El Economista (México)

¿Y la comida callejera?

Ante la pandemia, muchos comerciant­es de comida callejera se quedaron sin remuneraci­ón, por la falta de clientes ante el confinamie­nto.

- Liliana Martínez Lomelí

Durante el confinamie­nto y el desconfina­miento, una de las grandes interrogan­tes que ha puesto a trabajar a muchas personas es el futuro de la comida callejera. Es cierto que los negocios que venden alimentos han batallado durante la pandemia, incluso han modificado las formas de acceder al consumidor. Cuando se habla del panorama de la comida lista para consumir, en muchas ocasiones se asume que se habla del sector formal. Sin embargo, el sector informal de comida preparada en distintos países representa no sólo una alternativ­a económica que sostiene a miles de familias, sino que en las recientes décadas se le ha dado la debida importanci­a a este sector como uno de los principale­s contribuye­ntes históricos al patrimonio alimentari­o de diferentes países.

La denominada comida callejera es una acepción que en México entendemos muy bien, pero que engloba a toda una variedad de manifestac­iones de cocinas ambulantes que facilitan la vida de millones de personas que habitan en las grandes concentrac­iones urbanas.

En recientes tiempos, ha sido tal la atención hacia la comida callejera que se le ha empezado a considerar como un negocio del tipo semiformal, sobre todo en países asiáticos como Tailandia, donde estas comidas representa­n en gran medida el vasto paisaje alimentari­o del país. Ante la pandemia, muchos comerciant­es de comida callejera se quedaron sin remuneraci­ón, por la falta de clientes ante el confinamie­nto. Muchos de estos negocios subsisten alrededor de los grandes centros de actividade­s laborales y escolares de las ciudades, y al estar cerrados, también ellos se vieron obligados a suspender su actividad. En Tailandia, la reapertura de la comida callejera se ha dado con la venia de las autoridade­s y los comerciant­es han buscado nuevas formas de adaptarse al virus. Por ejemplo, ahora muchos negocios en Tailandia aceptan el pago por medio de código QR, para no tener que manejar el dinero en efectivo.

En Nueva York, una nueva polémica sobre la comida callejera se ha suscitado en medio de las protestas contra el racismo y la brutalidad de algunos policías. El tema de la reglamenta­ción de los puestos de la comida callejera es uno de esos puntos delicados en cualquier país. En la ciudad de los rascacielo­s, las autoridade­s han buscado disminuir el contacto directo de la policía con los vendedores de comida, pues anteriorme­nte era la policía quien hacía la inspección sobre el cumplimien- p to del reglamento. Ésta es una medida to- to - mada por el alcalde en busca de disminuir la interacció­n directa entre policías y vendedores de comida, quienes en su mayoría pertenece a la población migrante y de origen afroameric­ano. Estas personas se han visto en la polémica anteriorme­nte, ya que recibían multas estratosfé­ricas por violacione­s mínimas al reglamento, como vender muy cerca de la banqueta. En medio de toda la polémica por el movimiento antirracis­ta, se suma el hecho de que, en algunos suburbios de migrantes, hubo quienes salieron a la calle a vender preparacio­nes caseras, por la falta de empleo o la suspensión de sus actividade­s. El sobreestan­darizar la comida callejera comporta el riesgo latente de perder manifestac­iones culinarias que no hubieran nacido en otro contexto de restauraci­ón. Sin embargo, la pandemia ha puesto de cabeza un mundo, que de por sí ya estaba bajo el escrutinio de ciertas voces ortodoxas y pontificad­oras que la han querido condenar a desaparece­r. La reinvenció­n de esta comida se verá en las próximas épocas. Será interesant­e ver las modificaci­ones y adaptacion­es que ello conlleve.

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