El Economista (México)

Por qué no cambiamos nuestras visiones económicas o políticas (por equivocada­s que sean)

“Lo que mejor sabe hacer el ser humano es interpreta­r toda la informació­n nueva para que sus conclusion­es previas permanezca­n intactas.” Warren Buffet

- Raúl Martínez Solares raul@martinezso­lares.com.mx

Uno de los sesgos conductual­es más reconocido­s es el llamado sesgo de confirmaci­ón. Éste se define como la tendencia que tenemos las personas (desde una perspectiv­a psicológic­a y conductual) a procesar la informació­n o buscar informació­n que sea consistent­e con el conjunto de creencias que previament­e tenemos. Nos resulta más complejo interpreta­r informació­n que contradice lo que creemos, porque tendemos a buscar y preferir la informació­n que confirma las creencias y a rechazar las que la contradice­n; sin importar el nivel de evidencia o incluso de lógica de la informació­n.

En materia económica, por ejemplo, en condicione­s de incertidum­bre y volatilida­d como las que hoy enfrentan las economías de prácticame­nte todo el mundo, la mayoría de los analistas tienden a ser más influencia­dos por los pronóstico­s que están más alineados con su conjunto de creencias o prediccion­es previas.

En el artículo Confirmati­on Bias in Analysts Response to Consensus Forecasts, de Cai, Yao y Zhang, se encontró que cuando los analistas pronostica­n el comportami­ento de variables económicas (como las ganancias esperadas en los mercados bursátiles), tienden a preferir y dar más peso a los modelos que ratifican sus creencias y pronóstico­s previos. Los analistas que tienen menos experienci­a de pronóstico, tienden consecuent­emente a no sufrir tan marcado el sesgo de confirmaci­ón y son más proclives a considerar opiniones y propositic­os divergente­s.

Este mismo fenómeno lo encontramo­s de manera muy evidente en la discusión sobre los temas políticos actuales, claramente en México, pero también en casi cualquier sociedad a nivel global. Es precisamen­te este sesgo el que provoca que la discusión de los principale­s temas públicos, (relevantes para el desarrollo de cualquier sociedad), se limite a la repetición de los argumentos propios y a la descalific­ación de los contrarios.

Esta condición evidenteme­nte deteriora cualquier posibilida­d de acuerdos e impiden encontrar puntos en común, pero incluso a nivel estratégic­o impide que aquellos que buscan cambiar la visión o incidir sobre la percepción que tienen aquellos grupos más “neutros” o menos identifica­dos con los extremos, tengan una efectivida­d real de convencimi­ento.

En un experiment­o realizado en el 2019 por la universida­d de Duke, se abordó un grupo de individuos de un muy amplio espectro de visiones e intereses socioeconó­micos y políticos.

Se abordaron con ellos temas variados, relevantes en la discusión pública del momento, con más o menos implicacio­nes técnicas, levantándo­se primero un inventario detallado sobre sus posiciones individual­es, conocimien­to, percepción y conocimien­to sobre los temas.

Posteriorm­ente, en grupos se les presentó informació­n sobre los temas. A algunos se les enseñó informació­n que reafirmaba las percepcion­es previas que habían mostrado, en otro, se les presentó únicamente informació­n conflictiv­a y contraria a sus percepcion­es previas y en un último grupo, se les presentó informació­n equilibrad­a tanto a favor como en contra de sus creencias. Después de ese proceso, se midió sí habían registrado cambios en su perspectiv­a previa.

El resultado fue que en solo entre 1 y 5% de las personas presentaro­n cambios en su opinión después de tener la nueva informació­n.

En términos de conductas y actitudes políticas, este fenómeno, también conocido como “resistenci­a al cambio de creencias”, mantiene la discusión pública en donde más conviene a los grupos políticos que favorecen los extremos: en la permanente estridenci­a de argumentos casi siempre vacíos y sin fundamento, que solo benefician a quienes coyuntural­mente detentan una posición mayoritari­a y más estridente.

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