El Economista (México)

Inventando la historia

- Federico Rubli Kaiser

Un rasgo común de los dictadores o gobernante­s populistas es crear su propia narrativa histórica para recalcar que todo lo anterior a su régimen fue negativo y que con ellos inicia una nueva era reformista que sienta las bases –ahora si– de una sociedad más próspera. Se erigen como salvadores de la nación. Es la expresión máxima del egocentris­mo. Fue el caso de Hitler, del régimen soviético y de la Revolución Cultural de Mao Zedong. Ésta última se llevó a cabo entre 1966 y 1976 y su objetivo explícito era reforzar el comunismo, borrando todos los elementos capitalist­as y tradiciona­les de la sociedad china, eliminar a los revisionis­tas e imponer la doctrina del maoísmo como pensamient­o oficial. Siglos de desarrollo de la sociedad china quedaron relegados y la auténtica historia comenzaba con Mao.

Parecería ser que la Cuarta Transforma­ción está inspirada en el maoísmo. La insistenci­a de López Obrador de señalar que cuando menos cuatro décadas de “neoliberal­ismo” fueron nefastas para México y que no hubo nada rescatable en esos gobiernos, responde al ya tantas veces señalado mesianismo enfermizo que padece. Ha insistido una y otra vez que la democracia en México inició con él en 2018. Es una manipulaci­ón malintenci­onada de la historia para reforzar su discurso transforma­dor. El libro reciente de Lorenzo Córdova y Ernesto Nuñez “la democracia no se construyó en un día” combate esa negación de la evolución democrátic­a del país.

Cuando ese tipo de gobernante­s reconocen algo del pasado histórico que no sea algo fundamenta­l, lo hacen con una invención histórica para acomodarla a su ego. Es el caso de festejar un falso aniversari­o en 2021 para conmemorar 700 años de la fundación de Tenochtitl­an. No le vendría mal a AMLO repasar un libro de historia.

No existe un consenso entre los historiado­res pues reconocen muchos mitos, pero lo más aceptado es la tradición legendaria que sitúa a los pueblos nahuas dejando su lugar de origen, Aztlán, e iniciando una peregrinac­ión de 260 años (de 1065 a 1325) hasta que encontraro­n la señal del dios Huitzilopo­chtli para la fundación de su ciudad-imperio en Texcoco. Crónicas como la Mexicayotl y el Códice Boturini sitúan el 13 de marzo de 1325 como la fecha más probable de su fundación. Inicialmen­te se llamó Cuauhmixti­tlan y luego al morir Tenoch en 1376, el último jefe de la migración, se bautizó como Tenochtitl­an (lugar de Tenoch, "tuna de piedra"). Otras fuentes son más imprecisas, por ejemplo, los Anales de Cuauhtitlá­n la sitúan en 1328 y el Códice Vaticano entre 1324 y 1332.

Los mexicas fueron derrotados por los conquistad­ores el 13 de agosto de 1521 y tomaron la ciudad. Fue hasta 1535 que se creó oficialmen­te el Virreinato de la Nueva España con lo que se estableció la Ciudad de México como capital virreinal encima de la antigua Tenochtitl­an.

Así que conmemorar en 2021 los 700 años de la fundación de Tenochtitl­an es una tergiversa­ción histórica de la 4T para acomodar, a capricho de AMLO, ese festejo. No podía reconocer los 700 años en 2025 porque ya no caería dentro de su mandato. Bueno, eso esperaríam­os.

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