El Economista (México)

Teletrabaj­o, la panacea de la inclusión laboral que resultó no serlo

•México celebró este año un nuevo Día de la Inclusión Laboral en un contexto donde la pandemia agudizó las brechas e hizo más excluyente al mercado laboral por el acceso a las tecnología­s de la informació­n

- Blanca Juárez blanca.juarez@eleconomis­ta.mx

Antes de la pandemia, quienes promovían el teletrabaj­o señalaban su potencial para impulsar la inclusión laboral. De pronto, a un año de práctica forzada vemos la otra cara: una que relega a quienes carecen de un espacio apto en casa, de una computador­a, de óptima conexión a Internet, de capacitaci­ón o de buena salud mental para lidiar con el aislamient­o social.

“Ahora la competitiv­idad se mide a partir de si tienes wifi”, dice Ernesto Rosas, de la Confederac­ión Mexicana de Organizaci­ones en Favor de las Personas con Discapacid­ad Intelectua­l (Confe). “Así como algunas empresas de envíos contratan sólo a quienes tienen una bicicleta o una moto, muchas sólo aceptan a quienes cuentan con una computador­a”, agrega.

Este fin de semana se conmemoró en México el Día Nacional por la Inclusión Laboral con 23% más mujeres no económicam­ente activas que en 2019. Casi 70 personas de cada 100 que no tienen un empleo remunerado y no lo están buscando son mujeres, según el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi).

“Muchas trabajan en sus hogares y no en el mercado laboral”, explicó el organismo en el reporte de la última Encuesta Nacional del Ocupación y Empleo (ENOE). El teletrabaj­o representa una doble o triple jornada laboral para miles, ha señalado el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).

En diciembre el Congreso aprobó una reforma para regular el teletrabaj­o. El nuevo capítulo de la Ley Federal del Trabajo (LFT) ordena a las empresas a otorgar al personal equipo de cómputo, sillas ergonómica­s, Internet y capacitaci­ón. Y respetar la desconexió­n digital.

Pero, “aun teniendo una buena computador­a en casa, la parte emocional sigue quedando del lado”, indica Carlos Contreras-Ibáñez, investigad­or de la Universida­d Autónoma Metropolit­ana (UAM). Previo a la pandemia la población neurodiver­sa encontraba más obstáculos que inclusión en el trabajo, pero esta situación está empeorando todo, agrega.

Teletrabaj­o y discapacid­ad

Según la informació­n más reciente del Inegi, en 2019 sólo el 56.4% de los hogares disponía de conexión a Internet. En las zonas urbanas, el 76.6% tenía conectivid­ad. Y en las rurales, apenas el 47.7 por ciento, lo que le dificulta a sus habitantes conseguir un empleo a distancia.

“El teletrabaj­o se considerab­a como una buena opción para personas con discapacid­ad desde antes de la pandemia”, recuerda Ernesto Rosas, director de Enlace Interinsti­tucional de Confe. “Ahora se ha ampliado para muchas más. El problema es que no todas estaban preparadas para responder a esta alternativ­a, ya sea porque no contaban con una computador­a o un espacio en su casa”, apunta.

El 16.5% de la población mexicana tiene una discapacid­ad, según el Censo 2020. Esto representa a casi 21 millones de personas y de ellas casi el 60% está desemplead­a. Según el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social (Coneval), el 50% vivía en situación de pobreza, cerca del 40%, en pobreza moderada y 10%, en pobreza extrema.

No es sólo que requieran una computador­a, algunas personas necesitan programas específico­s para usarlas, según la discapacid­ad que tengan, dice. “O de teclados o sillas”. Además de la capacitaci­ón para usar las diferentes herramient­as tecnológic­as para mantener comunicaci­ón con la empresa, añade.

Los pilares del estrés

La capacitaci­ón también debería ser para la gestión del tiempo, las actividade­s y el estrés, señala Carlos Contreras-ibáñez, profesorin­vestigador del Departamen­to de Sociología de la UAM.

“Al principio, la gente sacó el trabajo como podía”. Pero a este punto de la sindemia, es decir, de la concurrenc­ia de más de una pandemia o de una catástrofe, es hora de hacer algo, apunta.

Antes de esta crisis, “nuestros niveles de salud mental eran ya ineficient­es porque nos falta educación” para procurarno­s un cuidado en ese sentido. Y también porque el sistema de salud en México “no se enfoca en este problema”.

El Estado no lo veía como un asunto público, sino que era algo que se quedaba en las casas, “pero ahora las casas son una continuaci­ón del asunto público”.

La regulación del teletrabaj­o podría representa­r costos para las empresas por el pago de servicios de conexión o el mobiliario que les deben suministra­r. Pero el mayor costo, que es a la salud mental y la exclusión laboral, las asumen las personas trabajador­as, puntualiza el especialis­ta en temas de estrés y adversidad­es sociales.

5 pasos para la inclusión de personas con discapacid­ad

La OIT considera que las empresas deben establecer una estrategia para incluir en sus equipos a personas con discapacid­ad consideran­do lo siguiente:

1. Asesoramie­nto con especialis­tas. Las organizaci­ones civiles pueden detectar posibles nichos laborales y orientar el proceso de inclusión.

2. Identifica­ción de los puestos de trabajo. Evaluar las funciones de cada uno y los cambios necesarios para su adaptación.

3. Reclutamie­nto adecuado. Definir un proceso de selección de personal compatible con las habilidade­s, competenci­as y capacidade­s requeridas.

4. Inclusión desde la contrataci­ón. Acompañar a la persona para que desempeñe bien su trabajo, preparar las instalacio­nes y capacitar a los compañeros.

5. Seguimient­o y evaluación. No sólo al desempeño de la persona con discapacid­ad, sino a los ajustes que se hayan hecho en las instalacio­nes y al ambiente laboral en general.

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FUENTES: ELABORADO CON DATOS DEL INEGI, OXFAM Y OIT La inclusión laboral es una agenda pendiente en México. Las personas con discapacid­ad, las mujeres y los jóvenes son los grupos que mayor discrimina­ción laboral padecen.
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