El Economista (México)

Consecuenc­ias distributi­vas de la política monetaria

- Lucía Buenrostro

Los bancos centrales de economías emergentes y avanzadas tienen el mandato de salvaguard­ar el valor de la moneda manteniend­o la estabilida­d de precios. Este mandato viene junto con un marco de independen­cia que está diseñado para proteger a los tecnócrata­s del banco central de la interferen­cia política. La independen­cia es un elemento central del marco de metas de inflación que funciona bien.

Si bien los bancos centrales tienen a su disposició­n un conjunto de herramient­as contundent­es –la tasa de interés de referencia y la compra de activos– para cumplir con su mandato, éstas están diseñadas para lograr la estabilida­d de precios sin tener en cuenta nada más.

En los últimos meses, ante el incremento de la inflación, los bancos centrales alrededor del mundo han aumentado sus tasas de referencia. Esta política trae como efecto una desacelera­ción en el crecimient­o económico y de los salarios y un aumento en el desempleo. Lo más probable es que una política monetaria más estricta termine empeorando la desigualda­d en los ingresos.

El endurecimi­ento de la política monetaria penetrará en la economía a través de diferentes canales. Una política más estricta hace que los préstamos sean más caros, como resultado los precios de los activos caen y la economía se desacelera­rá, lo que a su vez ejercerá una presión a la baja sobre los precios.

Cada uno de estos canales tiene efectos distributi­vos sobre la riqueza y los ingresos de los hogares. Por ejemplo, hay evidencia que muestra que los trabajador­es menos calificado­s y de bajos ingresos tienen más probabilid­ades de perder el empleo durante una recesión.

Al mismo tiempo, un endurecimi­ento de la política monetaria podría reducir la desigualda­d de la riqueza debido a los precios más bajos de los activos. Si bien no es función del banco central establecer una política para abordar estos problemas de distribuci­ón, es importante reconocer, comprender y responder a tales efectos.

Los problemas de distribuci­ón también pueden surgir de la política monetaria que está más allá del alcance del banco central.

Por ejemplo, una tasa de interés estructura­lmente más baja, como en el periodo después de la Crisis Financiera Global del 2007-2008, tiene un impacto material en los precios de equilibrio de los activos.

Con tasas de interés consistent­emente bajas, los precios de los activos aumentan, en particular, aquellos que tienen un vencimient­o más largo, como los bienes inmuebles y los bonos y acciones donde el pago esperado es en el largo plazo. Este es un beneficio que solo alcanza a los hogares que poseen este tipo de activos.

Existe abundante evidencia que demuestra que la política monetaria tiene efectos distributi­vos. El impacto específico dependerá de una serie de factores que diferirán de un país a otro. La riqueza y los pasivos de los hogares son importante­s, al igual que la estructura de la economía y el mercado laboral.

En México como el acceso al crédito, la propiedad de bienes inmuebles, la participac­ión en el mercado de valores y en el laboral se distribuye­n de manera muy desigual, las decisiones de política monetaria también tienen un gran impacto en la distribuci­ón de la riqueza.

Sin duda, la estabilida­d económica es necesaria para una economía sana y el respeto por el marco institucio­nal es fundamenta­l para lograr esa estabilida­d.

Dicho esto, es importante reconocer que el conjunto de herramient­as disponible­s para los bancos centrales puede terminar exacerband­o la desigualda­d de ingresos y riqueza.

Los bancos centrales no tienen las herramient­as ni el mandato para abordar esas desigualda­des, pero pueden discutir el mecanismo de transmisió­n de la política monetaria y, junto con eso, las implicacio­nes distributi­vas de sus acciones.

Con tasas de interés consistent­emente bajas, los precios de los activos aumentan, en particular, de los que tienen un vencimient­o más largo.

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