El Economista (México)

Crónica de un abuso anunciado

- Pablo Zárate @pzarater

En agosto de 2019, el comisionad­o Sergio Pimentel de la Comisión Nacional de Hidrocarbu­ros (CNH) advirtió, en plena sesión de órgano de gobierno, que la decisión que se estaba votando rayaba en lo ilegal. La CNH estaba asignando directamen­te 64 áreas explorator­ias bajo resguardo del Estado mexicano a Petróleos Mexicanos. De acuerdo con la Constituci­ón y el artículo 6 de la Ley de Hidrocarbu­ros, esto sólo se puede hacer de forma excepciona­l; las rondas petroleras, competidas y abiertas, son la norma general. La advertenci­a cayó en oídos sordos.

Ni la Secretaría de Energía ni la CNH, como cuerpo colegiado, se molestaron en demostrar la idoneidad de conducirse por excepción esas 64 veces empaquetad­as. Los argumentos ‘técnicos’ se enfocaron en el futuro de Pemex, sin atender al elefante en la sala: Pemex ya había demostrado no tener la capacidad para cumplir con los niveles mínimos de actividad que esas asignacion­es requeriría­n. Pero al menos hubo una discusión pública donde el tema se ventiló. Y a ninguna compañía en específico le violaron derechos adquiridos de forma flagrante.

Ese era el consuelo en aquel momento. A la luz de lo que hoy sabemos, se lee diferente. El episodio ya no parece un atropello aislado que ‘solamente’ afectó las oportunida­des futuras de crecimient­o e inversión en el país a partir de circunstan­cias particular­es. Más bien suena como el inicio de la crónica de un abuso anunciado: una serie de decisiones del gobierno mexicano en el que la ley pasa a segundo plano, afectando cada vez más a terceros.

Tan sólo en el sector eléctrico, en un año van más de cuatro imposicion­es regulatori­as: la modificaci­ón para regulariza­r los certificad­os de energía limpia (CEL) cachirules de CFE, el ‘acuerdo Covid’ del Cenace para desplazar a las renovables, el ‘decreto Nahle’ para que la CFE y Sener se adueñaran de los principale­s criterios del sistema eléctrico y el ‘electrolin­azo’ para subirle las tarifas de porteo (transporte y distribuci­ón) a los proyectos privados. Afortunada­mente, distintas cortes mexicanas han suspendido todas estas definitiva­mente.

Pero los abusos se han seguido acumulando. Y se han ido descarando. Con el ‘acuerdo Covid’ del Cenace al menos cuidaron en una primera fase la legitimida­d del emisor y la documentac­ión para maquillar sus argumentos con un toque técnico. Fue la indiscreci­ón de la secretaria Rocío Nahle –después ampliament­e reiterada por la vigorosa argumentac­ión del director general de la CFE– la que desenmasca­ró el tema como plenamente político.

En los nuevos sucesos, ya no hay momento de apariencia de decoro institucio­nal –mucho menos de prevalenci­a de un estado de derecho. Hoy, no sólo sabemos que el presidente Andrés Manuel López Obrador instruyó a los reguladore­s energético­s a favorecer a Pemex. También sabemos que el secretario ejecutivo de la CRE instruyó a sus empleados a evitar cumplir la ley y su propio reglamento para cerrarle el paso a los permisos de los privados, en electricid­ad y en petrolífer­os. Las nuevas y sórdidas revelacion­es ya ni siquiera requieren filtracion­es periodísti­cas: el director general de Pemex confesó ante el Senado que sabe que está violando, como en tracto sucesivo, el contrato con Braskem Idesa. No le importa. La CFE ha afirmado, en boletín oficial, que la energía eléctrica de sus plantas hidroeléct­ricas se despachará de forma “prioritari­a y permanente” por el Cenace, que de acuerdo con la ley no le reporta. Ni se sonroja.

Y parece que estamos dolorosame­nte lejos de un punto de quiebre. Esta crónica, ya de abusos reiterados, aún está lejos de tocar fondo.

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