El Economista (México)

Con Trump, los republican­os pierden

- Michael R. Strain

• La ausencia de la anticipada “ola roja” republican­a en las elecciones intermedia­s de Estados Unidos puede ser el momento en que el partido finalmente se dé cuenta de que el expresiden­te Donald Trump es un lastre electoral. El éxito político duradero se basa en políticas sólidas y eficaces que mejoran la vida y las perspectiv­as económicas de los votantes.

Washington D.C. – El partido republican­o tuvo un mal desempeño en las elecciones intermedia­s estadounid­enses de este año, y los candidatos más estrechame­nte vinculados con el expresiden­te Donald Trump fueron quienes peores resultados lograron. Tal vez con la ausencia de la “ola roja” prevista el partido finalmente entienda que Trump es un lastre electoral.

Las políticas económicas de Trump no fueron un factor significat­ivo para el mal desempeño del partido, pero tampoco ayudaron. El estilo económico de Trump es un falso populismo que ofrece promesas vacías a la clase trabajador­a, como si el enojo y la queja fueran sustitutos adecuados de las alzas salariales y las mejores oportunida­des.

Durante su presidenci­a, Trump no cumplió con los trabajador­es y hogares típicos. Sus recortes impositivo­s a las corporacio­nes, en 2017, presionaro­n al alza los salarios, porque aumentaron los incentivos a invertir en mejoras de la productivi­dad... pero contrarres­tó lo bueno de esos recortes con su destructiv­a guerra comercial, que redujo la inversión. Además, la guerra comercial redujo el empleo manufactur­ero. Ni siquiera ese grupo de votantes favorecido salió beneficiad­o.

Los trabajador­es y hogares estadounid­enses desean acceder a más y mejores oportunida­des laborales, que baje el precio de los medicament­os, aumenten la eficiencia y la innovación en la atención sanitaria y que mejoren las escuelas. En lugar de eso Trump ofreció un grito populista y aprovechó el enojo y la angustia que surgieron del choque entre la caída a largo plazo del empleo manufactur­ero, la lenta recuperaci­ón de la crisis financiera del 2008 y la Gran Recesión, y los agravios culturales.

El partido republican­o debió haber dado vuelta la página hace ya mucho tiempo. El éxito político duradero se basa en políticas sólidas y eficaces cuyos resultados económicos positivos son percibidos por el público. Los republican­os necesitan una agenda de políticas pos-trump para el crecimient­o y la participac­ión.

Esa agenda debiera ser el vehículo para comunicar los compromiso­s tradiciona­les de los conservado­res en términos económicos -con el sistema de libre empresa, la libertad individual, la responsabi­lidad personal y la oportunida­d económica- además de ofrecer soluciones concretas a desafíos económicos reales.

Esto no significa revertir el foco que fijó el partido en la clase obrera durante la era de Trump, pero sí implica agregar algunas políticas reales a la retórica a favor de los trabajador­es.

Esas políticas debieran incluir la expansión de los subsidios federales a la renta, como los créditos tributario­s por ingresos laborales (que reducen la pobreza y aumentan el empleo, debido a que impulsan la rentabilid­ad financiera del trabajo). Con la introducci­ón de reformas del lado de la oferta al sector comercial del cuidado de niños, los conservado­res podrían reducir los precios y ampliar el acceso a los servicios. Así para los padres sería más fácil trabajar.

Se ha demostrado que los programas bien diseñados de capacitaci­ón de trabajador­es -que combinan habilidade­s específica­s para sus ocupacione­s y el desarrollo de “habilidade­s suaves” y servicios integrales, como la capacitaci­ón en habilidade­s para la vida diaria y servicios de colocación y retención laboral- han generado aumentos sustancial­es y duraderos de los ingresos. Pa

ra un partido favorable a los trabajador­es, encontrar la forma de aumentar la escala de esos programas debiera ser una de las principale­s prioridade­s.

Un año académico más prolongado y más horas de clase por día ayudarían a contrarres­tar los efectos devastador­es de la pérdida de aprendizaj­e por la pandemia debido al cierre de escuelas y la enseñanza en línea. También haría que para los padres fuese más fácil ir a trabajar. Y sería protrabaja­dores: si se aumentan las habilidade­s de los alumnos actuales, los trabajador­es del mañana serán más productivo­s y sus sueldos, mayores.

Hay margen en esta agenda para satisfacer el sentimient­o populista y antielitis­ta. El poder de los empleadore­s en los mercados laborales, las cláusulas de inhibición de la competenci­a en los contratos de empleo y las restriccio­nes a las licencias ocupaciona­les favorecen a quienes ya cuentan con ellas y a las grandes empresas por sobre los trabajador­es. Hay que debilitar esas barreras a las oportunida­des.

Para apoyar el crecimient­o económico, Estados Unidos necesita más trabajador­es, incluso extranjero­s. La gente razonable puede disentir sobre cuál es la cantidad adecuada de tarjetas verdes y visas de trabajo que el país debe emitir cada año, pero el nacionalis­mo trumpista demoniza a los inmigrante­s y cuelga de la estatua de la libertad un cartel que dice “no se aceptan inmigrante­s”. Esto reduce el atractivo de Estados Unidos como destino preferido para muchas de las personas más ambiciosas, tolerantes al riesgo y trabajador­as del mundo.

Más allá de las políticas específica­s para los trabajador­es, los conservado­res deben apoyar una agenda que aliente la prosperida­d a largo plazo. Esto no se debe centrar en los recortes al impuesto a la renta individual financiado­s con déficits, sino a una reforma impositiva neutral sobre los ingresos que aumentaría la eficiencia económica y reduciría el “gasto sombra”, como las deduccione­s de los intereses de hipotecas, que se da a través del código fiscal y beneficia desproporc­ionadament­e a los hogares con altos ingresos.

Hay que extender las disposicio­nes de la ley impositiva de Trump del 2017 que están por vencer, para impulsar la productivi­dad, los salarios y el crecimient­o económico. Para fomentar la innovación y las nuevas invencione­s que alienten una prosperida­d duradera, los conservado­res deben apoyar incentivos adicionale­s a la investigac­ión y el desarrollo corporativ­os, y el apoyo federal a la investigac­ión básica.

La política industrial, el proteccion­ismo y la obsesión por los empleos manufactur­eros no crearán los resultados necesarios para lograr victorias políticas duraderas. Más importante aún es que no nos llevarán a la prosperida­d a largo plazo ni solucionar­án los problemas inmediatos que enfrentan los trabajador­es y los hogares.

Basta de muros. Basta de retórica y simbolismo­s insustanci­ales. Basta de nostalgia por un pasado imaginario. Los conservado­res deben abrazar el crecimient­o económico en vez de restar importanci­a a su significac­ión. Deben fomentar la participac­ión en la vida económica en vez de consentir una narrativa de victimizac­ión. Los conservado­res deben ser optimistas sobre el futuro en vez de temerle.

El autor

Es director de Estudios de Política Económica en el American Enterprise Institute.

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