discurso polarizante, busca crear divisiones y perpetuar viejos resentimientos engendrados en la sociedad mexicana.
Y también, como Trump, consiguió lo que quería sin engañar a nadie. Muchas promesas incumplidas de campaña, pero ni un paso atrás en su forma de ser. Y eso lo ha hecho inmune ante su base, hasta hoy.
Por eso es que ahora que ambos presidentes se van a encontrar en Washington hay que entender que el gran ganador será Donald Trump, no tiene riesgos. Pero que, a pesar de la insistencia de que es un error del presidente mexicano entrar ahora en las fauces de la Casa Blanca, López Obrador no será, en su persona, un perdedor.
Su base le perdonará cualquier desliz, cualquier error, cualquier evidencia de que, efectivamente, no debería estar ahí esta misma semana.
Conserva ese manto protector ante sus fieles seguidores que lo hacen inmune a poder manchar su plumaje. Pueden ser cada día más los desencantados con el fallido bienestar que prometió, pero hay millones que le siguen con una fe religiosa.
Si remotamente llegara a ser una visita productiva y benéfica para México, él será el gran beneficiario. Pero cuando haya que responsabilizar a alguien de los previsibles errores de esta visita, López Obrador saldrá impoluto.
El que podría cargar con la cuenta de los platos rotos sería su canciller Marcelo Ebrard. Y no tanto con los opositores. Porque si bien, fuera de los simpatizantes de la 4T, Ebrard es visto como una luz de prudencia dentro del populismo gobernante, al final es una pieza de ese engranaje.
El cargo que más puede pesar para Ebrard si las cosas se salen de control frente a Donald Trump será interno en la 4T. La factura sería entre esos fieles seguidores del movimiento lopezobradorista que, eventualmente, tendrán que elegir al sucesor del tlatoani.
Falta mucho, pero el relevo presidencial que se tiene, por ley, que llevar a cabo en el 2024 podría definirse en la decisión interna del partido del presidente. Y si esta semana la visita a Washington se convierte en un desastre, es un hecho que las voces interiores más radicales se encargarán de recordar el capítulo en los momentos clave de esa selección del relevo.