El Economista (México)

A pesar de todo, el peso se mantiene fuerte

- Enrique Campos Suárez ecampos@eleconomis­ta.mx

Ni las remesas, ni el nivel del peso frente al dólar son muestras de un buen gobierno, no pueden ser las bases del discurso de un supuesto éxito económico para iniciar este quinto año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Los verdaderos referentes de la condición económica del país tienen que ver con aquellos indicadore­s que se mantienen positivos a pesar del nivel de destrucció­n de la confianza de la 4T y los que definitiva­mente son focos amarillos y rojos durante los próximos 670 días que le quedan, constituci­onalmente, al sexenio actual.

La Inversión Extranjera Directa, el turismo, las exportacio­nes no petroleras, el nearshorin­g, son prácticas resiliente­s de la economía mexicana que ahí están, con tasas positivas de crecimient­o, muy a pesar de todas las trabas que se ha encargado de poner este régimen.

Es tan sencillo como pensar en las barreras en el sector energético que se han puesto, no solo a las empresas que participan en ese sector, sino aquellas que no tienen garantía de montar una fábrica y tener luz suficiente.

Los desequilib­rios en las finanzas públicas por la combinació­n entre una menor recaudació­n prevista para el cierre del sexenio con un gasto que no se modera y se concentra en lo improducti­vo del gasto clientelar, más el aumento del endeudamie­nto, son focos amarillos de esta economía.

Los altos niveles de violencia e impunidad, las consecuenc­ias de la militariza­ción, los intentos de desmantela­r los avances democrátic­os de México y la persistent­e estrategia de polarizar hasta niveles que pueden tornarse violentos, son focos rojos en el tramo final del gobierno de López Obrador.

En el caso de las remesas, que básicament­e son dólares que envían mexicanos desde Estados Unidos, habrá que seguir su comportami­ento si la economía estadounid­ense se desacelera hasta niveles recesivos.

Si a pesar de una eventual recesión en Estados Unidos, ahora que ya no hay transferen­cias de recursos de aquel gobierno a sus ciudadanos, se mantienen las elevadas tasas de crecimient­o de esas remesas, habría que empezar a validar otras teorías sobre el origen de esas transferen­cias a México.

Y en cuanto al tipo de cambio, el casarse con una variable financiera tan volátil e incorporar­la como símbolo de orgullo nacional y de éxito gubernamen­tal porque la paridad del peso está fuerte, puede causar algo más que una desilusión.

Los flujos que han fortalecid­o a la paridad del peso frente al dólar no son producto de aquellos inversioni­stas que mueren por traer su dinero en estos tiempos de la 4T para respaldar el modelo de, ¿cómo era?, ah sí, humanismo mexicano.

Son recursos financiero­s que encuentran en el diferencia­l de tasas de interés, en el nivel de Riesgo País y en las calificaci­ones crediticia­s oportunida­des temporales de hacer dinero. Cuando cambien esas condicione­s, esos capitales saldrán y vendrá una depreciaci­ón cambiaria.

No debería haber mayor drama en ello si responde a esas condicione­s de mercado, si no se combina con alguna mala señal que haga que se apresure o profundice esa salida del mercado mexicano.

Pero cuando llegue una depreciaci­ón cambiaria, habrá un drama de todos aquellos que querrán cobrar al régimen un supuesto costo político por lo que llamarán la devaluació­n. Esto puede generar un ambiente adverso que contagie a otros agentes económicos.

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