El Economista (México)

México pierde lugares en el mundo

- Enrique Campos Suárez ecampos@eleconomis­ta.mx

Las políticas del actual régimen mexicano se parecen más a las decisiones de Jair Bolsonaro que a las de un Luis Inácio Lula da Silva que se planta en la COP27 para sumar a Brasil a la lucha contra el cambio climático.

Hay más similitude­s del Presidente mexicano con Donald Trump, quien desconoció los resultados de las elecciones presidenci­ales estadounid­enses, que con el presidente chileno Gabriel Boric, quien aceptó de inmediato su derrota en el referéndum constituci­onal.

Para el gobierno de López Obrador hay más lejanía con el gobierno izquierdis­ta de Argentina, por saber negociar con Estados Unidos la elección de la presidenci­a del Banco Interameri­cano de Desarrollo, que con Venezuela que sí apoyó a Gerardo Esquivel como candidato a la presidenci­a del BID.

López Obrador cree que puede ser el líder de la izquierda de América Latina cuando realmente está lejos de la izquierda, de buena parte de las políticas actuales de muchos países latinoamer­icanos y también de ser un protagonis­ta mundial que lo haga atractivo como representa­nte regional.

México ha perdido presencia como referente internacio­nal y eso implica mucho más que la ausencia del jefe del ejecutivo mexicano en los foros del mundo.

Este país se ha alejado del mundo por la implementa­ción de políticas públicas que han afectado la confianza que por tantos años había construido este país.

Aniquilar el proyecto de un buen aeropuerto como un desplante de poder. Violar la Constituci­ón y los acuerdos internacio­nales para privilegia­r a las empresas energética­s estatales. Denostar a empresas privadas por su origen español. Y una larga lista de lastres que se notan en el mundo y marginan a nuestro país del juego internacio­nal.

México era la economía número 12 del mundo en la primera década del siglo, hoy estamos en el lugar 16 de acuerdo con el ranking del Banco Mundial.

En el índice de Competitiv­idad Mundial de este 2022, México está en el lugar 37 de 43 economías que mide el Instituto Mexicano para la Competitiv­idad.

En el sexenio del “primero los pobres”, México ha perdido posiciones en siete de los 12 componente­s que miden el desarrollo de la sociedad y el país está en el lugar 66 de 169 países en el Índice de Progreso Social.

Y ni hablar de la insegurida­d y el Estado de derecho. De acuerdo con el ranking de Paz Global más reciente que elabora The Economist, México está en el lugar 137 de 163 países considerad­os. Esto ubica a México como un país peligroso, por debajo de Palestina.

En fin, México pierde protagonis­mo internacio­nal y también lugares en los más diversos indicadore­s de economía, bienestar y seguridad.

Todo eso es evidente al interior del país y cada vez más claro desde una visión externa.

Eso sucede sin consecuenc­ias porque la única encuesta que importa en el seno de la 4T es aquella que constantem­ente presume López Obrador. Dice el Presidente que él es el segundo mandatario más popular del mundo.

Y es verdad, López Obrador tiene un gran arrastre carismátic­o irrepetibl­e, pero eso le brinda un caparazón que evita pedirle cuentas al servidor público. Esto traspasa sus facturas a la condición del país.

México pierde protagonis­mo internacio­nal y también lugares en los más diversos indicadore­s de economía, bienestar y seguridad.

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