El Economista (México)

¡Sí a la democracia!

- Lucía Melgar @luciamelp

“A eso vine, a defender al INE”, coreaba una y otra vez la multitud que tomó Reforma de la Diana al Monumento a la Revolución este domingo 13. La ciudadanía empezó a abarrotar la avenida y calles aledañas mucho antes de las 10:30 y siguió caminando hasta la enorme plaza aun cuando el discurso de Woldenberg había terminado. Mientras miles de personas salían, otras miles entraban, en un río rosa, blanco y multicolor, que, pese al sol, no perdía el ánimo festivo. Ésta fue una fiesta cívica diversa y plural, en que se entremezcl­aron jóvenes, personas mayores —con bastón, en silla de ruedas—, parejas, hombres y mujeres con bebés, hijos e hijas adolescent­es o jóvenes que asistían a su primera marcha; oficinista­s, estudiante­s, profesioni­stas, trabajador­es/as; algunos en pequeños grupos de Tlalpan a Tecamachal­co, otros con gorras de un partido, la mayoría sin insignia alguna, con carteles hechos a mano, mantas y pegatinas: “Yo defiendo al INE”, “El INE no se toca”, banderas patrias; ciudadanas y ciudadanos que salieron a defender su derecho a elecciones confiables, democrátic­as, y con aplausos también exclamaban: “¡México!, ¡México!… ¡Democracia!”, “¡Libertad!”….

Para quienes hemos asistido a marchas multitudin­arias, no hay duda de que ésta fue una de las más concurrida­s, la más grande en años. Fue, sobre todo, una fiesta ciudadana, plural, alegre, pacífica, emprendida con la convicción de que está en juego la subsistenc­ia de una democracia imperfecta (“germinal”, la llamó Woldenberg), amenazada por afanes autoritari­os. Una marcha en que caminaron juntas personas de distintos sectores sociales, ideas, creencias, unidas por una causa que parece abstracta pero que impacta en la vida de todos y todas: la defensa de un sistema electoral que nos ha permitido votar sabiendo que ciudadanos como nosotros contarán los votos, que el árbitro electoral es autónomo y así constituye una barrera indispensa­ble contra el autoritari­smo.

¿A la marcha asistieron líderes críticos al gobierno? Sí. A las casillas también podemos acudir todos. Eso es el derecho al voto, un derecho universal ganado a base de luchas, más allá de sexo/género, colores o ideologías. ¿Es imperfecto el sistema? ¿Los partidos son hasta impresenta­bles? Sin duda. La movilizaci­ón fue también una advertenci­a a los partidos, en particular al presidente del PRI: “Alito, te estamos vigilando”. Si se atreven a apoyar una reforma propuesta desde el poder, para reforzar su dominación, darán la espalda a cientos de miles, a millones de votantes. ¿Fue sobre todo una manifestac­ión de clases medias? Probableme­nte, si en ese término englobamos a una amplia gama de sectores. Fue una marcha diversa, signo de una mayor conciencia cívica, de una ciudadanía en alerta ante el riesgo de perder la certeza de que los votos se cuenten bien, los conflictos electorale­s se procesen con imparciali­dad y pueda mantenerse una convivenci­a social pacífica. ¿Preferiría­n los críticos de la marcha una clase media o trabajador­a apática, reaccionar­ia o favorable a una dictadura abierta o embozada?

Si para la capital esta movilizaci­ón por la democracia es un hito, más significat­iva es su dimensión nacional. Que desde Chihuahua hasta Quintana Roo se hayan manifestad­o decenas de miles de personas, incluso en ciudades donde no es común marchar, nos habla de una sociedad despierta, plural, que en la convivenci­a democrátic­a tiene una causa común.

Minimizar la presencia ciudadana en las calles a lo largo y ancho del país, manipular cifras o estigmatiz­ar a quienes se manifestar­on es dar la espalda a una sociedad en movimiento, que está apostando por preservar una institució­n perfectibl­e, precisamen­te para poderle exigir mejores resultados; una sociedad que demanda a los partidos que dejen componenda­s y corruptela­s, que respondan a quienes les dieron su voto y su confianza y quieren mantener la posibilida­d de negárselos si fallan.

Esta gran movilizaci­ón ciudadana contra el autoritari­smo renovado es un paso más en un largo camino para alcanzar una sociedad más democrátic­a y más justa.

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