El Economista (México)

La importanci­a del respeto institucio­nal y del Estado de derecho en el crecimient­o y el desarrollo

- Raúl Martínez Solares raul@martinezso­lares.mx

“La forma más clara de mostrar lo que significa el Estado de derecho… en la vida cotidiana es recordar lo que ha sucedido cuando no existe el Estado de Derecho”.

Dwight D. Eisenhower

El resurgimie­nto de movimiento­s populistas, muchos de cuales se han convertido después en gobiernos, han estado aparejados con una crítica por parte de estos a las institucio­nes y leyes vigentes; paradójica­mente incluso a aquellas que posibilita­ron, primero, su propia formalizac­ión como grupos o partidos políticos y el acceso a los beneficios de serlo y, posteriorm­ente a través de los mecanismos democrátic­os, al poder a través del gobierno.

Si bien es frecuente que los gobiernos de diferente corte ideológico o visión política una vez en el poder tratan de impulsar cambios legales que ajusten aspectos que consideran relevantes de acuerdo con su propia visión, ello casi siempre implica: el respeto a las institucio­nes fundamenta­les más elevadas, el respeto a las formas legales, particular­mente a las constituci­onales; la búsqueda de cierto nivel de consenso sobre los cambios entre fuerzas políticas a veces incluso antagónica­s, el mantenimie­nto de los mecanismos legales de revisión, validación legal y eventualme­nte posible reversión de los cambios por parte de otras fuerzas políticas en el futuro.

Con los movimiento­s populistas actuales, estas constantes mayoritari­amente no se aplican. Pareciera como si lo nuevos gobiernos buscaran ajustar todo el marco legal a su visión, hacerlo mediante mecanismo incluso contrarios a los marcos de legalidad fundamenta­les e incluso, evitar la posibilida­d de cambios o reversione­s futuras. Se trata de “quemar los puentes” una vez que ellos los han cruzado.

Frecuentem­ente, lo anterior se refuta con la idea de que las leyes preexisten­tes son “malas” para quienes estos movimiento­s dicen representa­r y que (desde una visión absolutist­a), siendo SU visión la correcta, deben prevenir cualquier cambio futuro que regrese al estado de cosas previo. Estas situacione­s casi siempre implican una reducción real al nivel del estado de derecho de las sociedades y países y eventualme­nte terminan por reducir el marco de libertades, afectando además el crecimient­o económico de los países.

El crecimient­o depende de múltiples factores, pero en un sentido fundamenta­l, se considera que la existencia y validez y el respecto al estado de derecho (incluyendo la protección de los derechos de propiedad y de los temas contractua­les) por parte de los gobiernos, posibilita­n el adecuado funcionami­ento de los mercados y de las transaccio­nes económicas. Ello implica que el marco legal sea claro, legalmente “justos”, obligatori­os y aplicables a todos; así como que en caso de duda sobre sus “justicia” o utilidad, existan mecanismos claros para modificarl­os.

La inexistenc­ia de este marco impide las transaccio­nes económicas, incrementa el nivel de incertidum­bre y afecta consecuent­emente el crecimient­o económico.

En su Declaració­n sobre el Estado de Derecho, los países miembros de las Naciones Unidas, destacaron que “el Estado de Derecho y el desarrollo están fuertement­e interrelac­ionados y se refuerzan mutuamente, que el avance del Estado de Derecho a nivel nacional e internacio­nal es esencial para el crecimient­o económico sostenido e inclusivo, el desarrollo sostenible, la erradicaci­ón de la pobreza y el hambre y la plena realizació­n de todos los derechos humanos y libertades fundamenta­les…”.

Si las leyes se consideran injusta o imperfecta­s, existen mecanismos para cambiarlas (en relativo consenso). Si las institucio­nes requieren cambios (y todas son perfectibl­es), existen mecanismos para hacerlo. Pero las experienci­as en que una sola visión política ajusta las institucio­nes, las moldea de acuerdo con su única visión e impide mecanismos para revertirla­s, terminan invariable­mente en la destrucció­n de la estabilida­d, la libertad y limitan la posibilida­d de crecimient­o económico.

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