Inventando la historia
Un rasgo común de los dictadores o gobernantes populistas es crear su propia narrativa histórica para recalcar que todo lo anterior a su régimen fue negativo y que con ellos inicia una nueva era reformista que sienta las bases –ahora si– de una sociedad más próspera. Se erigen como salvadores de la nación. Es la expresión máxima del egocentrismo. Fue el caso de Hitler, del régimen soviético y de la Revolución Cultural de Mao Zedong. Ésta última se llevó a cabo entre 1966 y 1976 y su objetivo explícito era reforzar el comunismo, borrando todos los elementos capitalistas y tradicionales de la sociedad china, eliminar a los revisionistas e imponer la doctrina del maoísmo como pensamiento oficial. Siglos de desarrollo de la sociedad china quedaron relegados y la auténtica historia comenzaba con Mao.
Parecería ser que la Cuarta Transformación está inspirada en el maoísmo. La insistencia de López Obrador de señalar que cuando menos cuatro décadas de “neoliberalismo” fueron nefastas para México y que no hubo nada rescatable en esos gobiernos, responde al ya tantas veces señalado mesianismo enfermizo que padece. Ha insistido una y otra vez que la democracia en México inició con él en 2018. Es una manipulación malintencionada de la historia para reforzar su discurso transformador. El libro reciente de Lorenzo Córdova y Ernesto Nuñez “la democracia no se construyó en un día” combate esa negación de la evolución democrática del país.
Cuando ese tipo de gobernantes reconocen algo del pasado histórico que no sea algo fundamental, lo hacen con una invención histórica para acomodarla a su ego. Es el caso de festejar un falso aniversario en 2021 para conmemorar 700 años de la fundación de Tenochtitlan. No le vendría mal a AMLO repasar un libro de historia.
No existe un consenso entre los historiadores pues reconocen muchos mitos, pero lo más aceptado es la tradición legendaria que sitúa a los pueblos nahuas dejando su lugar de origen, Aztlán, e iniciando una peregrinación de 260 años (de 1065 a 1325) hasta que encontraron la señal del dios Huitzilopochtli para la fundación de su ciudad-imperio en Texcoco. Crónicas como la Mexicayotl y el Códice Boturini sitúan el 13 de marzo de 1325 como la fecha más probable de su fundación. Inicialmente se llamó Cuauhmixtitlan y luego al morir Tenoch en 1376, el último jefe de la migración, se bautizó como Tenochtitlan (lugar de Tenoch, "tuna de piedra"). Otras fuentes son más imprecisas, por ejemplo, los Anales de Cuauhtitlán la sitúan en 1328 y el Códice Vaticano entre 1324 y 1332.
Los mexicas fueron derrotados por los conquistadores el 13 de agosto de 1521 y tomaron la ciudad. Fue hasta 1535 que se creó oficialmente el Virreinato de la Nueva España con lo que se estableció la Ciudad de México como capital virreinal encima de la antigua Tenochtitlan.
Así que conmemorar en 2021 los 700 años de la fundación de Tenochtitlan es una tergiversación histórica de la 4T para acomodar, a capricho de AMLO, ese festejo. No podía reconocer los 700 años en 2025 porque ya no caería dentro de su mandato. Bueno, eso esperaríamos.