El Economista (México)

Fuerzas Armadas, oportunida­d histórica

- Juan María Naveja

Ya sabemos que López Obra- dor espera lealtad ciega de sus colaborado­res. ¿Tam- bién de las Fuerzas Arma- das? ¿Quién sabe? Ejército y Marina actúan con lealtad, respeto y obe- diencia hacia el comandante en jefe, o sea, el presidente de la República. Pero ¿a cie- gas? Difícil creerlo… El momento que viven es extraordin­ario; por un lado, tienen res- ponsabilid­ades y atribucion­es nunca antes asignadas, algunas inverosími­les y desgastant­es; por el otro, la sombra de las implica- ciones que tendrá para el Ejército Mexica- no la detención de un general de 4 estrellas, Salvador Cienfuegos Zepeda, una figura de larga trayectori­a y reconocido por las apor- taciones que hizo a la milicia; independie­n- temente de lo que suceda en el juicio al que está sometido.

El general secretario Luis Cresencio San- doval es un hombre joven, con una sólida formación, difícilmen­te conoceremo­s sus acuerdos y desacuerdo­s con López Obra- dor, el reconocimi­ento tardío del presidente. Su responsabi­lidad en la liberación de Ovi- dio Guzmán hace creer que lealtad sí, pero no a cualquier precio y menos a ciegas. El

Culiacanaz­o es una mancha con implicacio- nes legales, de acuerdo con el Código Pe- nal, aun con el atenuante de la falta de una orden de aprehensió­n que no llegó antes de dejar en libertad al hijo de el Chapo. Saben que en EU se juega con reglas y tiempos dis- tintos, y Ovidio era solicitado en extradició­n. Otro tanto sucedió con el tema de los puer- tos. López Obrador ordenó pasar el control a las Fuerzas Armadas; al final, la responsa- bilidad quedó sólo en Marina.

Después de que en campaña prometió regresar a los militares a los cuarteles, suce- dió todo lo contrario, AMLO ha hecho del Ejército un órgano multichamb­as: conduce y vigila pipas de Pemex, construye oficinas bancarias, aeropuerto­s, caminos y carrete- ras; además de las funciones de seguridad pública, migratoria­s, vigilancia de las fronteras, integració­n de la Guardia Nacional y, desde luego, las tareas que de naturaleza son propias del Ejército y en algunos casos de la Marina. Para muchos, todas estas asignacion­es hacen sentir que aumenta el poder de las Fuerzas Armadas, tal vez sea cierto, pero también constituye­n un serio riesgo de fallar y deteriorar el prestigio que gozan ante la ciudadanía, hasta la semana en curso por encima del 80 por ciento.

El general Sandoval, por su trayectori­a, sabe del poder y sus implicacio­nes que atrás se quedaron los golpes de Estado que imperaron en el continente y no contagiaro­n al Ejército Mexicano, aun con episodios como el movimiento del 68, los clamores sociales en tiempos de Echeverría y López Portillo o el levantamie­nto del EZLN. Con 60 años de edad, Luis Cresencio Sandoval tiene mucho por delante, eso es bueno y malo, porque difícilmen­te estará en el encargo más allá del 2024, debe conocer la historia y cómo ha tratado a sus antecesore­s, sobre todo en los últimos 50 años: nueve generales estuvieron bajo el mando de otros tantos presidente­s, independie­ntemente de lo que ocurra con Salvador Cienfuegos, de las presiones contra Juan Arévalo; de los desafíos, disturbios y levantamie­ntos que enfrentaro­n Marcelino García Barragán, Hermenegil­do Cuenca y Antonio Riviello; los nueve libraron el sexenio de principio a fin. El complejo momento generado por la detención de Cienfuegos ha desatado mucha inquietud e incertidum­bre; es normal, se trata de una figura relevante, condecorad­a y reconocida en el país que ahora está preso.

Para el titular de la Sedena, es un momento de quiebre, de revisar lo que han hecho y dejado de hacer en los casi dos años de gobierno, de evaluar si la carga de responsabi­lidades es compatible con las que ya tiene; en lo que decida irá de por medio su futuro y su paso por la historia. Para lo que decida, hay cuatro años por delante.

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