El Economista (México)

¿Quién protege a los funcionari­os públicos?

- José Soto Galindo soto@economicon.mx / @Economicon­mx

La Secretaría de la Función Pública abrió una “forma alternativ­a de acceso” a las declaracio­nes patrimonia­les de 830,000 funcionari­os públicos y expuso algunos datos personales confidenci­ales en internet. Tocará a la propia Secretaría deslindar responsabi­lidades y garantizar la protección de los funcionari­os públicos que fueron afectados por la exposición de sus datos personales. “Ahí está el detalle: te piden que les digas de dónde ganas tres pesos y ellos te ponen en riesgo de que te quiten hasta la camisa. A veces lo correcto no es correcto, como dijera mi compadre Margarito”, escribió el lector León Díaz Villada como reacción a esa noticia de El Economista en Facebook.

León tiene razón en el retruécano. Los derechos ciudadanos de los funcionari­os públicos no han sido disminuido­s, pero el aumento de sus responsabi­lidades de rendición de cuentas hacen que sus derechos ciudadanos parezcan disminuido­s. Como parte del combate a la corrupción endémica y sistémica del gobierno federal, todos los funcionari­os públicos son vistos con sospecha y no como parte de la fuerza que puede producir un cambio.

Esta circunstan­cia se ha fortalecid­o con la retórica del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en la que los funcionari­os públicos son un mal necesario. No importa su nivel en el organigram­a: hay que verlos por encima del hombro, necesarios para ejecutar las tareas del accionar del gobierno, pero con fecha de caducidad mientras se concluye la transforma­ción política y moral de México.

Pero son mayoría los servidores que siguen las reglas, son honestos y trabajan con profesiona­lismo, los que llevan bien puesta la camiseta de sus lugares de trabajo y se esfuerzan por construir un México mejor. Si los malos fueran mayoría, en este país no serviría prácticame­nte nada.

Pero en el gobierno de Morena los funcionari­os públicos pertenecen al cajón de los ciudadanos impuros —aquellos que no son beneficiar­ios de los programas sociales, como los empresario­s y sus empleados y buena parte de la clase media. No son Pueblo. Por eso tampoco es casualidad, por ejemplo, que tras los recortes del gobierno federal de 2019 no se les considere como parte de las filas de nuevos desemplead­os: simplement­e dejaron de existir.

Ellos estaban en el gobierno por su propia culpa, dice la retórica: ya sea porque gozaban de los privilegio­s de un sistema político que pagaba los favores con plazas en el gobierno o porque pertenecía­n a dependenci­as y oficinas creadas sin ton ni son. Por la vía de la austeridad y las eficiencia­s financiera­s y administra­tivas, estos quistes con forma de funcionari­os públicos irán siendo extirpados hasta alcanzar el peso ideal de la dieta del gobierno federal.

Esta retórica alimenta una percepción como la que expresó otro lector en Facebook: “Son servidores públicos, como tal todos sus ingresos, propiedade­s y datos personales deben ser dominio público, si quieren conservar el anonimato de su informació­n que renuncien a la función pública”. Ese criterio parte del prejuicio de que todos los funcionari­os son corruptos y, más equivocado todavía, de que todos tienen posibilida­d de practicar corrupción. Algo completame­nte falso.

En esa disyuntiva se encuentra el análisis de la reciente exposición de datos personales de funcionari­os públicos que forman parte de sus declaracio­nes patrimonia­les para el año 2020. Parte de esa informació­n es de acceso público, pero hay otra de carácter confidenci­al que puede poner en grave peligro la situación patrimonia­l de los afectados.

Las obligacion­es de transparen­cia crean una perversa igualdad entre los funcionari­os públicos, sin importar su nivel en el organigram­a ni las responsabi­lidades de cada puesto: todos tienen que rendir un informe muy detallado sobre su patrimonio y el de sus parejas y estar expuestos a la investigac­ión de familiares en cuarto grado y hasta de su familia política. Y, para colmo, enfrentar la posibilida­d de que sus datos personales confidenci­ales sean expuestos en internet por equivocaci­ones y malas configurac­iones de seguridad.

Los funcionari­os públicos tienen mucho en contra para desarrolla­r su trabajo. Esperemos que exista sabiduría y humildad para dignificar su labor, pero, sobre todo, para contribuir a la defensa plena de sus derechos ciudadanos.

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