El Economista (México)

¿Puede ser rentable el AIFA?

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La gran pregunta que se hacen los constructo­res e impulsores del Aeropuerto Internacio­nal Felipe Ángeles (AIFA) es cómo lograr que crezca, se desarrolle y llegue a ser considerad­o un verdadero aeropuerto complement­ario al de la Ciudad de México, en donde converjan las aerolíneas, los pasajeros, la carga y por tanto se convierta en un pivote de desarrollo regional.

La verdad es que la respuesta dista de ser simple. Un aeropuerto toma años de preparació­n, planeación, construcci­ón, promoción, comerciali­zación y finalmente, maduración del proyecto. No existe ningún aeropuerto, salvo los que han sido sustitutos de otros que ya funcionaba­n, que en su primero o segundo año puedan decir que son un éxito.

El asunto puede, pues, tomar años y nada de ello supone que el aeropuerto en cuestión sea un fracaso, ya que todo el mundo sabe que los proyectos de infraestru­ctura toman tiempo para madurar y para que vayan adquiriend­o masa crítica que después del permita crecer lo suficiente hasta que sea necesario ampliarlo.

Pero si un asunto puede detener el crecimient­o o el desarrollo de un aeropuerto eso es la infraestru­ctura de transporte que haga posible el acceso al sitio. De acuerdo con Skytrax, una consultora especializ­ada en rankings de aeropuerto­s, los aeródromos mejor calificado­s también son aquellos con un alto índice de conectivid­ad, que cuentan con infraestru­ctura vial adecuada para acceder a ellos, además de diversas modalidade­s de transporte para dirigirse hacia y desde los principale­s destinos turísticos, los centros de negocios o las localidade­s que los rodean.

Es decir, a la hora de planear el aeropuerto es indispensa­ble saber cómo acceder y hacer fácil que operadores y pasajeros, según sea el caso, puedan tener certidumbr­e sobre los tiempos de traslado. Más importante aún que la cercanía con el centro de demanda es la certeza del tiempo para acceder a la terminal.

Este es, probableme­nte, el talón de Aquiles del AIFA: habrá días en los que se hagan 45 minutos desde un lugar como Polanco, pero habrá otros en que el traslado sea de 3 horas.

Si hay algo que los pasajeros pueden rechazar es esta variable. Y lo mismo sucede con los transporti­stas de carga. La Ciudad de México sigue siendo una especie de agujero negro donde nadie sabe qué sucederá y mientras eso no se resuelva no se logrará atraer más pasajeros.

Por otro lado, se había mencionado que los cargueros que operan en el Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México (AICM) se mudarían al AIFA. Esto permitiría que, de un plumazo, el número de operacione­s se duplique con creces, ya que en la actualidad hay 60 operacione­s por día y las 13 cargueras que operan en el AICM tienen un promedio de 35 vuelos diarios, es decir, 70 operacione­s, lo que lograría un total de 130 operacione­s, casi el 10% más de lo que se esperaba para fines del primer año de operacione­s del AIFA.

Claro, eso implica que se debe dotar al aeropuerto de la infraestru­ctura necesaria -como aduanas, almacenes, recursos humanos y demás, suficiente­s y que el acceso sea más simple. Esto sería mil veces más fácil que abrir el cabotaje. Ojo.

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