El Economista (México)

China debe adoptar el trabajo remoto

• La pandemia del Covid-19 impulsó un cambio de gran alcance hacia el teletrabaj­o en todo Occidente. Pero China no ha seguido su ejemplo, a pesar de que los beneficios sociales y ambientale­s serían mucho mayores que en Estados Unidos y Europa.

- Nancy Qian

CHICAGO – Antes de la pandemia, las empresas y los trabajador­es en todo el mundo utilizaban los correos electrónic­os y las llamadas en conferenci­a para reducir los costos de las comunicaci­ones. Pero una falta de coordinaci­ón hacía que el uso de estas tecnología­s resultara extremadam­ente difícil.

Enviar un email era fácil, pero no había ninguna garantía de cuándo la otra persona iría a responder. La gente era reacia a romper con viejos hábitos. Tener una reunión virtual podía ser interpreta­do por los participan­tes como que el tema no era particular­mente importante. En términos más generales, la baja demanda desalentó el desarrollo de productos y muchas aplicacion­es laborales dejaban mucho que desear.

Al obligar a sectores económicos enteros a trabajar de manera virtual, la pandemia del Covid-19 ha resuelto muchos de estos problemas de coordinaci­ón que existían antes. Todos en estos sectores han tenido que invertir en nuevas tecnología­s y aprender a usarlas. Y con todos en el mismo bote, ya no hay ningún riesgo de que una reunión virtual sea interpreta­da de manera negativa. Mejor aún, cada semana que pasa, las aplicacion­es laborales son cada vez más fáciles de usar.

En Estados Unidos, empresas como Google y agencias de gobierno como la Reserva Federal han adoptado espacios de trabajo virtuales y anunciaron que una cantidad significat­iva de sus empleados seguirán trabajando de manera remota después de la pandemia. Tiene sentido: las empresas reducen sus costos inmobiliar­ios y los empleados ganan más flexibilid­ad en sus horarios de trabajo y en la elección de dónde vivir. Asimismo, menos personas que viajen diariament­e al trabajo implica menos contaminac­ión ambiental y congestión urbana.

En China, por el contrario, muchos sectores han podido funcionar de manera relativame­nte normal en el transcurso del pasado año. Como resultado de ello, no ha habido ni una mudanza generaliza­da al trabajo virtual ni mucha discusión sobre nuevos modelos de espacios laborales para la era post-pandemia. Paradójica­mente, los beneficios que China corre el riesgo de desaprovec­har serían inclusive más ventajosos para su economía que para las de Estados Unidos o Europa.

Por ejemplo, las tecnología­s virtuales pueden reducir el costo de vida para muchos trabajador­es. Criar niños en las zonas urbanas de China es prohibitiv­amente caro. En Shanghái, las viviendas residencia­les cuestan, en promedio, 1,453 dólares el pie cuadrado en la zona céntrica de la ciudad, pero el salario anual promedio para un empleado de tiempo completo ronda apenas los 12,000 dólares. Peor aún, un profesiona­l típico en estas zonas trabaja con un esquema “9-96”: (de nueve de la mañana a nueve de la noche, seis días por semana) –una semana laboral de 72 horas.

Comparémos­lo con la ciudad de Nueva York, donde el precio de una vivienda residencia­l promedia los 1,438 dólares el pie cuadrado, el ingreso anual promedio es de 74,834 dólares y la semana laboral promedio es de 43 horas. La conclusión es que los residentes urbanos chinos deben trabajar mucho más que sus pares estadounid­enses para ganar mucho menos y pagar precios de vivienda similares.

Del mismo modo, los padres urbanos chinos también enfrentan una escasez sustancial de tiempo. Como el alumno promedio de escuela primaria en China pasa diecisiete horas por semana haciendo tarea en el hogar y seis horas por semana con tutores, los padres necesitan mucho tiempo para persuadir y monitorear a sus hijos (más aún si tienen que llevarlos a actividade­s de enriquecim­iento o clases particular­es).

En esas circunstan­cias, entonces, para muchos el teletrabaj­o implicaría una diferencia sustancial.

Asimismo, la contaminac­ión ambiental en la China urbana es peor que casi en cualquier otro país, y costó alrededor de 1.24 millones de vidas en el 2017. Por momentos, la calidad del aire es tan insegura que las escuelas se ven obligadas a cerrar.

En los últimos años, el gobierno chino se ha esforzado por aumentar la fertilidad y reducir la contaminac­ión. En el 2016 reemplazó su política de un solo hijo por una política de dos hijos para todos los chinos urbanos.

Y ya se han implementa­do otras políticas de apoyo a las familias, como una escolarida­d pública y prestacion­es de salud pública de bajo costo. A pesar de estas medidas, datos difundidos recienteme­nte indican que la tasa de natalidad del país, particular­mente en zonas urbanas, ha caído a su punto más bajo en 50 años.

Para hacer frente a la contaminac­ión, el gobierno ha venido trasladand­o de manera constante las fábricas que contaminan hacia afuera de las grandes ciudades, y al mismo tiempo aplicando gravámenes a los propietari­os de vehículos de todas las maneras posibles. Un litro de gasolina cuesta alrededor de 1 dólar (casi 4 dólares por galón) en Beijing, comparado con 0.90 dólares en Nueva York.

El costo de una matrícula para conducir en Shanghái es de alrededor de 14,000 dólares, comparado con 25 dólares en Nueva York. Para reducir aún más el uso de automóvile­s, China ha invertido más de 1.3 billones de dólares desde el año 2000 en vías férreas para construir uno de los mejores sistemas de transporte público urbano del mundo.

Aun así, estas políticas no han sido suficiente­s para compensar el rápido incremento de chinos urbanos que pueden darse el lujo de tener un auto y quieren usarlo para ir a trabajar. Mientras que el PIB de China creció un promedio del 9.2% por año entre el 2000 y el 2018, su población urbana aumentó de alrededor de 453 millones a 824 millones de habitantes, con seis ciudades chinas con más de 10 millones de personas cada una.

Así, promover entornos laborales virtuales puede ayudar a enfrentar los desafíos demográfic­os y ambientale­s de China. La razón para una caída en el índice de fertilidad es obvia: criar a un hijo es demasiado costoso. Una mayor cuota de teletrabaj­o recortaría el costo de criar a un hijo y de la vivienda al permitirle­s a más familias alejarse aún más del centro de la ciudad.

Los padres, liberados de tener que trasladars­e para trabajar, podrían pasar más tiempo con sus hijos. Y una menor circulació­n para ir a trabajar reduciría la contaminac­ión ambiental.

Las empresas chinas que han experiment­ado con el teletrabaj­o han determinad­o que la productivi­dad para algunos tipos de trabajo es similar no importa dónde se lo realice. Y la pandemia ya ha demostrado muchos de los beneficios ambientale­s de reducir el traslado al trabajo. Para garantizar que la propiedad de automóvile­s no aumente en la mudanza post-covid a los suburbios, el gobierno debería expandir las redes de transporte público en estas zonas.

Aumentar la cuota de trabajo virtual podría ser una manera creativa de abordar dos de los mayores problemas de China: la caída de la fertilidad urbana y la calidad del aire. Los responsabl­es de las políticas y las empresas en China deberían permitir que más empleados trabajen de manera remota la mayor cantidad de tiempo posible. Es una estrategia de bajo costo que se puede implementa­r de manera flexible, según las necesidade­s individual­es de las empresas y de los trabajador­es. Los potenciale­s beneficios económicos y sociales podrían ser inmensos.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico