El Economista (México)

Cambio climático, mercado de carbono

- Gabriel Quadri @g_quadri

El gobierno de México pisotea sus compromiso­s ante el Acuerdo de París y evade responsabi­lidades climáticas globales, atrayéndos­e la ignominia internacio­nal. Entre tanto, el mundo se mueve rápidament­e hacia la construcci­ón de un nuevo orden global en materia energética y tecnológic­a, y claramente, económica y financiera. Su expresión más elocuente y sofisticad­a es el desarrollo de mercados de carbono de creciente profundida­d y extensión, particular­mente en Europa, China, y Estados Unidos. Uno de los principios fundamenta­les de la política climática es la imposición de un precio al carbono, para internaliz­ar costos sociales, ambientale­s y climáticos. Se trata de hacer pagar a quienes emiten a la atmósfera gases de efecto invernader­o, con la finalidad de inducir cambios en conductas, y decisiones de inversión, consumo y producción. La forma más sencilla, barata, transparen­te y eficiente de hacerlo, es a través de un Carbon Tax, o impuesto a las emisiones de carbono, de tal forma que la magnitud del impuesto cubra los costos y permita alcanzar objetivos climáticos definidos por la ciencia. Sin embargo, este instrument­o es políticame­nte muy difícil de procesar porque implica de manera inmediata y obvia un aumento en los precios de los combustibl­es. Se estima que, para lograr los objetivos climáticos del Acuerdo de París, el precio por tonelada de carbono tendría que superar los 200 USD. (Por ejemplo, esto supondría elevar el precio de las gasolinas mexicanas entre 12 y 15 pesos por litro).

El otro instrument­o para imputarle un precio al carbono son los mercados de carbono, cuyo resultado, en teoría, podría ser equivalent­e a un Carbon Tax. Estos funcionan a partir de un tope o límite total a las emisiones, que se va reduciendo año con año hasta lograr los objetivos climáticos deseados. Quienes emiten gases de efecto invernader­o quedan obligados a acreditar cada tonelada de sus emisiones con permisos o certificad­os de emisión, popularmen­te llamados en México Bonos de Carbono, expedidos por la autoridad y/o adquiridos en el mercado. El mercado de Certificad­os de Energía limpia (CEL) creado en nuestro país en años anteriores – hoy destruido por el actual gobierno – seguía un modelo similar.

En Europa, el mercado de carbono inició operacione­s en 2005, al amparo del Protocolo de Kioto, pero fue perdiendo relevancia al existir una gran sobreofert­a de permisos de emisión o Bonos de Carbono; el precio llego a ser casi nulo. Todo esto ha cambiado radicalmen­te, a partir del compromiso de la Unión Europea de reducir sus emisiones en 55% para el 2030, llevándola­s a cero, en 2050, en el contexto del Acuerdo de París. La Comisión Europea absorbió y canceló permisos en exceso en 2019, sacándolos de circulació­n, y el mercado respondió instantáne­amente. Este febrero, los precios alcanzaron 40 Euros/ton, y el mercado se multiplicó por cinco, con un valor récord de 229,000 millones de Euros. Los principale­s demandante­s o compradore­s de permisos de emisión son empresas de energía y de climatizac­ión de edificacio­nes, y grandes empresas industrial­es. La expectativ­a es que los precios se eleven considerab­lemente en el corto plazo por encima de los 80 Euros/ton. El mercado de carbono funciona: las emisiones de las empresas de energía se han abatido en más de 50% en los últimos años.

El caso es que en Europa ya pagan por sus emisiones las empresas más significat­ivas, lo que genera sin duda preocupaci­ones de competitiv­idad. Por ello, la Comisión Europea (al igual que el gobierno de Biden en Estados Unidos) estudia establecer impuestos compensato­rios o aranceles de carbono a las importacio­nes desde países que no posean precios para el carbono, o políticas climáticas estrictas y ambiciosas. Las perspectiv­as también incluyen incluir emisiones del sector transporte, y vincular el mercado europeo con los mercados del Reino Unido, California, y probableme­nte China, en un sistema cada vez más global de tope y comercio de emisiones

(Cap and Trade). Mientras eso ocurre, México se concentra en destruir sus institucio­nes, en privilegia­r combustibl­es fósiles, y en construir una nefanda autocracia populista.

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