Cambio climático, mercado de carbono
El gobierno de México pisotea sus compromisos ante el Acuerdo de París y evade responsabilidades climáticas globales, atrayéndose la ignominia internacional. Entre tanto, el mundo se mueve rápidamente hacia la construcción de un nuevo orden global en materia energética y tecnológica, y claramente, económica y financiera. Su expresión más elocuente y sofisticada es el desarrollo de mercados de carbono de creciente profundidad y extensión, particularmente en Europa, China, y Estados Unidos. Uno de los principios fundamentales de la política climática es la imposición de un precio al carbono, para internalizar costos sociales, ambientales y climáticos. Se trata de hacer pagar a quienes emiten a la atmósfera gases de efecto invernadero, con la finalidad de inducir cambios en conductas, y decisiones de inversión, consumo y producción. La forma más sencilla, barata, transparente y eficiente de hacerlo, es a través de un Carbon Tax, o impuesto a las emisiones de carbono, de tal forma que la magnitud del impuesto cubra los costos y permita alcanzar objetivos climáticos definidos por la ciencia. Sin embargo, este instrumento es políticamente muy difícil de procesar porque implica de manera inmediata y obvia un aumento en los precios de los combustibles. Se estima que, para lograr los objetivos climáticos del Acuerdo de París, el precio por tonelada de carbono tendría que superar los 200 USD. (Por ejemplo, esto supondría elevar el precio de las gasolinas mexicanas entre 12 y 15 pesos por litro).
El otro instrumento para imputarle un precio al carbono son los mercados de carbono, cuyo resultado, en teoría, podría ser equivalente a un Carbon Tax. Estos funcionan a partir de un tope o límite total a las emisiones, que se va reduciendo año con año hasta lograr los objetivos climáticos deseados. Quienes emiten gases de efecto invernadero quedan obligados a acreditar cada tonelada de sus emisiones con permisos o certificados de emisión, popularmente llamados en México Bonos de Carbono, expedidos por la autoridad y/o adquiridos en el mercado. El mercado de Certificados de Energía limpia (CEL) creado en nuestro país en años anteriores – hoy destruido por el actual gobierno – seguía un modelo similar.
En Europa, el mercado de carbono inició operaciones en 2005, al amparo del Protocolo de Kioto, pero fue perdiendo relevancia al existir una gran sobreoferta de permisos de emisión o Bonos de Carbono; el precio llego a ser casi nulo. Todo esto ha cambiado radicalmente, a partir del compromiso de la Unión Europea de reducir sus emisiones en 55% para el 2030, llevándolas a cero, en 2050, en el contexto del Acuerdo de París. La Comisión Europea absorbió y canceló permisos en exceso en 2019, sacándolos de circulación, y el mercado respondió instantáneamente. Este febrero, los precios alcanzaron 40 Euros/ton, y el mercado se multiplicó por cinco, con un valor récord de 229,000 millones de Euros. Los principales demandantes o compradores de permisos de emisión son empresas de energía y de climatización de edificaciones, y grandes empresas industriales. La expectativa es que los precios se eleven considerablemente en el corto plazo por encima de los 80 Euros/ton. El mercado de carbono funciona: las emisiones de las empresas de energía se han abatido en más de 50% en los últimos años.
El caso es que en Europa ya pagan por sus emisiones las empresas más significativas, lo que genera sin duda preocupaciones de competitividad. Por ello, la Comisión Europea (al igual que el gobierno de Biden en Estados Unidos) estudia establecer impuestos compensatorios o aranceles de carbono a las importaciones desde países que no posean precios para el carbono, o políticas climáticas estrictas y ambiciosas. Las perspectivas también incluyen incluir emisiones del sector transporte, y vincular el mercado europeo con los mercados del Reino Unido, California, y probablemente China, en un sistema cada vez más global de tope y comercio de emisiones
(Cap and Trade). Mientras eso ocurre, México se concentra en destruir sus instituciones, en privilegiar combustibles fósiles, y en construir una nefanda autocracia populista.