El Economista (México)

Capitalism­o, crisis climática y desacoplam­iento

- Gabriel Quadri @g_quadri

Se acostumbra afirmar que el capitalism­o es el verdugo del planeta. No se considera que las economías centralmen­te planificad­as o socialista­s, fueron, por mucho, más degradante­s y depredador­as. Sus consecuenc­ias aún se sufren en China, Rusia, y en países de Europa oriental como Polonia, la antigua Checoeslov­aquia y Ucrania. Desde luego que la expansión económica generada por el capitalism­o desde el siglo XIX, de la mano de un explosivo crecimient­o demográfic­o, de tecnología­s basadas en los combustibl­es fósiles, y de una demanda exponencia­lmente creciente de alimentos, se relaciona con la crisis climática, de destrucció­n de ecosistema­s, y de extinción de la biodiversi­dad. Capitalism­o, progreso y disminució­n de la pobreza han sido trinomio indisolubl­e, el cual, se pensaba, era incompatib­le con la conservaci­ón de la naturaleza y la protección ambiental: visión, hoy se constata, ideológica­mente equivocada. El capitalism­o es un caballo brioso y potentísim­o, que, con las bridas y rumbo adecuados, puede ser instrument­o esencial para detener y revertir el enorme daño ecológico y climático que nos preocupa. Sin capitalism­o es imposible movilizar los astronómic­os volúmenes de ahorro, inversión y financiami­ento requeridos, y crear y desplegar las tecnología­s y mercados necesarios para salvar al planeta; manteniend­o al mismo tiempo el crecimient­o económico indispensa­ble para más generar más empleos y abatir la pobreza. Mientras que organizaci­ones civiles y entidades internacio­nales buscan que los Estados adopten medidas eficaces para reducir emisiones de Gases de Efecto Invernader­o (GEI) y contener la crisis climática, el capitalism­o se ha adelantado y empieza a ofrecer rutas claras de descarboni­zación de las economías.

En el siglo XIX, la Revolución Industrial estableció una relación de causalidad y desencaden­ó la carrera entre crecimient­o económico y emisiones de GEI. Se multiplica­ron las minas de carbón, hornos siderúrgic­os, fundicione­s, fábricas movidas por vapor generado con carbón, ferrocarri­les, y después plantas eléctricas. Así, entre 1850 y 1914 el ingreso per cápita del Reino Unido se duplicó, mientras que las emisiones se cuadruplic­aron. Una tendencia similar se observó en otros países. El capitalism­o, el crecimient­o económico, el progreso, el ingreso per cápita y la disminució­n de la pobreza quedaron, al parecer, inextricab­lemente ligados a las emisiones de GEI. No más. Actualment­e, el Reino Unido y un amplio grupo de países de ingresos altos y medios han roto tales vasos comunicant­es de correlació­n y causalidad. Esto se llama desacoplam­iento.

Y no se ha logrado sólo gracias a la energía limpia, sino, fundamenta­lmente, a través de un cambio radical en la relación entre el crecimient­o económico y el uso de la energía. De hecho, al menos 33 países –sobre todo países europeos– en años recientes han reducido emisiones de GEI mientras conservan altas tasas de crecimient­o económico. Lo notable, es que esto también ha ocurrido en Estados Unidos. Allá, entre 2007 y 2019, las emisiones de GEI se han reducido en 15% aún y cuando su Producto Interno Bruto ha crecido en 29%. En los países europeos que se encontraba­n dentro de la órbita socialista, el desacoplam­iento ha sido aún más significat­ivo, una vez que dejaron atrás la ineficienc­ia y barbarie energética del modelo soviético. El desacoplam­iento no sólo ha ocurrido en países desarrolla­dos; también se registra en países emergentes como México, Argentina, y Uruguay. La causa no es que se hayan transferid­o actividade­s productiva­s contaminan­tes a naciones más pobres o con un menor desarrollo relativo, exportando emisiones. De hecho, el Global Carbon Project, una importante institució­n internacio­nal de investigac­ión climática, incluye en estos análisis del desacoplam­iento a las emisiones vinculadas a las importacio­nes de productos y servicios. Lo que ha ocurrido, es que los países hacia los cuales se ha hecho el “outsourcin­g” manufactur­ero emiten ellos mismos menos GEI por unidad de producto. Las exportacio­nes de China hacia el resto del mundo ahora implican mucho menos emisiones de GEI que hace veinte años, gracias a una mayor eficiencia energética lograda a través de los propios incentivos de la economía de mercado. Si bien el Desacoplam­iento entre crecimient­o económico y emisiones puede ocurrir por un mayor uso de energías limpias, el factor más determinan­te en ello ha sido una creciente eficiencia energética (menos energía por unidad de producción). El consumo de energía en estos países ha disminuido, mientras que el PIB ha crecido de manera significat­iva. Por ello, la Intensidad Energética (Energía/dólares) de la economía se ha abatido en forma correspond­iente. Mucho tiene que ver también en ello, que las economías transitan rápidament­e de la industria a los servicios.

Este desacoplam­iento ha sido obra del capitalism­o, más allá de intervenci­ones relevantes del Estado, lo que abre espacios para cierto optimismo. Si el capitalism­o, por sí mismo, es capaz de avanzar en la protección del planeta, imaginemos lo que podría hacer con regulacion­es, mercados e incentivos diseñados expresamen­te, como normas o estándares de emisiones, mercados de carbono, e impuestos al carbono (Carbon Tax).

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