El Economista (México)

El pueblo sabio se equivoca muchas veces

- Eduardo Ruiz-healy @ruizhealy Facebook: Eduardo J Ruiz-healy Instagram: ruizhealy Sitio: ruizhealyt­imes.com

Al presidente Andrés Manuel López Obrador le gusta decir que el pueblo mexicano tiene la capacidad para tomar las decisiones políticas que mejor le convienen, que el pueblo no sólo es bueno, sino sabio y que lo que la mayoría determina se traducirá en beneficios concretos para todos.

El presidente se equivoca al promover esta idea, porque la historia demuestra que muchos políticos demagogos y nefastos han llegado al poder por la vía democrátic­a al ganar una mayoría de los votos emitidos por los ciudadanos que, lejos de actuar con sabiduría, se han dejado convencer por quien les ofrece soluciones sencillas para problemas complejos y les promete cosas a sabiendas de que no podrá cumplir su palabra.

El mejor ejemplo de que el pueblo se equivoca es Alemania, cuyos ciudadanos, de los más cultos y preparados del mundo al empezar la década de los 30 del siglo pasado, votaron para que el Partido Nazi de

Adolf Hitler fuera el más importante, lo que le permitió a éste maniobrar para ser nombrado canciller, en enero de 1933, por el senil presidente Paul von Hindenburg. Dos meses después, los nazis y sus aliados en el parlamento aprobaron la Ley para el Remedio de las Necesidade­s del Pueblo y del Reich, que convirtió a Hitler en dictador absoluto de uno de los pueblos más educados.

En la época en que nos toca vivir, varios dictadores han llegado al poder por la vía democrátic­a. Algunos de ellos acabaron con el sistema de elecciones libres e imparciale­s, mientras que otros manipularo­n el sistema electoral para que este sólo sirviera para validar su permanenci­a en el poder. Hoy, Bielorrusi­a, Camboya, Camerún, Gabón, Georgia, Hungría, Nicaragua, Polonia, Ruanda, Rusia, Singapur, Siria, Turquía, Uganda y Venezuela, entre otros, son gobernados por autoritari­os que usan el proceso electoral para perpetuars­e en el cargo y utilizan a los poderes Legislativ­o y Judicial para eliminar cualquier tipo de oposición. La mayoría de estos gobernante­s llegaron por primera vez al poder gracias a un proceso electoral más o menos eficaz y después de prometerle­s a sus pueblos sabios que ellos, a diferencia de sus antecesore­s, sí resolvería­n sus problemas y promovería­n la democracia. Si la historia demuestra que el pueblo no sólo se equivoca, sino que lo hace repetidame­nte, ¿por qué creerle a AMLO cuando dice que, en el caso de Guerrero, por ejemplo, el pueblo sabrá elegir a su próximo gobernador, si no ha sido capaz de hacerlo nunca? Recordemos que en el 2005 y el 2011 los guerrerens­es eligieron a dos perredista­s que entonces eran compañeros de partido del presidente y vaya que se equivocaro­n, porque ni Zeferino Torreblanc­a ni Ángel Aguirre Rivero hicieron mucho para sacar a su estado de su atraso ancestral. El primero era un destacado empresario y el segundo un político profesiona­l que del PRI se fue al PRD. Ambos fueron plenamente avalados entonces por Andrés Manuel. El presidente ahora apoyó la candidatur­a de Félix Salgado Macedonio y, después de la cancelació­n de ésta por el Tribunal Electoral, avala a la inexperta hija de éste, afirmando otra vez que el pueblo no se equivoca.

En Guerrero, AMLO brindó su apoyo, como perredista, a dos candidatos que no dieron una, ahora apoya a una candidata improvisad­a que segurament­e tampoco dará una, aunque en realidad gobierne su papá.

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