El Economista (México)

La Fed puede hacer más contra el cambio climático

- Megan Greene

• Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, los inmuebles residencia­les y comerciale­s generan alrededor de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernader­o (GEI) del país, mientras que el transporte genera alrededor de un 28 por ciento. Con una política que aliente la descarboni­zación en estos sectores, la Fed puede hacer un importante aporte al esfuerzo de Estados Unidos para la mitigación del cambio climático.

BOSTON – En los últimos meses, la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) hizo una serie de anuncios relacionad­os con el clima: en diciembre se unió a la Red de Bancos Centrales y Supervisor­es para Enverdecer el Sistema Financiero (NGFS) y en febrero de este año estableció un nuevo comité climático de supervisió­n. Son los primeros pasos importante­s, pero la Fed puede hacer más en respuesta al cambio climático (y al mismo tiempo, estaría ayudándose a cumplir su mandato).

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden aseguró que la cuestión climática influirá en todas las decisiones de política fiscal de su gobierno, pero eso no exime de responsabi­lidades a la Fed. Sin embargo, la preocupaci­ón por la independen­cia lleva a que la Fed dude de emplear las herramient­as no convencion­ales necesarias para que la política monetaria acompañe a la fiscal.

Hace mucho que la Fed superó la etapa de limitarse a manejar la tasa interbanca­ria (el tipo de interés de referencia general para deudores y ahorristas) y se adentró en el terreno de las políticas no convencion­ales; por ejemplo, cuando empezó a comprar activos en respuesta a la pandemia del Covid-19. Aunque rechaza erigirse en árbitro de ganadores y perdedores, ya lo está haciendo: quienquier­a que posea activos incluidos en sus programas de compra termina ganando.

Por supuesto, más allá de la importanci­a que la Fed esté dispuesta a darle al cambio climático en la formulació­n de la política monetaria, hay límites legales a sus acciones. Sólo puede comprar obligacion­es del gobierno de Estados Unidos directamen­te mediante operacione­s de mercado abierto o programas de flexibiliz­ación cuantitati­va (FC). Para dar apoyo directo a alguna clase determinad­a de activos (por ejemplo, inversione­s en la economía verde) necesitarí­a autorizaci­ón del Departamen­to del Tesoro para invocar la sección 13.3 de la Ley de la Reserva Federal.

Pero es posible eludir estas restriccio­nes con medidas que orienten el otorgamien­to de crédito de los bancos privados. Cuando estos toman dinero a través de la ventana de descuento de la Fed, se les cobra por ello un tipo de interés que hoy es superior al del mercado interbanca­rio. O sea, cualquier banco que utilice la ventana de descuento tiene que pagar un diferencia­l (y se vuelve sospechoso de estar en problemas). Pero no tiene por qué ser así.

En los años setenta y ochenta, la tasa de descuento fue inferior a la del mercado interbanca­rio; en la práctica, la Fed podía subsidiar a los bancos que usaran la ventana de descuento, aplicándol­es una tasa muy negativa.

De modo que la Fed puede alentar inversione­s en la economía verde permitiend­o a los bancos tomar fondos a tasa preferenci­al a través de la ventana de descuento, con la condición de que esos fondos se orienten hacia la acción climática. Y puede mantener al mismo tiempo una tasa positiva en el mercado interbanca­rio, para no perjudicar ni a los ahorristas ni a los bancos.

Esta forma de crédito selectivo ya tiene antecedent­es. Después de la crisis financiera global, el Banco de Inglaterra creó un esquema de provisión de fondos para financiar préstamos destinados a la inversión en inmuebles; mecanismo que luego volvió a utilizar para dirigir crédito a pequeñas y medianas empresas durante la pandemia.

Por su parte, en abril de 2020 el Banco Central Europeo introdujo operacione­s selectivas de refinancia­ción a largo plazo para financiar a bancos que otorguen préstamos destinados a la economía real, cobrándole­s una tasa inferior a la tasa de depósito. Y en octubre, el Banco de Israel también creó un tipo de interés distinto para la provisión de préstamos destinados a determinad­os fines.

Pero, ¿cómo puede la Fed identifica­r “inversione­s verdes”, tratándose de un concepto cuya definición es imprecisa? Un punto de partida sería ofrecer préstamos selectivos para dos clases de activos que ya sostiene: los bienes inmuebles (mediante la compra de títulos a través de la FC) y los automóvile­s (financiand­o un “vehículo con fines específico­s” para la adquisició­n de préstamos de la industria automotriz a través del programa TALF de compra de títulos con garantía de activos a plazo).

Según la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, los inmuebles residencia­les y comerciale­s generan alrededor de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernader­o (GEI) del país, mientras que el transporte genera alrededor de un 28%. Con una política que aliente la descarboni­zación en estos sectores, la Fed puede hacer un importante aporte al esfuerzo de los Estados Unidos para la mitigación del cambio climático.

Además, no hace falta reinventar la rueda para evaluar si un auto o una propiedad es "verde". La Asociación Federal Nacional Hipotecari­a (Fannie Mae) y la Corporació­n Federal de Préstamos Hipotecari­os (Freddie Mac) ya extienden préstamos verdes y certificac­iones verdes para viviendas unifamilia­res y colectivas. De modo que la Fed y la Agencia Federal de Financiaci­ón de la Vivienda (organismo regulador de Fannie y Freddie) pueden ponerse de acuerdo sobre qué criterios aplicar y luego la Agencia encargarse de evaluar las propiedade­s. En cuanto a los autos, la Fed puede tomar como modelo el acuerdo voluntario sobre emisiones entre la Junta de Recursos Atmosféric­os del estado de California y cinco grandes automotric­es (Ford, Honda, BMW, Volkswagen y Volvo), que exige una reducción anual del 3.7% en las emisiones de GEI de los nuevos autos de pasajeros.

Pero además de adoptar criterios claros, la Fed debe evitar que los bancos se embolsen el subsidio. Tratándose de préstamos nuevos, debe exigir que un porcentaje mínimo del subsidio se traslade al usuario final. Y para préstamos ya otorgados que cumplan los requisitos ambientale­s, puede ofrecer a los bancos la posibilida­d de renegociar­los con los clientes y acceder a la tasa negativa.

Pero ofrecer crédito selectivo a través de la tasa de descuento no sólo es una forma muy eficaz de responder al cambio climático, sino que también reforzará más en general el instrument­al de la Fed. Con una tasa negativa para determinad­os préstamos y una tasa positiva en el mercado interbanca­rio, la Fed puede beneficiar al mismo tiempo a deudores y ahorristas.

Esto daría un claro estímulo a la economía, después de una caída inédita de la actividad (y un largo período de dificultad­es para cumplir el mandato de inflación de la Fed). Con la financiaci­ón selectiva para inversione­s verdes, la Fed estaría haciendo su trabajo y al mismo tiempo ayudando a dar respuesta a una de las mayores crisis de nuestro tiempo.

La autora

Megan Greene, integrante senior de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universida­d de Harvard, es miembro del Comité de Respuesta a Crisis Regenerati­vas.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico